La hegemonía de la ineptocracia es la causa de que nadie, absolutamente nadie de este Gobierno, haya dimitido, haya presentado su dimisión o haya sido cesado
Adriana Lastra. Europa Press
Nos gobierna una banda de mediocres. Tenemos un ejecutivo que no sólo demuestra ineptitud en el desempeño de sus funciones, sino que además la fomenta, alardea de ella y hasta la recompensa. Quienes no han producido ni van a producir nada porque sólo conocen la política como modus vivendihan convertido las instituciones españolas en su particular chiringuito, en el que, además, está reservado el derecho de admisión. El mérito está vedado y para justificar el nepotismo y el enchufe se degrada y ridiculiza el emprendimiento.
Se me cae el alma a los pies cuando escucho argumentar, desde postulados supuestamente liberales, que el mérito es una barrera en el camino hacia la igualdad y que la meritocracia es generadora de brechas varias, ya sean de género o de clase. No, señores, eso es una burda mentira: el mérito no es el origen de la desigualdad, sino la consecuencia del triunfo de la igualdad ante la ley. Y es que el igualitarismo y la igualdad no son la misma cosa. El primero aboga por anular cualquier diferencia material, ya sea económica o social, mientras que el segundo propugna suprimir la diferencia legal. Y no se trata de una mera sutileza o matiz, pues mientras que las políticas igualitaristas han demostrado ser un arma generadora de pobreza masiva, las políticas de igualdad son las que han permitido prosperar a las sociedades occidentales mediante el reconocimiento de la singularidad de sus individuos.
Que nadie me venga con eso de que la igualdad tiene una vertiente material, que ya lo sé. Pero ésta lo que pretende evitar es que los ciudadanos no puedan alcanzar metas formativas o laborales por falta de medios, no el crear puestos para que sean ocupados por personas que carecen de las aptitudes necesarias primando la visibilidad de no se qué colectivo por encima de la capacidad y el mérito.
Bufones y juglares
Usar las políticas igualitarias como pretexto para colocar a los afines y asentar redes clientelares ha llevado a que nos gobierne un señor cuyo currículum laboral es una broma de mal gusto y cuyo único mérito es aferrarse al poder sin apartar la mirada del espejo que le devuelve su propio reflejo. Un presidente que se refiere a sí mismo como “Mi Persona” y ha convertido la Moncloa y la red institucional creada en torno a ella, incluida la televisión publica, en un conglomerado de bufones leales y juglares que glosan sus andanzas. En fin.
Como se podrán imaginar, nadie con este perfil puede rodearse de personas de valía o, al menos, que hagan ostentación de la misma. Nadie puede destacar ni sobresalir so pena de ser condenado al ostracismo. Sólo gozan de minutos ante las cámaras y micrófonos aquellos que, con su inanidad, confieren a Sánchez un perfil cuasi churchilliano. Por eso Su Persona está encantado con sus ministros podemitas o con aupar a gente como Lastra. Aunque justo es decir que ni de Iglesias ni de Montero se puede predicar precisamente la virtud de la lealtad, su falta de juicio y su tendencia al chabacanismo pueril compensan el cuasi analfabetismo funcional de Sánchez. Y el de muchos de sus ministros y ministras.
La ineptocracia en la que estamos inmersos es la que explica que los estudios sitúen a España como el país occidental que peor ha gestionado la pandemia. Que las cifras oficiales de fallecidos por covid-19 no se las crea nadie y disten muchísimo de las reales. Que la inseguridad jurídica y económica forme parte del día a día de los españoles. Que España bata récord de parados. Que el responsable epidemiológico del Gobierno recomiende a sus compatriotas no veranear fuera de su comunidad autónoma mientras él se va a surfear a las playas portuguesas. Pero, sobre todo la hegemonía de la ineptocracia es la causa de que a pesar de todo esto nadie, absolutamente nadie de este Gobierno, haya dimitido, haya presentado su dimisión o haya sido cesado. Y que sus votantes y adláteres, lejos de recriminárselo, busquen ahora responsabilidades en el norte de Europa. Qué buenos vasallos, si tuvieran buen señor.
GUADALUPE SÁNCHEZ Vía VOZ PÓPULI
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