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jueves, 26 de noviembre de 2020

LA EDUCACIÓN A SUBASTA

 La Lomloe pretende reducir la Educación a una herramienta al servicio de intereses ideológicos y separatistas.

 

RAÚL ARIAS

En el debate generado por la nueva reforma educativa se insiste en que cada Gobierno trae un nuevo modelo bajo el brazo que nace sin consenso, dando a entender que es más de lo mismo. Discrepo. Esta reforma es radicalmente diferente a las anteriores porque aspectos esenciales se han vendido al mejor postor, dejando en evidencia el poco valor que el Gobierno atribuye a la educación y el altísimo valor que tiene para algunos partidos políticos.

La tramitación de la Lomloe se ha acelerado en paralelo a la búsqueda de apoyos para aprobar el presupuesto. Esto ha degenerado en una subasta de nuestro sistema educativo. Los partidos políticos interesados en utilizar la educación como moneda de cambio son los que entienden el poder que supone controlar la educación para moldear las sociedades.

Los partidos más interesados en pujar han sido, por una parte, los nacionalistas y, por otra, los de izquierda populista. Los nacionalistas saben bien hasta qué punto la educación les ha funcionado como un instrumento eficaz para construir un relato sesgado y divisivo de la historia, y convertir la diversidad de lenguas en un objetivo a batir. La narrativa identitaria requiere que el español se trate no sólo como una lengua extranjera (algo que ya ocurría), sino como una lengua a extinguir, por la amenaza que para el imaginario nacionalista supone todo aquello que represente un vínculo con una historia y cultura en común. Por su parte, la izquierda populista antisistema pretende utilizar la educación para adoctrinar a los niños en aspectos ideológicos minoritarios, de forma que sus ideas se expandan entre las generaciones más jóvenes. Terraplanismo puro.

En la práctica estos dos objetivos son contradictorios entre sí, pues para conseguir un adoctrinamiento eficaz el Estado tiene que hurtar responsabilidades que les corresponden a los padres y negar la pluralidad de nuestra sociedad. Pero para satisfacer a los nacionalistas es necesario despojar al Estado de sus principales responsabilidades, tales como la defensa de una lengua e historia comunes y garantizar que los niños adquieren un nivel de conocimientos aceptable independientemente de la comunidad autónoma en la que residan. La no-solución a esta contradicción ha consistido en reventar los cimientos del sistema educativo: el Estado ya no se preocupa de que los niños aprendan, pues garantiza los títulos con suspensos.

Los ataques a la concertada pretenden impedir que los padres puedan elegir el tipo de educación que creen más adecuada para sus hijos. Para disimular este objetivo declara a la concertada segregadora y confía en que este adjetivo sea suficiente para demonizarla. Pero la experiencia internacional deja en evidencia una manipulación tan torticera. Son muchos los países que han conseguido pacificar asuntos que han dividido a sus sociedades garantizando a los padres el derecho a educar a sus hijos según sus creencias o valores. Es el caso de Holanda o Bélgica donde enfrentamientos históricos entre comunidades diversas se resolvieron creando escuelas concertadas que representan la diversidad de creencias y de valores que existen en una sociedad plural. En otros países, como el Reino Unido, la rápida expansión en los últimos años de un nuevo modelo de escuela concertada (academies) responde al hecho de que han demostrado su mayor eficacia al combinar un mayor grado de autonomía con unos mecanismos de rendición de cuentas más exigentes. Este modelo fue introducido por el Gobierno laborista (al igual que la concertada en España fue una iniciativa de un Gobierno del PSOE) y ha supuesto una transformación profunda del sistema educativo: las escuelas públicas que se han sumado a este modelo han pasado del 6% al 60% en pocos años porque los padres han mostrado una clara preferencia por un modelo que les asegura mejores niveles de rendimiento. Esta expansión ha sido posible porque sucesivos Gobiernos de diferente signo político han respetado aquellas reformas educativas que han tenido un impacto positivo.

España no es una excepción en tener una doble red de colegios públicos, ni destaca en cuanto al porcentaje del alumnado que estudia en la concertada (25%). De hecho, son varios los países en los que más de la mitad de los alumnos estudian en ella (como Irlanda, Holanda y Reino Unido) y en otros la concertada representa la casi totalidad del sistema educativo (Hong Kong). Si analizamos el rendimiento de los alumnos de estos países (según PISA 2015) observamos que todos obtienen mejores resultados y disfrutan de un mayor nivel de equidad que España. De hecho, PISA concluye que los países con mejor rendimiento tienen un mayor porcentaje de alumnos en la concertada, sin que ello perjudique el nivel de equidad.

Visto lo visto, ¿qué quiere decir el Gobierno cuando denuncia a la concertada por segregadora? Supongo que algo parecido a lo que declaró el ministro socialista de Educación de Chile Eyzaguirre: «Lo que tenemos actualmente es (...) a un competidor corriendo con patines de alta velocidad y otro descalzo. El descalzo es la educación pública. Entonces, me dicen, ¿por qué no entrenas más y le das más comida al que va descalzo? Primero tengo que bajar al otro de los patines». Traducción propia: un sistema educativo equitativo e inclusivo debe anular aquellas partes del modelo que obtengan mejores resultados, en lugar de emularlos. De esta forma, el sistema generará resultados uniformes... y mediocres.

El mantra más peligroso es el que afirma que para conseguir la equidad hay que evitar todo elemento segregador, es decir, que suponga un tratamiento diferente de los alumnos. En este sentido España sí es una excepción en el panorama internacional, pues no se permite organizar a los alumnos en clases o grupos según su rendimiento, y de hecho no se permite siquiera evaluar el rendimiento mediante estándares nacionales. Se trata de un error mayúsculo. El mayor freno al aprendizaje es la dificultad de los profesores para conseguir que los alumnos aprendan cuando la diversidad en el aula es elevada. El Nobel de Economía Kremer (reconocido por el impacto de sus estudios en la lucha contra la pobreza) ha demostrado que cuando se separa a los alumnos según su rendimiento en grupos o clases, todos aprenden más y mejor, pero quienes más se benefician son los alumnos de bajo rendimiento pues los profesores pueden centrarse en sus necesidades, evitando que se queden relegados.

En España un 66% de los profesores cree que el principal impedimento al aprendizaje de los alumnos es la enorme diversidad de niveles de rendimiento dentro del aula. Esto es consecuencia de un modelo supuestamente inclusivo que no acepta la obviedad de que gestionar la diversidad requiere ofrecer diferentes opciones para conseguir metas comunes, lo que lleva a los alumnos más desfavorecidos a repetir curso cuando los profesores estiman que el retraso que han ido acumulando a lo largo de los años no se puede superar de otra forma. Alrededor del 20% de los alumnos (mayoritariamente de entornos familiares desfavorecidos) acaban abandonando porque han sido desatendidos por el sistema educativo que es ciego a las diferentes necesidades del alumnado. Esta doctrina inclusiva adquiere tintes particularmente sangrantes en el caso de los niños que sufren discapacidades, pues se pretende arrebatar a los padres del derecho a que reciban atención especial.

La mayor traición a las reglas de todos los sistemas educativos es renunciar al valor a los aprobados, permitiendo pasar de curso y titular con suspensos. La utilidad de los aprobados se enseña en Barrio Sésamo: señalizan que se ha alcanzado un nivel de conocimientos. Las consecuencias son fáciles de prever: desaparecerán los incentivos al esfuerzo, no habrá metas que guíen a profesores y alumnos, los títulos perderán todo su valor y no se podrá evaluar el impacto de diferentes políticas. La Lomloe arrebata a la Educación el papel que la adquisición de conocimientos tiene como motor de la movilidad social y de crecimiento económico, destruye la Educación nacional y pretende reducirla a una herramienta al servicio de intereses ideológicos y separatistas. Ninguna reforma anterior ha mostrado tal desprecio por la Educación.

 

                                                                 MONTSERRAT GOMENDIO  Vía EL MUNDO

Montserrat Gomendio es profesora de Investigación del CSIC y ha sido secretaria de Estado de Educación.

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