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domingo, 29 de noviembre de 2020

EL PAVO DE NAVIDAD DE SÁNCHEZ

 Cuando Pablo Iglesias perdió su moción de censura de 2017 contra Rajoy, al cosechar solo el apoyo de ERC y Bildu, pocos podrían prever que ese tripartito estaría marcando tres años después el devenir de España

 

  

ULISES CULEBRO

Cuando el líder de Podemos, Pablo Iglesias, perdió su moción de censura de 2017 contra Rajoy, al cosechar solo el apoyo de ERC y Bildu, pocos podrían prever que este tripartito de neocomunistas con separatistas promotores del golpe de Estado del 1-O de 2017 en Cataluña y con cómplices de ETA, cuando no partícipes en sus atentados como el cabecilla de la formación bilduetarra, Arnaldo Otegi, estaría marcando tres años después el devenir de España por designio del genuino destinatario de esta torticera maniobra -Pedro Sánchez- para aprovechar el desconcierto socialista y darle el sorpasso. A veces, como explicó Lenin en 1904, 13 años antes de la Revolución de Octubre, en la obra de ese título, hay que dar "un paso adelante, dos pasos atrás" en pro de lo que se ambiciona.

No por casualidad, el opúsculo se refiere a la guerra civil como "poderoso acelerador" que convierte la parte en todo y facilita proyectos que, ya en 1919, un periodista alemán catalogó de "totalismo revolucionario de Lenin". Valiéndose de la excepcionalidad, la Rusia que había entrado en la I Guerra Mundial como Estado zarista saldría como primer régimen comunista de la historia. La conflagración llevaría a la revolución, y la posterior guerra civil a la "dictadura del proletariado".

El tripartito de la moción de censura de Iglesias colocó su primera piedra en 2004 cuando el secretario general de ERC, Carod-Rovira, suscribió en Perpiñán un apaño de sangre con ETA para que dejara de atentar en Cataluña. Lo hizo como presidente en funciones de la Generalitat, aprovechando que Maragall estaba de viaje. "Cada bomba vuestra en nuestro país es -dejó escrito para la historia de la infamia- una bomba contra el pueblo catalán, un torpedo contra la línea de flotación del independentismo (...) Me atrevo a pediros que, cuando queráis atentar contra España, os situéis previamente en el mapa".

Tras revelarse el trato siniestro con ETA para que Cataluña quedase fuera del punto de mira forajido y desplazara sus coches-bomba al otro lado del Ebro, el líder de ERC debió dejar el puesto de consejero jefe y sus socios socialistas escenificaron una ruptura tan fingida como para durar las horas suficientes que permitieran a Zapatero aparentar seriedad de estadista capeando los acres titulares de prensa contra la fechoría. Desde entonces, poniendo sordina o altavoz a conveniencia, ERC y las marcas blancas de ETA han conformado un eje estratégico al que se ha sumado Podemos.

Conscientes de la imposibilidad de alcanzar sus objetivos por sus fuerzas, como Lenin en su momento, han arrastrado al PSOE cultivando la avidez de un Sánchez al que parece resultarle secundario el rumbo que tome la embarcación con tal de navegar en el camarote del capitán. Ello autoriza a su vicepresidente Iglesias a adueñarse con resolución del timón del gabinete de cohabitación (muchas veces de colisión con balance positivo siempre a su favor) tras recolectarle los votos para sacar adelante unos Presupuestos del Estado con gravosas hipotecas.

No obstante lo cual, Sánchez solo repara en el hecho capital de que le garantiza completar la legislatura, aunque deba prorrogar las cuentas algún ejercicio. En ese brete, no le entrañaría mayor quebranto y trastorno a quien gobierna desde que defenestró a Rajoy en 2018 con las cuentas de Montoro.

En consecuencia, a cambio del pago de otros tres años de alquiler de La Moncloa, no le ha importado transitar bajo las horcas caudinas de quienes posibilitaron su investidura Frankenstein. No es asunto baladí.

Con relación a los tributos y peajes de otros presidentes en minoría, supone un salto en el vacío de previsibles consecuencias. No en vano, sus cesiones para que le votaran los Presupuestos, mediante disposiciones de acompañamiento que adulteran la Constitución, fijan las bases de un cambio de régimen que, de no frenarse, abocaría irremisiblemente al dilema que suscita abiertamente y sin decoro el tripartito de la moción de censura de Iglesias en 2017: o bien se abre un proceso constituyente en toda España que reconozca el derecho a la autodeterminación, o bien se desatan procesos segregadores desde Cataluña o el País Vasco.

En el ínterin, esas fuerzas centrífugas que auspician la desmembración de España, como revela su intención de limitar la exitosa autonomía fiscal de una Comunidad de Madrid que aporta a la caja común más que nadie frente a situaciones de privilegio de País Vasco o Navarra, o de favoritismo con Cataluña desde que atesora el voto de oro de los presupuestos, a modo de arancel parlamentario como el de Cambó que pretería la economía española a la protección del textil, pretenden supeditar la gobernación de España en su favor e impedir, a su vez, que el Ejecutivo de la Nación se inmiscuya en los territorios de esas fuerzas soberanistas. Es la paradoja que, con retranca, Wenceslao Fernández Flórez anotó en una crónica parlamentaria: "Barcelona es la única metrópoli del mundo que quiere independizarse de sus colonias". En realidad, según colegía el escritor gallego, el auténtico hecho diferencial estriba en sentirse superiores.

Desde Zapatero en adelante, a raíz del tripartito catalán con ERC y de la asunción de sus manejos con ETA, esas concesiones económicas, aún más abultadas, se engrosan con otras que comprometen la pervivencia de España como Nación. Ello lleva a inquirirse sobre cuánto compromete el futuro de España como Nación cada día que Sánchez permanece en La Moncloa. Todo ello después de acceder a ella negándose a sí mismo y presentar luego como irremediable lo que, en realidad, buscaba con ahínco descargando la responsabilidad en los demás.

Lo hizo con éxito con Albert Rivera, quien murió políticamente denunciando los trasiegos en la habitación del pánico de «la banda de Sánchez» y ha vuelto a repetirlo con su sucesora Arrimadas, a quien ha dejado plantada para seguir en brazos de quienes le facultan mandar, pero no gobernar. Si engañó a sus compañeros, desde Rubalcaba a González, pasando por una legión más, cómo no iba a hacerlo con sus contrincantes. Tras sellar un arreglo que no precisaba para aprobar los Presupuestos con el brazo político de la horda criminal que buscó desestabilizar la democracia con sus bombas y ahora desintegrar España con sus votos, Sáncheztein pensará que "¡un poco de agua nos lavará de esta acción", como Macbeth tras el asesinato del rey Duncan.

Al cabo de un sexenio de su primera intervención -13 de septiembre de 2014- como secretario general ante el Comité Federal del PSOE, Sánchez no tiene nada que ver con el dirigente que prometió que no convendría con Podemos "ni antes, ni durante, ni después" de las elecciones en lontananza y que, ni por asomo, lo haría con Bildu. Ante las requisitorias de que, "en política de alianzas, nunca digas nunca jamás", como le advirtió Juan Antonio Barrio, portavoz de Izquierda Socialista, rebatió con el título de otra película de la saga de James Bond: "No se puede pactar con el doctor No". Ello hizo que la mano derecha de Susana Díaz en el PSOE andaluz, Juan María Cornejo, le refutara con un argumento que ahora es ya doctrina oficial del sanchismo para cruzar cualquier línea roja: "Podemos es una formación política que recibe unos votos muy respetables de los ciudadanos, como cualquier otro partido". En consonancia con ello, en un debate previo a la cita electoral de 20-D de 2015, Sánchez le espetaría a Iglesias: "No me des lecciones Pablo... Estás pactando con Bildu, con Batasuna, en Navarra". Ahora, el mandamás podemita es su norte y guía. Con su acostumbrada sagacidad, Bertrand Russell ya había sentenciado que "gran parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se debe a que los ignorantes están completamente seguros, y los inteligentes, llenos de dudas".

Su copernicano giro evoca la anécdota de la que fue partícipe el economista hispano-argentino Carlos Rodríguez Braun en un desayuno con el presidente Menem durante la visita de este a España en 1994. Al confesarle que, de prever que liberalizaría la economía, privatizaría empresas y pasaría página de la dictadura en aras de la reconciliación nacional, le habría dado su voto, en vez de batallar en su contra, el mandatario argentino arguyó: "De haber dicho lo que iba a hacer, tenga por seguro que el único voto que hubiera recibido en el gran Buenos Aires hubiera sido el de vos". "Lo que quería -le explicó con una sonrisa que le pillaba sus distintivas patillas- era lograr el poder para hacer lo que quería hacer y mentí".

En base a que el fin justifica los medios, hay quienes, inasequibles al desaliento, por no mirar la verdad de frente, conjeturan nuevamente con que Sáncheztein, con los dineros públicos a su disposición, dejará en la estacada a sus compañeros de moción de censura primero, luego de investidura y ahora de cuentas. ¡Cómo si se pudiera apear en marcha del plan de demolición de la Constitución con leyes orwellianas que procuran lo contrario que presumen y no fuera a reforzar esa ligazón con acuerdos específicos en Cataluña tras los comicios del Día de los Enamorados! Si acaso, ese disimulo lo dejará para la víspera de las elecciones generales y luego reemprender la marcha con esos compañeros de huida hasta que el pasado sea el porvenir de los españoles.

En este sentido, el pavo que Sánchez trinche esta Navidad no será Iglesias, sino la Nación poniendo mesa y mantel a sus socios y aliados de correrías. Por fas o nefas, España va camino de ser el pavo de la fábula de Bertrand Russell. Para no llamarse a andana, el ave quiso entender cómo funcionaba la granja que lo acogía y fue anotando cuidadosamente lo que sucedía con el fin de sacar conclusiones. Así, comprobó que el granjero le echaba comida cada día a las 9 y elevó la observación a rango de ciencia. En la seguridad de que era un principio inalterable, el pavo se entregó a su tranquila y ordenada vida hasta que, en la antesala navideña, el granjero acudió esta vez a su cita diaria con un hacha.

Con premisas verdaderas, su deducción resultó tan falsa como fatal le fue desatender el consejo el gallo que le previno al verlo tan contento: "¿No sabes, desdichado, que los humanos nos engordan para matarnos y comernos?" "No lo creo... ¡Seguro que me tienen en gran estima por mi optimismo y mi actitud vital!", fue la réplica del animal más feliz del corral. Tan jubiloso se sentía que, cuando el granjero lo agarró del cuello, el incauto discurrió que deseaba que se uniera a su familia para celebrar juntos la Navidad.

Como el pavo de Russell, los españoles tienen una tendencia innata a engañarse. "¿Quiere decir -se preguntaba Ortega al reflexionar sobre esta vicisitud- que mis pensamientos sobre España son pesimistas? Algunas personas los califican así; pero yo no veo que el pesimismo sea, sin más ni más, censurable. Son las cosas a veces de tal condición que juzgarlas con sesgo optimista equivale a no haberse enterado de ellas".

 

                                                          FRANCISCO ROSELL    Vía EL MUNDO

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