Cómo se hace la reingeniería social de un país
No conocía el blog de Fray Nelson, pero la reproducción de un artículo suyo, Cómo se hace la reingeniería social de un país, en la Actualidad Económica me ha llevado a interesarme por él. Posteriormente lo he visto ampliamente reproducido en diversos digitales, y la razón es muy evidente: describe perfectamente la estrategia que, desde finales del siglo pasado, se viene utilizando, primero en Estados Unidos, y luego en todo Occidente, y que en la última década apunta masivamente sobre América Latina.
Creo que puede ser útil resumir la explicación de Fray Nelson para, sobre ella, realizar algunas consideraciones.
La cuestión de fondo es cómo se ha conseguido que en relativamente pocos años se construya una antropología política, y a partir de ella unos sistemas legales impensables en los que el aborto masivo y eugenésico, la perspectiva de género tanto del feminismo como de las identidades de género, el uso de embriones humanos en biotecnología, y la eutanasia se han ido imponiendo, y la institución familiar, matrimonio, descendencia, y con ellos la fraternidad y el parentesco y la dinastía, destruyendo. Este cambio ha sido tan radical, y la propia España es un paradigma de ello, que a pesar de que a lo largo de este siglo la desigualdad económica en Occidente ha crecido, las clases medias en parte han quedado maltrechas, y los trabajadores han visto mermados sus derechos, la única desigualdad que está en la agenda como prioridad, o al menos destacada, es la llamada de género, entre hombres y mujeres, y la de identidades sexuales, homosexuales, trans, etc. En el caso de España, el absurdo aceptado inanemente ha llegado a la creación de un Ministerio para la Igualdad que carece de toda competencia económica. No importa.
¿Por qué se ha producido? ¿A quién beneficia esta extraordinaria elusión de la realidad? Las visiones liberales disconformes con estos cambios no ayudan a esclarecer el problema, porque para preservar su ideología, presentan estos cambios históricos como un suceso marxista o post marxista, cuando en realidad expresan una alianza objetiva entre el liberalismo de la globalización, el único que pincha y corta, con la izquierda “post todo”, comunista, socialista, socialdemócrata, que queda acuñada bajo la etiqueta anfibológica de progresismo, que es el nuevo sujeto colectivo que se presenta desde la supremacía moral, como es fácil constatar en la definición de la Wikipedia. Pruebe a sustituir esta palabra por otra que designe un corpus político, por ejemplo, demócrata cristiano, y aplíquele la misma lógica valorativa que no descriptiva de la entrada de la Wikipedia, y constatará otro ejercicio de formateado de mentes. El progresismo es, en último término, la visión de que lo último es lo mejor, la conservación de lo humano es negativa (pero es buena para toda naturaleza no humana) y la tradición una rémora. Se trata siempre de innovar en la vida social, pero siempre en un determinado sentido: el de la desvinculación y la ruptura antropológica.
La Gran ruptura
Lo que ha sucedido es la transformación acelerada de los marcos de referencia, es decir, aquel conjunto de ideas dentro de las que las mayorías sociales, o minorías decisivas en lo comunicativo y lo político, se forman la opinión, emiten juicios y adoptan decisiones.
Veamos el esquema estratégico primero que presenta el artículo de referencia:
Se ordena en cuatro fases
- Emotiva
- Normalización
- Institucionalización
- Tiránica o de penalización, aunque otra expresión reciente puede expresar bien esta última fase: cultura de la cancelación (cancel culture) porque define la forma de operar.
En esta fase inicial se actúa sobre los sentimientos, aunque en realidad hoy toda la comunicación publicitaria se basa en esta premisa. Según el autor, los concernidos son básicamente tres: la compasión, la simpatía y la ira. Fray Nelson utiliza tres ejemplos.
- Compasión: “se presentarán casos de violación brutal, que desembocan en la pregunta dramática: ¿Está condenada esta mujer a seguir adelante con ese embarazo”?
- Simpatía: presentar al homosexual en el mundo del entretenimiento, series, películas, novelas como el personaje más agradable, divertido, inteligente. Un correlato es presentar al padre de familia, un matrimonio clásico o un sacerdote como personajes básicamente negativos.
- La ira se desarrolla presentando sucesos brutales: por ejemplo, un par de chicas lesbianas que fueron apedreadas en Pakistán. O un travesti que fue dejado en coma por una paliza en el metro de Nueva York.
El resultado posterior de este enfoque es la deformación de los textos legislativos, porque se partirá de los escenarios extremos, inusuales, y estos serán impuestos a los normales, en el sentido estadístico de la palabra. Así, se considerara bueno que los lavabos se compartan por hombres y mujeres, cuando el triunfo de la higiene y el respeto fue precisamente su separación, pero esto se cambiará para no obligar a nadie a optar por un sexo determinado. Una pequeña minoría, ínfima, impondrá su interés a la mayoría. Es la legislación a través de los extremos.
Normalización
Una vez alcanzado el objetivo de aceptar pasivamente o ver con buenos ojos lo que se postula aceptar; la eutanasia, por ejemplo, y cuando la ruptura antropológica que se propone ya no despierta un rechazo instintivo, sobre todo en los medios de comunicación, llega el momento de la fase siguiente, la normalización, que “intenta que los nuevos comportamientos sean integrados sin fisuras en el tejido social”. La normalización hace uso intenso de paradigmas, por lo menos de tres maneras: celebridades, autoridades y publicidad masiva. Las llamadas celebridades son fundamentales en este proceso. Son las “Madonnas” besando en la boca a otras mujeres; son las actrices rutilantes que se declaran bisexuales en una entrevista que de inmediato recibe primeras planas. La población púber y adolescente es extraordinariamente sensible al impacto de estos ejemplos porque a su edad lo que más buscan es modelos a seguir. Las autoridades son aquellos científicos-o a veces simples cientificistas-que presentan argumentos con ropaje de seriedad. Una gran cadena de televisión, famosa por su seriedad científica, presenta un documental sobre el homosexualismo en los pingüinos, para dar una “base científica” para aprobar los nuevos comportamientos. En este ámbito juegan también la manipulación o simple invención de datos. Esta es una técnica habitual para legalizar el aborto. Se presentan cientos de miles de abortos ilegales, que nadie sabe cómo han sido contabilizados, y se repiten una y otra vez. En la España de los años ochenta, antes de la aprobación de la primera ley del aborto de 1985, según la propaganda abortaban tantas mujeres que, cuando se legalizó y hubo una estadística oficial, aquella cifra, cerca de cien mil, no se alcanzó hasta 20 años después.
El magnífico texto de Fray Nelson se refiere en este grupo normalizador a los políticos que acuden a estos temas por oportunismo. Esto ciertamente sucede, pero la cuestión tiene otras dimensiones mayores.
Los partidos socialdemócratas, socialistas y comunistas, han vivido a lo largo del siglo XX una crisis terminal. Sus planteamientos de transformación radical o progresiva del sistema económico han quedado desplazados por el éxito del capitalismo. Incluso el emporio nórdico de la socialdemocracia hubo de imprimir un fuerte viraje hacia las privatizaciones en la década de los años noventa. El resultado fue que perdió sus banderas y motivos, y masivamente los ha substituido por los del feminismo y las identidades de género. La igualdad económica ha quedado sustituida por otro tipo de igualdad antropológica, donde el transexual- última oleada- ocupa el lugar del obrero. Esto explica por qué en distritos obreros, en Francia o Italia, son los partidos llamados populistas los que han recogido el antiguo y fiel voto comunista. Y a la inversa. En Polonia no existe un partido de izquierdas mínimamente potente, porque el partido del gobierno, el Partido de la Ley y la Justicia (PiS) -enllaç- absorbe las políticas sociales, y la oposición se sitúa a su derecha económica; son los liberales, que a pesar de ello acusan al gobierno de ser de derechas, una crítica compartida por la mayoría de los medios de comunicación europeos, a pesar de sus políticas sociales y redistributivas. ¿Por qué? Pues porque el PiS se opone al aborto y al matrimonio homosexual. Lo que hoy da la carta de naturaleza progresista no es la justicia social, la forma cómo se distribuye la ganancia o la participación de los trabajadores en la empresa, sino el aborto, el matrimonio homosexual y las leyes que otorgan privilegios legales a los homosexuales– como la terrible, por injusta, inversión de la carga de la prueba. En esta acción, y como apuntaba al principio, se produce una alianza objetiva con el liberalismo globalizado, las grandes compañías tecnológicas mundiales como Apple, Microsoft, Alphabet, Amazon o Facebook, o del entretenimiento, como Disney o Netflix. La opción política no es solo oportunista, sino ideológica, estructural.
Finalmente hace su entrada la publicidad masiva, que es lo que ha hecho ese banco en Colombia: llenar decenas o centenares de paradas de autobús con la imagen de los hombres abrazados, que son modelo de “nueva familia.”
El ejemplo de Fray Nelson tiene la doble utilidad que permite observar lo apuntado antes: es un gran banco- a escala local- el que desarrolla la publicidad normalizadora. ¿Por qué elige esta opción? Básicamente por dos razones: porque la connotación negativa de todo banco se difumina mediante una reivindicación “progre”, y porque desplaza el eje de la igualdad fuera de la reivindicación económica. Es necesario que “leamos” políticamente los hechos para poder constatar su dimensión y aportar respuestas adecuadas.
Alcanzada aquella fase se abre la operación determinante: la traducción en leyes de lo que se ha mentalizado y normalizado. La parte clave aquí está en tres cosas: las leyes llamadas antidiscriminación, la educación y la administración parcializada de la justicia. Se supone que la intención de las leyes antidiscriminación es buena: corregir excesos históricos. En la práctica esto se traduce en la conversión de derechos en privilegios y la transformación de los fines de las instituciones para asegurar dichos privilegios. Son privilegios en la medida que la real o pretendida discriminación LGBTI- depende del país en cuestión- es corregida otorgando una serie de ventajas que son imposibles de generalizar en el conjunto de minorías mucho más discriminadas, porque su cumplimiento sería imposible. Desde los mandatos de cómo trata la información periodística, a la intromisión en el proceso educativo, a la inversión de la carga de la prueba, no puede extenderse más allá de unos pequeños grupos privilegiados. Los discriminados porque son pobres que viven en la calle, los inmigrantes, los gitanos y un largo etcétera, no disponen de leyes de este tipo que se reservan solo para los grupos LGBTI. Nunca el legislador favorable a este tipo de normas acepta una sola ley contraria a todo tipo de discriminación, porque sabe que entonces los privilegios son incumplibles, y los grupos LGBTI son contrarios a que se les equipare a otros grupos. Su discriminación es única y excepcional. La prueba del algodón de este tipo de legislaciones consiste en responder a esta pregunta. ¿Son o no generalizables? Los fines del matrimonio, que primordialmente no es un proyecto afectivo de vida en común, este es en todo caso el medio, sino la capacidad complementaria de un hombre y una mujer de engendrar y educar a la descendencia, han quedado destruidos cuando el modelo se desplaza para legalizar el matrimonio homosexual. El principio de adopción de que el portador de derechos es el niño, y que no existe un derecho a adoptar, queda destruido en la medida en que se obliga a los menores a habitar en hogares en los que falta el padre o la madre.
Dejo para la próxima semana la fase final del proceso, la que vive de pleno España, y otros países de Europa: la de la penalización o de la cultura de la cancelación, y las consideraciones sobre esta estrategia más allá de ella misma, y que, entre otras cuestiones, pasa por considerar de dónde y por qué surge, lo que requiere de una ontología, y un sujeto colectivo, que la concibe y realice, así como de un fin. Y esto también nos conduce a describir a través de las líneas de fuerza lo que se nos está imponiendo, el modelo de sociedad resultante, así como sus consecuencias.
JOSEP MIRÓ i ARDÈVOL Vía FORUM LIBERTAS
No hay comentarios:
Publicar un comentario