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martes, 24 de noviembre de 2020

DESENMASCARAR NUESTRA FALTA DE TIEMPO

Desenmascarar nuestra falta de tiempo 

El tiempo de oración debe ser la prioridad del día.

Nuestra identidad está muchas veces hipotecada por este esquema: “Soy lo que hago”, “soy lo que la gente dice de mí”, “soy lo que tengo”, “soy la influencia que pueda ejercer”. Esta obsesión con la productividad a todos los niveles nos tiene tan ocupados que no paran de surgir apps, agendas y estrategias de gestión del tiempo para sacar partido a cada minuto. Proliferan de un modo llamativo los pseudo profesionales de la planificación del tiempo con su oferta de agendas e infinitos gadgets con los que  organizar milimétricamente la jornada sin espacio alguno para la improvisación. Y así las personas son cada vez más celosas con su tiempo, el bien más preciado, que no puede regalarse gratuitamente ni perderse. Entre los bloggers e instagrammers, hay dos constantes muy curiosas que se repiten en infinidad de cuentas: su obsesión con el orden al estilo Mary Kondo y su obsesión con la gestión del tiempo. 

Y es que nuestro exceso de ocupación ha convertido esta queja en una constante: ¡Ojalá tuviera más tiempo! ¡Ojalá pudiera estar solo! ¡Ojalá…! Es una queja complicada porque estar tan ocupados es muchas veces una situación creada por nosotros mismos. Demasiadas veces no hay ninguna razón que justifique nuestro exceso de ocupación y nuestra falta de tiempo.

La principal disciplina para la gente que desea tener más tiempo no es la organización del tiempo sino la formulación de una pregunta sobre nuestras motivaciones más profundas: ¿por qué estoy tan ocupado? Esta pregunta apela a nuestra identidad espiritual más profunda.

¿Realmente te crees que eres amado y valioso? “Tú eres mi hijo amado, en ti me complazco” (Mc1, 11) ¿Crees de verdad que tu identidad profunda es que eres amado independientemente de lo que hagas, de lo que sepas y de lo que escribas, del poder que tengas, del éxito que coseches? “Ese eres tú, el amado [beloved] así que no tienes que andar por ahí dando vueltas para demostrar nada a nadie”. La frase es de Henri Nouwen y el término “beloved” una de las claves de su pensamiento.

Tal vez quiero tener éxito en la vida, o ser influyente, o saber muchas cosas o tener poder… Si quieres tener éxito, tienes que hacer muchas cosas; si quieres ser famoso, tienes que conocer a mucha gente; si quieres ser influyente, tienes que hacer muchos contactos; si tu motivación es comprender la realidad y engullir cultura, también puedes caer en el exceso de ocupación. Quizás te afanes en leer muchos más libros de los que en realidad consigues digerir. O en ver muchos más documentales de los que en realidad necesitas. Quizás esa gula intelectual no haga más que aumentar tu confusión y agotarte. Yo últimamente me pregunto constantemente: ¿por qué quiero escribir otro artículo? ¿por qué quiero leer otro libro? ¿Dios quiere que lo haga? 

A veces nuestro exceso de ocupación está revestido de la intención de “trabajar por el Reino de Dios”, de “evangelizar”… En este caso, es especialmente importante preguntarse si realmente Dios quiere que hagamos lo que hacemos. Porque muchas veces con la mejor intención se “trabaja” demasiado por el Reino sin contar con Él, que “da el pan a sus amigos mientras duermen... Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los

albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas” (Sal 127 [126]).

Tantas veces en la evangelización sobra planificación y estrategia, organización y reuniones, y falta mística. Tiempo para Dios. Horas para Dios, no minutos. Oración de intercesión. Solo Él toca los corazones. Y no tendremos tiempo para la oración a menos que nos digamos claramente que estar a solas con Él es la prioridad de nuestra vida. No le resta eficacia sino que la multiplica.
 
Así que no propongo ningún método sino solo la invitación a analizar críticamente nuestro exceso de ocupación.

 

                                     CARMEN CASTIELLA  Vía RELIGIÓN en LIBERTAD

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