El sector, como la mayoría del comercio de proximidad, ha sufrido las consecuencias económicas del confinamiento y las restricciones ocasionadas por la covid19. Este viernes 13 se celebra el día de los libreros con un 22% menos de facturación
Interior de la librería Luz y Vida de Burgos.
Cuando la pandemia aún no se había desatado y el mundo se podía dar el lujo de caminar libremente, sin tapabocas ni distancias, el sector editorial español registró en 2019 su sexto año consecutivo de crecimiento. Entonces, facturó 2.420,64 millones de euros, un 2,4% más. Una industria recuperada y estabilizada tras los años duros de la crisis económica se alzaba saludable. O al menos así ocurrió con uno de sus actores, los editores, que exhibieron músculo.
El resto de los eslabones de la cadena del libro no reflejaba la misma pujanza. Después del autor, el editor y el distribuidor, las librerías independientes aún tiritaban por la tempestad económica de 2011 y 2012 cuando vieron a Amazon echárseles encima y a las grandes cadenas intentando sacarlas a codazos. El asunto ya era delicado. En el mundo pre-covid más de la mitad de las librerías no llegaba a los 90.000 euros de facturación anuales, pero al menos vendían y el precio fijo del libro las ayudó a capear el temporal.
Ese era el panorama, hasta que apareció la covid-19. La epidemia no dejó un espacio libre de la vida cotidiana. El estado de alarma declarado en España, las limitaciones de movilidad y el confinamiento echaron por tierra las ventas de los libreros y propició la cancelación de las principales citas de libreros como Sant Jordi y la Feria del Libro de Madrid. La Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) alertó de que las previsiones de facturación para el año 2020 podrían caer a la mitad en el mercado interior, entre 1.000 y 1.200 millones de euros.
Subir la persiana...
Ni siquiera durante el desconfinamiento fue posible para los libreros paliar ese panorama: los aforos reducidos, las distancias de seguridad y el equilibrio inestable de la situación sanitaria convirtió los aplazamientos de las principales citas editoriales en cancelación definitiva, y ya ni hablar de lo complicado que resultó para las librerías levantar la persiana. Pero lo hicieron: Lola Larumbe, de Alberti, continuó recibiendo a sus lectores y como ella Tipos Infames, también los valencianos de Nolegiu, o las catalanas Laie y La Central.
En medio de ese desierto, sólo las grandes plataformas como Amazon y (en el caso audiovisual) Netflix lograron acaparar las opciones de compra y consumo de entretenimiento, un espacio en el que el libro se ve obligado a competir. Al momento de celebrarse el Forum Edita en septiembre de 2020, España estaba a las puertas de una segunda ola. La pandemia se convirtió en el centro de estas jornadas que desde hace cinco años reúne en Barcelona a profesionales y expertos nacionales e internacionales del sector editorial.
En esos días, el periodista y escritor Sergio Vila-Sanjuán -quien forma parte de la organización de Forum Edita- se mostró cauto al momento de diagnosticar cómo recibiría el sector editorial español las consecuencias del parón en el consumo y otros efectos más concretos de la pandemia. "Yo creo que hay un interés tremendo por la literatura en nuestro ámbito. Estamos viviendo un segundo boom hispanoamericano, esta vez protagonizado por mujeres. Hay una efervescencia que hace tiempo que no se veía. En el campo del ensayo, la pandemia ha desarrollado un apetito por leer y empaparse de nuevas ideas".
El flanco más frágil del sector, a su juicio, está concentrado en el sector de las librerías, que han sufrido las embestidas del confinamiento y la caída del consumo. “El sector público tiene que emplearse a fondo, como ha ocurrido en Francia y Alemania. Si España quiere ser un Estado cultural de verdad tiene que fijarse en Estados con políticas culturales activas. Los modelos son muy claros: Francia y Alemania. Esto lo hemos discutido anteriormente en el foro edita", dijo entonces.
El mapa del sector librerías
En España existen 3.556 librerías independientes. Son muchas menos de las que existían en los tiempos de bonanza, pero bastante más de las que sobrevivieron a la crisis económica, que se cebó con especial saña con el del libro: desde los editores hasta los libreros vieron desplomarse sus ventas. Durante 2014, en España desaparecieron a razón de dos por día (según datos del Observatorio de la Librería 2014), así hasta llegar a casi mil locales cerrados.
Ya entonces, y para intentar tapar ese error de origen, la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal) propuso un Plan de Fomento de la lectura. La entonces secretaría de Estado para Cultura impulsó el proyecto, que fracasó por falta de interés gubernamental y la puesta en marcha de medidas contradictorias. Persistía la pregunta: ¿no se leen o no se compran libros?
Desde 2011, los libreros han pasado de facturar 870 millones de euros a 707 en 2014, según cifras aportadas por Cegal en marzo de ese año. Hasta 2014, España tenía más librerías que hace diez años. Incluso en uno de sus peores momentos, el sector libro tuvo muchas más librerías que en 2005 (4.336, 14% más que en 1999). Fue ahí cuando comenzaron a revisar qué parámetros entran en juego al momento clasificar un local como una librería.
Si se examinan los datos por año, en 1999 existían 3.795 librerías. De esa cifra, 1.255 librerías –un 28,9%- abrieron sus puertas entre 1980 y 1999. Las más jóvenes –que iniciaron su actividad en el año 2000- alcanzan en cambio el 15%. Las diferencias no se limitan al aspecto cronológico, sino también a sus características: aquellas creadas en las últimas décadas del siglo pasado tienden a solapar el concepto de lugar que expende libros (kiosko, papelería, tienda de paso) con aquellos registrados como librerías.
A partir de ese principio, el sector se esforzó en modernizarse. Aun a pesar de concentrar un número importante de librerías en cada una de las comunidades autónomas, el 55% de los españoles aseguraba entonces no leer nunca. La facturación de los libreros en España había caído más de un 26% desde 2011 ( en Francia apenas un 1,5%). Las cifras de los editores, sin embargo, no eran mejores: aseguraban que el mercado se ha contraído un 30% en los últimos cinco años. A eso hay que sumar una caída del 3,3% en la venta electrónica de los libreros.
A finales de febrero de 2020, cuando la debacle sanitaria y económica de la covid estaba a punto de estallar, los libreros se reunieron para buscar respuestas. Entonces coincidieron en la necesidad de impulsar un plan de ayudas públicas como el que han puesto en marcha en Francia, Bélgica o Alemania. Otros afinan más la mira y piensan en la necesidad de una reconversión total del mercado. Quince días después, el Ejecutivo Nacional declaró el estado de alarma y decretó el confinamiento.
Retos de los libreros
Un examen orgánico del gremio pasa necesariamente por las formas de organización; la dispersión en relación con sus principales colaboradores: los distribuidores y editores; las principales amenazas directas, como Amazon pero también sus proyectos más importantes, esos logros que abarcan desde Cegal en Red hasta Club Kirico.
Aún más importante todavía es el análisis de los lectores, es decir: cómo conseguir que las personas vuelvan a entrar en las librerías y la recuperación de la llamada “librería de barrio” y que supone el nudo de un debate cultural y ciudadano en el que los libreros independientes se la juegan todo. ¿Puede funcionar un mercado del libro cuando se lee poco? Según el Barómetro de Lectura de 2018, un 38,2% de españoles no lee nunca o casi nunca. Esa cifra desplaza el foco al fomento de la lectura como una variable tan importante como la propia red.
Es justo ahí donde interviene un análisis del papel del sector público (planes de fomento, campañas de lectura, programas de apoyo e incentivos). Si ya en 2018 el temario del congreso de libreros era lo suficientemente potente como para que los libreros salieran de Sevilla, si no con la solución, al menos sí con las preguntas correctas pasadas en limpio, ahora toca contrastar la situación actual con la de hace dos años. La situación no es nada alentadora.
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