La Ilustración, aquella que se construye
contra el cristianismo, la visión atea y la que tenía como objetivo la
destrucción de la Iglesia, el deísmo, construyó una serie de mitos, que perviven, no tanto por la razón de los hechos como por la propaganda política,
en términos más actuales, el formateado de las mentes. El mito de
Hipatia, para citar una referencia concreta, es un excelente ejemplo de
ello. No hace muchos años aun se produjo una película que recogía punto
por punto el antañón esquema ilustrado que carecía de base histórica. En
esta acción de desprestigio dos son los grandes mitos que se arrastran. Uno, que la Edad Media fue una época oscura de la humanidad; el otro, más global, que la Iglesia es un factor negativo para la civilización.
Ante estos relatos, que incluso se
imparten en las universidades a base de convertir anécdotas históricas
en categorías, lo mejor es aplicar la fuerza de los hechos. Tres excelentes libros cumplen perfectamente la misión de presentar la realidad histórica. Uno, Aristóteles y el Islam de Sylvain Gouguenheim, lleva un subtítulo bien explícito: las raíces griegas de la Europa cristiana,
y resume de forma excelente la realidad de que no fue el Islam quien
aportó los conocimientos de la Grecia clásica a la Europa medieval, sino
que fue el heredero natural de aquella, el cristianismo bizantino,
quien lo trasmitió al Islam -donde pronto fue liquidado- y a la propia
Europa latina. El segundo es un clásico que como tal sigue siendo
imprescindible, La Religión y el Origen de la Cultura Occidental de Christopher Dawson. Por último, un imprescindible de uno de los mayores medievalistas de nuestro tiempo, Jacques Le Goff, en su En busca de la Edad Media.
Quien quiera entender lo que somos necesita leerlos
Un apunte sobre Europa
El cristianismo construye las fuentes morales de Europa, una cultura específica; y, por tanto, es la infraestructura del pensamiento e identidad europea. Es un proceso histórico que determina una cultura y una concepción moral, un proceso que como mínimo comienza en el siglo III (260 d. C. edicto Galiano) y que, desde el siglo VI hasta el XVIII, actúa de manera prácticamente única. Y que en los dos últimos siglos sigue siendo determinante, primero en la superación de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial y la reconstrucción de la unidad europea; segundo, en la caída del régimen soviético y la reincorporación a Europa de los llamados “países del este”.
Es una interpretación generalmente
compartida, sobre todo después de la revisión crítica a la que ha sido
sometida la Revolución Francesa, que los ingredientes intelectuales de la que surge pertenecen de manera determinante al cristianismo.
Hay que decir que era improbable que no fuera así, porque ese es el
sistema referencial del que nace. Nada en la sociedad humana surge ex novo.
Para situar una referencia, vale la de Charles Taylor quien en Fuentes de Yo, un
excepcional análisis de donde procede nuestra forma de pensar, destaca
la dependencia que tiene de San Agustín la concepción sobre la
interioridad de Rousseau. El mismo marxismo, es también la obra
extraordinaria de un judío, que traspasa a la clase trabajadora la
concepción mesiánica y de pueblo escogido de los hebreos, y la promesa
del cielo cristiano en la tierra. Por eso ha sido siempre una tentación
difícil de refrenar confundir Marx con los Evangelios.
Como explica Dale K. Van Klein en su minucioso Los Orígenes Religiosos de la Revolución Francesa,
el jansenismo en su evolución interpretativa del galicanismo, concibe
un sistema institucional en que la Iglesia está casi totalmente
subordinada al príncipe, hasta el punto que los tribunales pueden juzgar la doctrina
(como así lo hizo el Parlamento de París con la teología moral de los
jesuitas) y la actuación pastoral, como ocurre en el conflicto de no dar
la extremaunción a presuntos jansenistas. El Estado debe intervenir en
la regulación eclesial de los sacramentos para “garantizar a los
ciudadanos la igualdad de sus derechos”.
EDITORIAL de FORUM LIBERTAS
Muchas gracias al blog por el artículo, me parece una buena forma de llegar a mas personas, para que sigamos el camino de Dios lleno de amor y paz entre nosotros, siempre hay que orar, solos o acompañados de la familia.
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