Es probable que Sánchez, aunque no así sus variopintos correligionarios, acabe cayendo en la cuenta de que su mejor aliado para estabilizar una sociedad hoy descompuesta es Felipe VI. Y que se vea obligado a asumir la hoja de ruta para la reconstrucción del gobernador del Banco de España.
Se puede reconstruir sobre lo existente con la prédica modernizadora de una clara estrategia de radical saneamiento.
Es la apuesta por una economía abierta que haya eliminado, de una vez, los vestigios del corporativismo. Y por una sociedad unida, segura de sí misma y emprendedora. En ello están muchos y entre ellos Pablo Hernández de Cos, el gobernador del Banco de España, y Felipe VI.
O se puede, en un ejercicio de excluyente codicia ideológica, arramplar con lo que todavía es más o menos sólido y partir de cero para construir algo nuevo. Es lo que tiene obsesionado a quienes se proclaman contundentemente progresistas. La superación de la "triple crisis", la sanitaria, la social y la económica, de la cual habla el Rey da para ambos escenarios.
El gobernador, buen conocedor de la económica, plantea ante la Comisión de Reconstrucción del Congreso de los Diputados una estrategia "urgente, ambiciosa, integral, evaluable y basada en consensos amplios". El Rey, que comenzó una gira autonómica esta semana, insta a "levantar el ánimo", lo cual es una consigna tajante y primordial. Para tranquilidad de quienes tienen sentido común y de proporción, Don Felipe ha recuperado su agenda.
En realidad es una cuádruple crisis pero el monarca, siempre ejemplarmente cuidadoso de su papel constitucional, evita incluir el brete más amenazador de todos. Se calla el descerebrado trance populista y nativista, demagógico a fin de cuentas, que no es de recibo porque corroe las instituciones empezando por la de la jefatura de Estado que él encarna y que vela por la unidad y la permanencia de esta vieja nación.
A Hernández de Cos le pueden entrar escalofríos al recordar que en otra existencia, otro gobierno y otro ministerio, la hoy vicepresidenta primera dijo que "el dinero público no es de nadie". Más y mayores disparates están hoy a la orden del día porque se ha dado barra libre a los antisistema y los soberanistas.
Pero no todo está perdido. Los rifirrafes políticos no retratan a un país que es fundamentalmente serio. El gobernador del Banco de España no es un mirlo blanco en una bandada de cacatúas; representa un sano cuerpo de técnicos y profesionales que forman la columna vertebral de todo país consecuente. Don Felipe, que se pasea con soltura y sin protocolos por públicos diversos de gente normal como no lo puede hacer ningún dirigente político, es una inyección en vena de optimismo y de responsabilidad.
El espaldarazo del Rey a la sociedad civil y al sector privado que crea empleo y riqueza es muy notable porque desarma el trasnochado elogio de lo "público" que tanto repite el gobierno socialcomunista. Don Felipe midió muy bien sus palabras antes de ayer cuando clausuró la "cumbre" que durante dos semanas ha pastoreado la CEOE, que felizmente se ha puesto las pilas, bajo el lema Empresas españolas liderando el futuro. "Estoy seguro," dijo el Rey, "que la sociedad española valora vuestros mensajes encaminados a propiciar una recuperación en todos los ámbitos, que ayude a la iniciativa privada y contribuya al fortalecimiento de la actividad económica en la tarea de volver a la senda del crecimiento y la prosperidad."
Modernización empresarial
Es, sin embargo, bastante chocante que el monarca constitucional de un país económica y socialmente desarrollado tenga que decir lo que es asumido con naturalidad por toda democracia liberal del entorno. No le debería tocar al Rey hablar de la modernización del tejido productivo. El que Don Felipe se vea obligado a ello es en sí mismo un comentario sobre las sesiones del Camarote de los Hermanos Marx que brinda el gobierno de coalición y que ya han pasado al léxico de la España contemporánea.
El protagonismo que cobra la figura del Rey y, a la vez, el Gobernador del Banco de España, merecen una prolongada reflexión porque dan la medida de los retos que afronta este país. Malo, muy malo, es que la economía española sufra un desplome histórico. Pero mucho peor es el debate reconstrucción-construcción que ha abierto el derrumbamiento.
O se está por la reconstrucción, aprovechando con ambición, como dijo Don Felipe a los empresarios, "todas las herramientas posibles a nuestro alcance" o se está con la construcción que parte de cero y emplea las utópicas y fracasadas, teorías de la ingeniería social. La España parlamentariamente fragmentada está ante un cruce de caminos.
España no es el único país que emerge debilitado, desorientado y desconcertado de la pandemia. Ninguna sociedad ha salido más fuerte de los meses de confinamiento y ningún gobierno ha reforzado su credibilidad. Pero si se elaborase una escala a modo Richter de la onda de crispación, seguramente los españoles mostrarán los ceños más fruncidos.
Del estremecimiento se encarga el cansino discurso de "y tú más y lecciones ni una" y de los "relatos estratosféricos" provenientes de una muy mediocre clase política que se acusa mutuamente de querer dar "jaque mate a todo el sistema". La jugada del juego de ajedrez que encierra al Rey y pone fin a la partida, fue utilizada por la vicepresidenta primera del Gobierno en la sesión de control parlamentario antes de ayer. En las circunstancias actuales no pasa de ser una metáfora poco afortunada.
Futuro competitivo
Los buenos reparadores saben que gran parte de la labor de reconstruir con fruición lo aminorado consiste en fijar y dar esplendor a lo que merece ser conservado. En este sentido, Hernández de Cos ha desgranado con pinceladas y brochazos lo que se ha de hacer para recomponer el tejido productivo y como se ha de proyectar en el futuro para que sea sostenible, ágil y competitivo.
En su comparecencia ante la Comisión de Reconstrucción del Congreso de los Diputados el supervisor no dijo nada que no se sepa. Año tras año el Fondo Monetario Internacional, al igual que todo organismo multilateral que se precie y que los predecesores de Hernández de Cos en el Banco de España, han recomendado profundas reformas estructurales sabiendo que daban golpes contra la pared de la autocomplacencia gobernante. Hoy, cuando se incide en lo tantas veces dicho, nunca ha merecido ser más escuchado el hilo conductor del relato y tomado en cuenta.
Es posible que una vez más el Gobierno haga caso omiso a lo que dicta la ortodoxia financiera. Lo es porque el que preside Pedro Sánchez en coalición con Unidas Podemos se constituyó con un programa adanista que impugnó de entrada cualquier estrategia de rehacer las quiebras que han ido apareciendo en el sistema. Sánchez afianzó su investidura proclamando su ruptura con el proceder anterior de la Monarquía parlamentaria. Su contribución a la ciencia política se resume en el "no es no".
Extravagancia
Lo realmente extravagante del poder de Sánchez al frente de la democracia liberal que, todavía, rige en España es que se asienta en quienes rechazan el pluralismo político y en quienes, además de totalitarios, son secesionistas. Los socios y los aliados del presidente del Gobierno nunca van a aceptar las recetas que fue explicando Hernández de Cos en la última sesión de la Comisión de Reconstrucción. Y como se sabe, en su dislocada desfachatez se refieren al Rey como el "ciudadano Borbón", le niegan el saludo y le declaran persona non grata.
Sin embargo es probable que Sánchez, aunque no así sus variopintos correligionarios, acabe cayendo en la cuenta de que su mejor aliado para estabilizar una sociedad hoy descompuesta es Felipe VI. Y que se vea obligado a asumir la mayor parte de la urgente, ambiciosa, integral, etcétera, hoja de ruta reconstructora que ha detallado el gobernador del Banco de España. Se olvidará de impuestos confiscatorios, revisará las políticas de gasto y mantendrá la reforma laboral.
¿Wishful thinking? Quizás. Pero si el presidente del Gobierno fuese Josep Borrell en lugar de él, lo dicho por Hernández de Cos iría a misa. Seguramente la imperiosa necesidad de acatar el mainstream de la política económica europea es lo que le estará diciendo a Sánchez su exministro de Exteriores y actual alto comisario de lo mismo de la Unión Europea. El socialcomunismo no gusta en el Bloque.
España solamente obtendrá los máximos créditos de Bruselas en las mejores condiciones si Sánchez va a la mesa negociadora de los Veintisiete iluminado por las ideas modernizadoras de Hernández de Cos y habiendo previamente pactado los presupuestos de 2021 con el Partido Popular. Paralelamente Felipe VI habrá hablado discretamente con la canciller alemana, que está a punto de asumir la presidencia rotativa de la Unión Europea, y con el presidente francés.
Tom Burns Marañón
Vía Expansión
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