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sábado, 30 de mayo de 2020

El dopaje de Alemania a sus empresas con las ayudas del covid y la moraleja del Brexit

La crisis del coronavirus nos ha permitido observar en primera línea por qué son necesarios unos compromisos estrictos por parte del Reino Unido para la relación pos-Brexit

Foto: Angela Merkel. (Reuters) 

Angela Merkel. (Reuters)

Una de las cosas más difíciles para la Unión Europea es lograr que un concepto complejo pase del plano teórico al real. Michel Barnier, negociador europeo del Brexit y ahora al frente de las conversaciones con el Reino Unido para las relaciones futuras, ha intentado explicar durante meses la importancia del ‘level-playing field’ (LPF). Y al final han sido el coronavirus y el Gobierno alemán los que han explicado todo lo que Barnier se ha esforzado por demostrar.
El LPF son provisiones que garantizan una cierta “igualdad de condiciones”, que buscan evitar que, por ejemplo, el Reino Unido pueda rebajar de manera drástica sus estándares medioambientales, laborales o fiscales mientras se beneficia de un alto nivel de apertura del mercado interior. Cuanto más acceso quiera Londres a los mercados europeos, más tendrán que parecerse los estándares.
Uno de los campos clave en los que se considera que es necesario el LPF es en materia de ayudas de Estado. Evitar que el Gobierno británico pueda, por ejemplo, rescatar miles de empresas británicas, inyectarles dinero para hacerlas más competitivas o prestar ayuda a estas firmas, que por lo tanto contarían con ventaja respecto al resto de compañías europeas con las que competirían por el alto nivel de acceso al mercado interior.
Y la complejidad de ese escenario ha quedado demostrada. Y no por el Brexit sino por el coronavirus. Con el inicio de la pandemia, y el comienzo de un rápido hundimiento económico, la Comisión Europea ha ido abriendo la mano y flexibilizando las ayudas de Estado con la finalidad de que los gobiernos nacionales puedan prestar ayuda a sus compañías en aprietos.
El resultado es que de los más de dos billones de euros en ayudas de Estado notificadas por los Estados miembros a Bruselas, que tiene que dar su visto bueno a que sean equilibradas, casi la mitad proviene de Alemania, que no es uno de los países más golpeados por el virus, y muy por detrás se encuentran Italia (18%), Francia (16%) y España (solo el 4%).
El Gobierno español se ha mostrado preocupado por esta situación, porque considera que tiene el potencial de generar una fractura en el mercado interior. Empresas alemanas menos viables podrían salvarse gracias al músculo financiero de Berlín que algunas empresas más viables de España o Italia. El eje del mercado interior se movería más hacia el norte, y pondría en riesgo todo el equilibrio.

¿Por qué quedarse en España?

Alemania ha mostrado el escenario que Bruselas teme que se pudiera dar con el Reino Unido. Un país que pueda dar más ayudas de Estado, que en el resto de Europa volverán a ser ilegales cuando pase la pandemia, y que además ofrecería estándares laborales más bajos, más permisibilidad con la contaminación y con un acceso al mercado interior privilegiado desde fuera de la Unión Europea. Alguien que tenga una fábrica en Valencia o en Andalucía, que haga frente a altos estándares laborales y medioambientales, y pueda relocalizar su empresa en Gales, pudiendo contaminar más, con ventajas fiscales y además ayudas de Estado, mientras mantiene el acceso al mercado europeo, ¿por qué iba a quedarse en España?
Es un escenario que una Europa que intenta entrar en una nueva fase dominada por los compromisos medioambientales y la defensa de un nuevo multilateralismo no puede permitirse. Y Barnier tiene la determinación de mantenerse firme en este compromiso mientras los Estados miembros lo hagan. Lo que está enseñando la experiencia del coronavirus con Alemania quizás ayude a reforzar ese principio negociador.
Michele Barnier. (Reuters)
Michele Barnier. (Reuters)
El próximo 1 de junio comienza una ronda de negociaciones clave para la Unión Europea y el Reino Unido, al que se le acaba el tiempo para notificar si quiere prorrogar o no las conversaciones más allá del 31 de diciembre de 2020, para lo que debería enviar una petición de prolongación de negociaciones antes del 1 de julio.
Esta ronda es clave, porque el atasco es importante, y finalizó con ambos negociadores calificándola como “decepcionante”. Hubo algunos progresos discretos en las últimas sesiones de negociaciones, especialmente en lo referido a pesca, pero es cierto que Londres y Bruselas siguen muy alejadas en muchos asuntos clave para ambos lados de la mesa.
“El mayor obstáculo es la insistencia de la UE en incluir un conjunto de nuevas y desequilibradas propuestas en el llamado ‘level-playing field’ que atarían este país a las normas y estándares comunitarios”, aseguró David Frost, negociador británico, tras la última ronda, lo que demuestra hasta qué punto las prioridades negociadoras están alejadas, lo que hace que sea difícil ver zonas de progreso claves en la próxima ronda.
Barnier insiste en que no firmará ningún acuerdo que ponga en riesgo la integridad del mercado interior. Y si alguien quiere comprobar cómo sería hacer frente a un escenario pos-Brexit sin compromisos de un LPF, Alemania está mostrando lo que sería únicamente una parte del problema.

                                                   NACHO ALARCÓN Vía EL CONFIDENCIAL

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