Los ministros de Finanzas negociaron desde las 15:00 de este martes hasta la madrugada, pero la negativa de Italia y la división norte-sur han dejado en el aire un paquete de medio billón de euros
La vicepresidenta tercera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño.
Para el gran público, el debate sobre la respuesta europea al coronavirus trata sobre si la UE entra o no en el mundo de los eurobonos, la emisión conjunta de deuda. La realidad es más prosaica, pero no por ello las divisiones dejan de ser profundas. Los ministros de Finanzas de la Unión debían decidir este martes si daban la luz verde a un paquete de medio billón de euros ante el coronavirus, pero la fractura total norte-sur y la negativa italiana a dormir el debate de los eurobonos han dejado la aprobación en el aire y la reunión entrando de lleno en la madrugada. Tras 16 horas de reunión, y tras fracasar en la búsqueda de un terreno común, el Eurogrupo ha suspendido la reunión, que retomará este jueves.
Las profundas divisiones, especialmente entre Italia y Países Bajos, ponen en riesgo todo el paquete que el Eurogrupo debía aprobar, y que, aunque más sencillo que el complejísimo y basto debate de los eurobonos o coronabonos, ha llevado también al choque directo entre Roma y La Haya. Francia y Alemania se han unido para pedir a ambos socios a que muevan sus trincheras. "Junto a Bruno Le Maire (ministro de Finanzas francés) pido a todos los países del euro que no se nieguen a resolver estos difíciles problemas financieros y que faciliten un buen compromiso para todos los ciudadanos", tuiteó Olaf Scholz, ministro de Finanzas alemán después de que la reunión fracasara.
El bloqueo es importante porque no hay terreno común, pero todo se concentra ahora mismo en un baile de palabras. El Eurogrupo busca de qué forma el texto pueda ser lo suficientemente vago, pero lo suficientemente concreto, como para que todos los ministros puedan tragarlo y dejarlo ya en manos de los líderes. Todo esto sin entrar ni siquiera en el fondo de la cuestión, en el asunto que de verdad va a divididir a la UE cuando llegue el momento de discutirlo: cómo diseñar un plan de recuperación y, sobre todo, cómo financiarlo. Las divisiones ya son muy profundas en qué medidas adoptar para frenar la hemorragia. Así que prometen ser todavía más difíciles de superar cuando toque discutir qué terapia seguir para sacar al enfermo del hospital. El movimiento de la Unión contra los efectos económicos del coronavirus es un baile de dos pasos, uno primero, el que se discute a fondo ahora, de reacción inmediata, uno segundo, de largo alcance, y que algunos países quieren que se comience a dar ya por el miedo a que los nórdicos nunca lo lleguen a sacar del cajón.
Es cierto que Europa tiene un debate crucial, y que para muchos países la emisión conjunta de deuda es la única salida a una situación que, de lo contrario, pone en riesgo la eurozona y dejará una serie de países mucho más tocados que otros. Pero este martes y en las primeras horas del jueves todo iba de algo relativamente, al menos en teoría, más sencillo: medidas provisionales, seguramente parches, para articular una respuesta económica al coronavirus. Pero al final el debate se ha visto de nuevo afectado por las profundas divisiones acumuladas en las últimas semanas, por las diferencias ideológicas, y que no solo se extienden a la emisión conjunta de deuda, sino que también afectan al propio paquete que había sobre la mesa: la condicionalidad, la desconfianza norte-sur, la incapacidad de mover líneas rojas.
Lo que los ministros tenían frente a ellos era una respuesta económica al coronavirus que podría alcanzar los 500.000 millones de euros: 200.000 millones de garantías paneuropeas del Banco Europeo de Inversiones (BEI), otros tantos que podrían llegar como líneas precautorias de crédito del MEDE a cambio de condicionalidad 'light', aunque este sigue siendo un punto de choque, y por último el plan de apoyo al empleo (SURE) de la Comisión Europea, que podría alcanzar los 100.000 millones de capacidad. Y los países del sur querían que no se quedara ahí: que hubiera una mención a la siguiente fase, la de reconstrucción, con un gran plan. Y la palabra "gran plan" lleva, inevitablemente, al problema de la financiación. Ahí es donde todo se bloquea.
No hace falta hablar de coronabonos para que haya un choque frontal norte-sur, este paquete generara ya divisiones, porque hay dos fundamentales: Países Bajos quiere que SURE no sea el embrión de un seguro europeo de desempleo, por lo que insiste en su temporalidad, y, la división más grave, las líneas precautorias del MEDE tienen en pie de guerra a medio Eurogrupo. España e Italia insistieron desde el primer momento en que estas líneas no deberían tener una condicionalidad. Recuerden: cuando en los años de la crisis se pedía dinero al fondo europeo de rescates, esos euros llegaban con todo el paquete de la Troika, ajustes tremendos, hombres de negro… Madrid y Roma no quieren nada de eso y ni siquiera la sombra de sospecha de que pueda ocurrir. Para los nórdicos no hay opción a que no haya algún tipo de condicionalidad, porque aparce en el tratado del MEDE.
Las divisiones políticas son tan profundas que hace pensar que el Eurogrupo, aunque vuelva a reunirse este jueves, devolverá, como ya hizo hace dos semanas, la pelota al tejado de los líderes de los Veintisiete, que ya finalizaron su último encuentro con un choque de trenes norte-sur después de que España e Italia se plantaran y se negaran a firmar las conclusiones en las que se mencionaba al MEDE y se preveía un corsé estrecho alrededor de él.
Condiciones para el MEDE
En las últimas semanas, se ha venido puliendo cómo usar el MEDE. España aceptaba la condicionalidad ‘light’ que se había dado a sus fondos, aunque desde el Gobierno señalan que el país no tiene necesidad de hacer uso de este instrumento. Las condiciones serían comprometerse a usar los fondos para la lucha contra el Covid-19 y sus efectos económicos, y el respeto al Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), un compromiso que puede convertirse en una condicionalidad bastante más dura en diferido.
Pero Países Bajos o Austria no están dispuestos a pasar por ese aro y creen que sigue siendo necesario que haya condicionalidad más dura, ajustes y supervisión adheridos a cualquier ayuda por parte del MEDE, algo que parece ser una línea roja para España, y por supuesto algo insalvable para Itaalia. No quieren que el eurofondo de rescate se use de una manera para la que no se diseñó, y no parecen tener intención de moverse de ese punto. Temen la idea del "dinero gratis", y quieren que se respete el espíritu del mecanismo: dinero a cambio de ajustes.
Y frente a ellos a una, con Nadia Calviño, vicepresidenta del Gobierno, defendiendo una postura intermedia y La Haya o Viena con las posturas más rígidas, está Italia, que directamente se niega a que aparezca el MEDE como solución si en el texto no hay referencias a la emisión de deuda conjunta u otros instrumentos, como el macrofondo de reconstrucción presentado por Francia y apoyado por España, que se financiaría con una única emisión de coronabonos y podría alcanzar varios puntos del PIB de la Unión. Para Roma, además, se trata de un elemento de política interna.
Lo cierto es que la visión del Eurogrupo es que tiene que haber alguna condicionalidad del MEDE, porque así se refleja en su tratado, pero se discutía una condicionalidad "ligera" como punto de salida. El problema es si esa condicionalidad debe decir algo sobre el futuro, sobre la etapa posterior a la crisis, porque los países nórdicos han pasado por el aro de que no haya condicionalidad en el momento de pedir el dinero, pero sí que debería haber un ajuste una vez haya pasado la crisis para corregir los desequilibrios. Y la cuestión es si la condicionalidad debe hacer una mención vaga al Semestre Europeo (las recomendaciones de la Comisión Europea) o si se deben identificar ajustes concretos por cada Estado miembro, que es la posición de los fiscalmente ortodoxos.
Solo queda poner de acuerdo a los núcleos duros del norte y el sur sobre un punto intermedio en la condicionalidad. Que tiene que haber condiciones, pero con la idea de que éstas no sean duras, y no puedan convertirse en duras en diferido. Será este el foco del nuevo Eurogrupo que comience este jueves. Si el bloqueo persste, entonces será la hora de que los líderes de los Veintisiete resuelvan sus diferencias.
División norte-sur
El telón de fondo de todas las divisiones sigue siendo el mismo: la divergencia en cómo el norte y el sur ven la zona euro. Especialmente de Países Bajos e Italia. Y esa no es una brecha que parezca sencilla de superar en una reunión, por muy maratoniana que sea. Por eso Mário Centeno, presidente del Eurogrupo, intentó, en vano, rebajar tensiones el sábado, pidiendo que los coronabonos se entendieran como parte de un debate posterior y amplio, pero rogando a los ministros que el Eurogrupo no volviera a fallar, dejando el trabajo a los líderes, y que dejara atado el paquete de 500.000 millones de euros. Quería evitar que el debate de la respuesta a corto plazo fuera rehén del farragoso debate sobre el largo plazo. Pero resulta que el debate sobre la reacción inmediata ya era, per se, farragoso y complicado.
Roberto Gualtieri, ministro de Finanzas italiano, se ha convertido en la figura que más se ha opuesto al hecho de que se cierre este debate de la respuesta rápida a la crisis sin dejar un hilo claro del que tirar para la siguiente fase, en la que se aborden instrumentos ambiciosos. En Roma, tienen miedo de que, una vez acordado este paquete, la discusión sobre la respuesta europea a los retos económicos del coronavirus se cierre en falso. Y prefieren dejar todo el actual paquete abierto antes de que se convierta en un caramelo envenenado. Por eso el italiano ha venido pidiendo referencias directas en el texto a los coronabonos.
Calviño está de acuerdo con Gualtieri, como lo está su homólogo francés, Bruno Le Maire, en la necesidad de que haya una herramienta de emisión de deuda que evite que unos países salgan de la crisis mucho más tocados que otros. Pero no están en línea con la actitud italiana. Y Gualtieri se está quedando relativamente aislado en el Eurogrupo, pero no por ello piensa rebajar sus exigencias.
Él, y su primer ministro, Giuseppe Conte, no solo tienen que lidiar con el hecho de que consideren o no que esta respuesta, técnicamente, sea correcta. Es que mientras Gualtieri trata de negociar un acuerdo ventajoso para Italia que le permita tragarse la posibilidad de que el MEDE juegue un papel, Matteo Salvini, líder de la derechista Lega y el favorito para ser próximo primer ministro, señalaba ante la televisión italiana que Italia no podía aceptar el MEDE porque sería “vender el país”. Ahí están las heridas de la Gran Recesión y la Troika.
España ha venido cediendo en el paquete actual porque lo considera de emergencia, en el corto plazo, y cree que entonces será el momento de pelear por la respuesta a medio y largo plazo, que será donde toque dar la batalla real por medidas más ambiciosas y por el llamado ‘Plan Marshall para la UE’ o plan de reconstrucción europea, para el que Francia ha presentado una propuesta. Pero sobre todo, y el punto más espinoso sobre ese posible plan: cómo financiarlo.
Este plan ha sido uno de los puntos han estado presentes en una reunión llena de tabús. Son tantos que no ha habido ni siquiera una mención directa a una mutualización de la deuda porque hay países que se niegan, no ya a considerarla, sino a discutirla. Hay un acuerdo sobre la necesidad de un fondo, y de nuevos instrumentos como los que propone Francia que permitan ayudar a afrontar una recesión profunda, pero al mismo tiempo ese debate se ve complicado por el hecho de que para algunos no es el momento correcto para mantener esta discusión.
Wopke Hoekstra, el polémico ministro de Finanzas holandés, ha señalado vía Twitter que "es demasiado pronto para un acuerdo sobre todo el paquete. Esto es una crisis de salud. Es importante que Europa ponga a disposción dinero extra para esto". Pero para nada más, ni entrar ya a discutir nada más. "Países Bajos estaba, está y estará en contra de los eurobonos porque aumentan los riesgos para Europa en vez de reducirlos. Además de ser imprudente, tampoco es razonable: mi país debería garantizar deudas contraídas por otros", ha explicado el holandés.
La reunión ha sido tensa, pero España, como Francia, cuenta con un cierto margen en la política interna que Italia no tiene, con un Gobierno que vive con una cuerda continua alrededor de su cuello y que a cada movimiento que hace tiene que tener en cuenta el aliento de Salvini de fondo. Así, la flexibilidad y la posibilidad de dejar cosas para el mañana se reducen. Roma está jugando un partido que va mucho más allá de medidas técnicas: versa, también, sobre su supervivencia política.
Para el Eurogrupo de esta madrugada, lo clave era reducir el nivel de contaminación del corrosivo debate sobre la respuesta a largo plazo. Desatascar la reacción en el corto, el plan de emergencia, y luego centrarse en apagar el incendio de la respuesta a largo. Pero para muchos países, ambos vasos están comunicados. Y el Eurogrupo, bloqueado y fracasando, una vez más.
NACHO ALARCÓN Vía EL CONFIDENCIAL
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