El diario El País se despachó ayer con un editorial paradigmático, por cuanto ejemplifica lo que ha hecho del periodismo una profesión instrumental, al servicio no ya de grupos de interés sino, en una última y prodigiosa vuelta de tuerca, de determinados nombres propios. La pieza en cuestión contenía, entre otras, la siguiente perla: “Una parte de la opinión pública española, agitada por informaciones poco contrastadas o incluso dirigidas, está atravesando por una fase en la que se persigue con saña cualquier atisbo de delito, sospecha de corrupción o incluso infracciones dudosas o sin confirmar”. Como telón de fondo, los “papeles de Panamá", que algunos medios vinculan a Juan Luis Cebrián, el gran jefe del Grupo PRISA.
Se trataba en realidad de lanzar una advertencia, concretamente a algunos miembros del gobierno en funciones
Sin embargo, en el texto no se pedía árnica en nombre del interesado, sino que se utilizaba aAna Duato e Imanol Arias como personas interpuestas. De pronto, la insigne cabecera que, durante décadas, ha sido por decreto la referencia del progresismo patrio y uno de los pilares sobre los que se asienta el actual statu quo, se sintió compelida a salvar del linchamiento a dos "nuevos ricos" que, aunque actores populares, son a todas luces personajes menores. Se trataba en realidad de lanzar una advertencia, concretamente a algunos miembros del gobierno en funciones, evitando, eso sí, juntar en la misma pieza los “papeles de Panamá” y el nombre del verdadero interesado. Porque hasta ahí llega la gallardía de quienes a la postre se erigen en adalides de principios fundamentales de la Democracia, tal cual es la presunción de inocencia, después de décadas de patearlos.
Que desde las páginas de El País se apunte a la existencia de “un macartismo arraigado en amplias capas de la sociedad” es cuando menos un derroche de cinismo. Hace falta tener el rostro duro como el cemento. Precisamente, el macartismo que hace tiempo prolifera en la sociedad española y que ahora denuncian, ha tenido en ese diario, durante décadas, su mejor promotor, un aliado inasequible a la piedad y la decencia. Seguramente, tal cual es costumbre en quienes han hecho de los más grandes principios negocios todavía más grandes, hay macartismos y macartismos; están los que sirven a determinados intereses y los que son un incordio. He ahí la diferencia entre el buen inquisidor y el malvado hereje que debe ser quemado en la hoguera.
Continúa la pieza de marras argumentando que “lo más grave de este caso es que en ese enrarecimiento de la convivencia, que bordea en algunos casos el linchamiento moral con la contribución de algunos medios de comunicación, participan activamente instituciones públicas que deberían tener la distancia y la frialdad como normas”, como si de filtraciones de las más altas instituciones nunca hubieran hecho noticias en el diario de PRISA. Del “linchamiento moral” mejor ni hablamos. Qué amargo debe ser pasar de victimario a víctima; de intocable a señalado.
La corrupción, aseguran, se combate desde la serenidad… y el apaño, como es costumbre
Decía el gran Molière que "la hipocresía es el colmo de todas las maldades". Y así es. De hecho, que algunos abanderen principios democráticos a cuenta de un quítame de ahí esos papeles panameños, demuestra hasta qué punto el mal ha progresado en esta España de señoritos y mandados. No es ya que el editorial travestido de regeneracionismo sea más que sospechoso, es que resulta ofensivo para quien tenga la más mínima memoria. No obstante, por si quedaba alguna duda, y en prevención de que el recado no llegara suficientemente nítido a sus destinatarios, al final de la pieza se aclara el verdadero propósito de tanta dignidad democrática sobrevenida: toda filtración que compromete a quien no debe vulnera las reglas del juego no escritas. No nos lastimemos mutuamente. La corrupción, aseguran, se combate desde la serenidad… y el apaño, como es la
costumbre. Nunca rompiendo la sagrada ley del silencio en la que, como muy bien saben, se asienta el régimen. Avisados están quienes en el PP se empeñan en jugar con fuego, a demasiadas bandas. Todo sea por defender la democracia en tiempos tan difíciles, donde papeles llenos de nombres “ilustres” aparecen y desaparecen por arte de magia.
costumbre. Nunca rompiendo la sagrada ley del silencio en la que, como muy bien saben, se asienta el régimen. Avisados están quienes en el PP se empeñan en jugar con fuego, a demasiadas bandas. Todo sea por defender la democracia en tiempos tan difíciles, donde papeles llenos de nombres “ilustres” aparecen y desaparecen por arte de magia.
JAVIER BENEGAS Vía VOZ PÓPULI
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