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lunes, 2 de mayo de 2016

LA PARTIDOCRACIA, CULPABLE DE NUESTRA CRISIS POLÍTICA



España se encuentra inmersa en una grave crisis política: los partidos han sido incapaces de elegir a un nuevo presidente del Gobierno, porque han mareado la perdiz durante cuatro meses pero sin lograr su objetivo, dado que van a lo suyo, como siempre. Entretanto, el Congreso de los Diputados se ha estado divirtiendo a nuestra costa. Y ahora ¿qué?. Pues, ahora, se nos aplica "la legislación vigente" para solventar la crisis política en que nos han metido los políticos, los obligados a resolver el problema, como si los votantes nos hubiéramos equivocado en las elecciones del pasado 20-D. ¡Con lo fácil que sería para los ciudadanos elegir directamente al presidente del Gobierno, en primera o en segunda vuelta!

El callejón sin salida en que nos han metido los partidos políticos es una crisis política generada por la egoísta partidocracia que padecemos, la obligada a resolver el problema. La crisis política que España tiene ahora es sistémica, porque no se habría producido si a los ciudadanos nos dejaran elegir directa y democráticamente al presidente del Gobierno. Es el sistema político partidocrático el culpable de esa crisis: en realidad nuestra verdadera crisis política es la antidemocrática existencia de la cancerígena partidocracia, no el hecho puntual de que los partidos no quieran elegir a un jefe de Gobierno.


Para "resolver" esa grave crisis política, los partidos solo nos recetan una "aspirina": aplicar la legislación vigente; o sea, realizar unas nuevas elecciones y, por supuesto, con el dinero de los contribuyentes. Y lo hacen sin sonrojarse, como si ello fuera la solución. Nos toman por tontos, como si no supiéramos que los problemas políticos se solucionan con medidas políticas, no con remedios jurídicos impuestos por los nefastos y mafiosos partidos integrantes del sistema, tan ineptos como egoístas, a los que trae sin cuidado el interés general.

Esos partidos, que van a elegir en listas cerradas y bloqueadas a los mismos diputados de la finiquitada legislatura, saben que en las elecciones generales del 26-J los resultados serán más o menos similares a los del 20-D, pero con mayor abstención de los votantes. Entonces el PP de Rajoy tampoco podrá gobernar porque el PSOE ya ha dicho que no apoyará la Gran Coalición, y Ciudadanos ha dejado claro su actual y futuro boicot a que sea Rajoy el nuevo presidente del Gobierno. Y un Gobierno estatal de izquierdas seguirá siendo posible si lo apoyan los independentistas catalanes, haya o no sorpàsso de Podemos+IU al PSOE. Este es el panorama que resultará del 26-J. Por lo tanto los partidos tampoco se pondrán de acuerdo para formar un nuevo Gobierno estable y, como mal menor o mayor, el inmovilista Rajoy seguirá siendo presidente del Gobierno en funciones. Por supuesto, a él no le importará seguir siéndolo durante el resto de su vida, pero a España y a los españoles sí que ello nos afectaría negativamente.


Desde luego, como unas segundas, terceras, o cuartas, o enésimas elecciones generales no solucionarán nada si no se modifica radicalmente nuestra partidocracia dominante, habrá que abandonar finalmente la confianza en la solución jurídica que ofrecen los ineptos partidos que tenemos y, como ya ocurrió en la Transición política de finales de los años setenta del siglo pasado, habrá que buscar una solución política, desde la ley y con la ley, reformando al menos la Ley Electoral y el artículo 99 de la Constitución española, para que se establezca una nueva y factible manera de elegir al presidente del Gobierno. Este parche sí que desbloquearía la situación, pero mantendría el problema de fondo, que es el hecho de que en España manda una partidocracia inepta y anacrónica: no hay verdadera democracia porque no hay separación de poderes y  es una anomalía nada democrática que el poder legislativo elija al poder ejecutivo (presidente del Gobierno) y al poder judicial (CGPJ).

A largo plazo, la única solución de la crisis política que padecemos es la instauración de la verdadera democracia en España, con una auténtica separación de los tres poderes, que habrán de ser elegidos por los ciudadanos en tres elecciones distintas. En efecto, el pueblo debe elegir a sus diputados o representantes políticos directamente en distritos uninominales, en primera o segunda vuelta; pero además habrá de elegir también al presidente del Gobierno directamente, una tarea fácil, en primera o segunda vuelta, que ahora parece imposible para los actuales diputados que solo representan a sus partidos políticos que son los que los han propuesto en listas cerradas y bloqueadas.
 En realidad, la partidocracia y los políticos son, paradójicamente, el obstáculo principal que impide la auténtica regeneración democrática de España porque subordinan el bienestar y la voluntad popular a sus propios intereses y privilegios. Esta afirmación no supone ninguna novedad, pues ya la definió así, con carácter universal, el economista James Buchanan en su Public Choice, o Teoría de la toma de decisiones públicas. Los políticos están solo al servicio de su partido que los ha propuesto en sus listas de elegibles, por lo que no se consideran mandatarios de los ciudadanos.
 


Por lo tanto, cuanto antes, lo quieran o no los anacrónicos y mafiosos partidos que nos avasallan, tendremos que ir a un proceso constituyente instaurador de la verdadera democracia en España. Desde 1978 hasta hoy ha transcurrido mucho tiempo y los ciudadanos nos hemos convertido ya en mayores de edad políticamente. Ha llegado la hora de que los partidos comiencen a servir a los ciudadanos, olvidándose de los intereses egoístas y sectarios que hasta hoy les guían. Los partidos deben espabilarse y actualizarse, porque la sociedad civil, los ciudadanos, el pueblo, ya nos hemos espabilado y exigimos una nueva Ley Electoral para elegir directamente a nuestros representantes políticos en distritos unipersonales para que sirvan a los intereses generales, no a sus partidos.

Entonces, con una Constitución debidamente actualizada, los ciudadanos elegiremos fácilmente al presidente del Gobierno, a los diputados legisladores y a los integrantes del CGPJ, sin tener que ser tutelados y mediatizados por unos partidos políticos que, por lo visto, marean permanente la perdiz y no saben, o no quieren, elegir al presidente del Gobierno; pues prefieren someternos a sucesivas elecciones generales, despilfarrando además el dinero de los contribuyentes y, sobre todo, las expectativas de desarrollo económico y bienestar social de una España que, si no fuese gobernada por la  partidocracia, podría salir de nuestra permanente crisis política, convirtiéndose en un Estado democrático donde todos los ciudadanos fuésemos libres e iguales ante la ley.

                                   
                                                                                  JOAQUÍN  JAVALOYS.


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