Hoy Iglesias tiene todo lo que entonces Sánchez le negó porque todavía no había sojuzgado al PSOE.
EFE
El 5 de enero de 2020 EL MUNDO tituló: "El Gobierno de Sánchez declara enemigos a jueces y medios críticos". Fue durante la primera sesión de su tercer intento de investidura. El periodismo es orden, contexto y anticipación. El director de EL MUNDO no tiene una bola de cristal sino olfato, hemeroteca y buenos periodistas. Así que reflejó lo escuchado en el Congreso para avanzar lo que venía. En noviembre de 2018, el actual vicepresidente plenipotenciario Iglesias se había manifestado ante el Supremo por "una Justicia al servicio de la gente".
Antes, en febrero de 2016, Iglesias envió a Sánchez un documento para su coalición. Sánchez sobrevive a base de ganar tiempo in extremis. Para sortear su caída, tiró pa'lante con aquella investidura, dio hilo a la cometa e Iglesias se pasó de frenada. Hoy tiene todo lo que entonces Sánchez le negó porque todavía no había sojuzgado al PSOE. Aquella propuesta incluía que los cargos más distinguidos de la Justicia -fiscal general, magistrados del TC y vocales del CGPJ, entre otros- debían elegirse por criterios de mérito, capacidad y "compromiso con el programa del Gobierno del cambio".
Durante la citada sesión de enero, Iglesias advirtió: "El próximo Gobierno tendrá muchos enemigos, poderes económicos y financieros con sus brazos mediáticos preparados para atacar (...) y puede que también haya algunos togados que pongan por delante su ideología reaccionaria frente al Derecho". Dos días más tarde, Sánchez fue investido presidente. Iglesias no esconde un caudillo sin desenvolver. Durante años, engatusó a periodistas orgánicos y generó picos de audiencia. A punto de zozobrar, se abrazó a Sánchez y juntos evitaron el naufragio.
Ahora afrontan una crisis a base de golpes de efecto, sonoros desaciertos, dilaciones, una obsesiva manía persecutoria y un singular y desmedido afán intervencionista y de control de la crítica. No hay test disponibles en número anunciado; no hay mascarillas ni un plan de salida. Sólo síntomas de colapso. Tras la tragedia de Vargas en 1999 y más de 30.000 muertos bajo lodo y escombros, Chávez rechazó la ayuda de EEUU. Aprovechó la catástrofe para asumir plenos poderes e imponer una economía de guerra mientras duraba la "reconstrucción", creó un organismo para la "dignificación", implantó el control de precios y promovió medidas de "confinamiento" hasta iniciar el "deslave", que desembocaría en un periodo que llamó "nuevo socialismo del siglo XXI". Pocos meses después, Vargas Llosa escribió: El suicidio de una nación.
JAVIER REDONDO Vía EL MUNDO
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