Los autores reclaman un plan urgente para reactivar el sector turístico en nuestro país, que pasa por asegurar la caja de las empresas, aportar certidumbre a la sociedad y concreción en los planes.
Raúl Arias
Nadie duda de la importancia del turismo como motor de la economía española, ni de que sea uno de los más dañados por la crisis del Covid-19. Las pérdidas de ingresos a escala europea han alcanzado cifras desorbitantes (por encima del 85% en hoteles y restaurantes, operadores turísticos y agencias de viajes) y no es baladí porque supone el 9,5% del PIB de la UE y da empleo a 22,6 millones de personas. En España, el peso del sector turístico es mayor: supone el 14,6% del PIB y da empleo a 2,8 millones de personas; este año las pérdidas superarán 80.000 millones de euros. El Plan de Ayudas anunciado por el Gobierno (4.200 millones de euros) es prácticamente insignificante, menos del 3% de los ingresos que el sector generó el año pasado y muy lejos de nuestros principales competidores, por ejemplo Francia, que ha puesto sobre la mesa 18.000 millones.
Pero, ¿por qué el turismo y el transporte han sufrido más que otros sectores? La culpa no es de que hayan subido los precios o de que los servicios que prestan hayan perdido calidad. La causa es otra: la pérdida de confianza. Los clientes temen perder su empleo; ver mermados sus ingresos; contagiarse en el avión o en el hotel; carecer de plaza en un hospital si enferman o no poder regresar a su casa. Miedos que serán nuestros compañeros de viaje hasta que haya un tratamiento o una vacuna eficaz. Por eso, si queremos ayudar al sector hay que pensar en un plan de choque en dos fases: la de resistencia que durará probablemente hasta el verano del próximo año -cuando quizá se cuente con una vacuna- y la de reconversión, a partir de entonces.
La fase de resistencia desde ya y hasta el verano del año 2021 no va a ser sencilla. En los meses de abril, mayo y junio, el sector no ha ingresado un euro. El verano se presenta malo porque las reservas han caído entre un 60% y un 90% respecto a años anteriores y las cancelaciones han crecido de forma estratosférica. El otoño tampoco se anuncia mejor, pero lo peor llegará en el primer trimestre del próximo año, la temporada tradicionalmente baja, que va a pillar a las empresas del sector sin el colchón con el que contaban en estos últimos años. Así las cosas, lo que importa en esta fase es resistir; resistir para sobrevivir. Y solo podremos lograrlo asegurando la Caja de las empresas, aportando Certidumbre a la sociedad con absoluta Concreción en los planes y medidas que adoptemos. Solo así conseguiremos la Confianza que nos permita sentirnos seguros y libres de miedos.
Por eso, la primera prioridad es asegurar la Caja de las empresas, no ya de las grandes cadenas hoteleras, de agencias o de restaurantes, sino de las pequeñas empresas, que no tienen el músculo financiero de las grandes. El Plan de Recuperación debe incluir ayudas directas y créditos generosos y avales públicos que cubran entre el 80 y el 90% de los préstamos, y ser flexibles en plazos y condiciones, porque no todos los negocios van a poder mostrar balances saneados. Es necesario un mecanismo de amortización razonable y ligado al mantenimiento del empleo. La segunda prioridad es aportar Certidumbre; sin saber cuándo y cuánto dinero se va a recibir es imposible invertir; sin certidumbre sobre el trabajo y su continuidad es imposible consumir, o viajar. Con incertidumbre es preferible parar, cerrar o esperar. La tercera prioridad es la Concreción; no valen generalidades ni planes de corta y pega. Son imprescindibles planes ambiciosos pero con contenidos concretos, específicos y de duración acotada. La cuarta prioridad es la Confianza; tenemos que adoptar estándares de seguridad e higiene universales. Tanto el World Travel and Tourist Council como la Comisión Europea han publicado protocolos y orientaciones para restablecer la libre circulación, la fluidez del transporte y servicios turísticos de forma que ofrezcan tranquilidad a todos los ciudadanos. La clave está en garantizar que los estándares sean los mismos, que las normas en materia de salud pública y seguridad respeten los mismos criterios en todos los Estados miembros. Además, debemos aprovechar el hecho de que la UE va a aportar dinero para apoyar soluciones innovadoras, incluidas la inteligencia artificial y la robótica, para combatir la pandemia y para implantar protocolos de salud y seguridad adecuados. Hay que hacer pruebas y controles masivos. Hay que situar a la salud pública en lugar prioritario con planificación, inversión y comunicación, el turista debe saber que somos capaces de detectar a los enfermos y que hay camas disponibles para ellos para confiar otra vez en nosotros.
La segunda fase es la de reconversión. Para ello necesitamos un Plan de Renacimiento anclado en la Calidad, la Comunicación, la Colaboración eficaz y la Conversión. El primer reto es mejorar la Calidad. En España, tenemos capacidades, habilidades y patrimonio que han hecho de nuestro país el segundo destino mundial, apostemos fuerte por ser el primero. Si tenemos calidad de oferta y de servicios; calidad en el calendario de eventos y calidad y calidez en el trato, atraigamos el turismo de calidad, pongamos en marcha planes y políticas que la estimulen. Añadamos más valor, promovamos y estimulemos inversiones en renovación de equipos e infraestructuras, agilicemos los permisos de reforma y mejoremos la financiación. Lo que no se conoce, no se compra;por eso el segundo reto es la Comunicación; retomemos la Marca España y hagamos un Pacto por el Turismo que centre en España el mensaje, pero hagámoslo ya. Gastamos dinero público en promocionar muchos destinos, con un esfuerzo pequeño que no llega a donde debe llegar. España es la mayor empresa que tenemos, pero invierte menos que muchas empresas privadas en darse a conocer. ¿Quién es director de comunicación? ¿Quién decide los mensajes, los públicos objetivos, la cantidad a invertir o el retorno sobre la inversión? No podemos atacar este problema Comunidad a Comunidad, ciudad a ciudad, pueblo a pueblo. Definamos objetivos comunes y acciones concretas para llegar a donde queremos, empezando por convencer a los demás que España es un destino seguro, y luego ya veremos.
Nuestra sigueinte C es la de Colaboración leal y eficaz. Necesitamos un responsable a nivel nacional, un ministro ad hoc o una Mesa del turismo, lo que prefieran, capaz de diseñar en colaboración con autonomías, ayuntamientos, empresarios y demás agentes un plan a tres, cinco y 10 años. Con diagnósticos concretos, con estrategias e iniciativas concretas. Objetivos de visitantes, de empleos a crear, de inversiones necesarias. La Comisión Europea se ha puesto manos a la obra y va a elaborar una hoja de ruta para 2050 hacia un ecosistema turístico europeo sostenible e innovador. ¿Y nosotros, qué? Por último, la última C es la de Conversión. Sabemos que habrá operadores dentro de cada uno de los subsectores de turismo que perderán el empleo. Tenemos la obligación de ayudarles a reconvertirse en aquellos trabajos y capacidades nuevas que van a surgir. Necesitamos habilitar políticas concretas de reeducación de forma que todos puedan sentir que tienen algo que aportar. Un plan nacional de capacitación a definir los puestos que van a ser necesarios a futuro.
¿No les parece un trabajo ilusionante? A nosotros sí. Por eso hemos querido alzar la voz de forma conjunta. Para los que aún se preguntan por el motivo que ha unido a estos dos empedernidos viajeros a escribir al alimón, no se vuelvan locos ni le den más vueltas. Hagan caso al refrán, la nave esta más segura, con dos anclas que con una. Es así. Créannos.
JOSÉ MANUEL GARCÍA-MARGALLO y FEDERICO J. GONZÁLEZ* Vía EL MUNDO
*José Manuel García-Margallo es eurodiputado y Federico J. González, CEO de Radisson Hospitality AB.
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