Recuerdo el título de la gran novela de Fedor Dostoievski. ¿Es justo el sistema democrático y todo crimen o pecado conlleva su castigo?
Así parece por las consecuencias que las elecciones catalanas están teniendo para Artur Mas y Mariano Rajoy, los dos gobernantes que durante casi cuatro años han cerrado a cal y canto la puerta del diálogo y han llevado a una situación cercana al precipicio al gran problema de España: la incardinación de Cataluña en el Estado.
Vamos primero con Mas. Nadie puede discutir ya que es un estajanovista inasequible al desaliento. Pero no son cualidades suficientes si la ruta emprendida es equivocada, porque cuanto más acelere el esforzado piloto, más se alejará del objetivo. Si ha puesto ruta a Marruecos creyendo que va hacia Dinamarca. El soberanismo ha aguantado el 27-S porque su porcentaje total de votos ha bajado muy poco (del 49,15% al 47,74%) respecto a 2012, pese a la deserción de Unió Democrática, que ha obtenido un insuficiente 2,5%, y un aumento de la participación de nada menos que 10 puntos -del 67 al 77%- que siempre se dijo que sería la tumba del independentismo. Un serio aviso para Madrid pero también para Mas, porque aunque ha ganado las elecciones autonómicas ha perdido las plebiscitarias.
Pero el drama de Mas es que los partidos clásicos y las organizaciones de masas como la ANC y Òmnium Cultural, que esta vez iban juntos en una lista unitaria a la que se atribuían efectos milagrosos, han bajado cinco puntos, del 44,4% al 39,5%, mientras que la radical y asamblearia CUP ha subido un porcentaje equivalente, del 3,5% al 8,2%. Los partidos clásicos y las organizaciones de masas han logrado subir un 0,4% y llegar a los 1,6 millones de votos, pero la CUP los ha incrementado un 166%, hasta los 367.000. Sigue siendo el último grupo del Parlament pero a solo un escaño y 48.000
votos del PPC.
Un serio revolcón para Artur Mas, que tenía fe de carbonero en la lista unitaria, y para Mariano Rajoy, su 'socio' en el negocio de la confrontación. Atención a Joan Manuel Serrat, el gran cantante catalán que es un embajador de la cultura española, que acaba de decir que el enfrentamiento conviene tanto al Gobierno catalán como al español porque evitan así, mientras se discuten las esencias -si Cataluña es soberana o si España es la nación más antigua de Europa-, rendir cuenta de su bastante insatisfactoria obra de gobierno.
No obstante, el gran desastre para Artur Mas lo ha puesto de relieve en El Confidencial hace muy pocos días una brillante crónica de Antonio Fernández. En la batalla entre los dos partidos clásicos del nacionalismo catalán -CDC y ERC-, los de Artur Mas han salido trasquilados mientras que los de Oriol Junqueras -quizá más hábiles- han consolidado posiciones. Artur Mas se ha corrido del soberanismo amable de 2012 al independentismo dogmático, lo que le deja prisionero de ERC y con poca capacidad negociadora.
Además, CDC ha bajado de 62 diputados en 2010 y 50 en 2012 a solo 30 ahora. ¡Son 20 menos en tres años y menos de la mitad en cinco!
Mientras, ERC ha pasado de los 10 de 2010 a 21 en 2012, que ha logrado conservar ahora. Finalmente, Artur Mas mandaba desde un Gobierno monocolor condicionado por el apoyo parlamentario de ERC pero ahora tendrá que pasar –si logra ser investido- a un Gobierno de coalición CDC-ERC (60% de las 'consellerías' para CDC y 40% para ERC) condicionado por el apoyo externo de la CUP.
Las clases medias catalanas están conmocionadas de que Artur Mas tenga que implorar el visto bueno de la CUP
Pero el vía crucis de Artur Mas no ha hecho más que empezar, porque para su investidura necesita el voto positivo de al menos dos diputados de la CUP, quehan basado su campaña en proclamar su desprecio a España y en prometer no votar al 'president' de los recortes sociales, la corrupción y las privatizaciones. ¿Cambiarán de criterio? ¿Logrará CDC alguna operación similar -ojo, por motivos patrióticos- a la del 'tamayazo' madrileño? En este momento no creo que lo sepa ni la CUP. Puede pasar de todo.
Y si la revolucionaria CUP -que quiere salir no solo de España sino también de la UE y del euro- se mantiene firme, ¿estaría dispuesto Artur Mas a retirarse y a dejar la presidencia en manos de Oriol Junqueras, Raül Romeva o la vicepresidenta actual, Neus Munté, que tiene la ventaja de ser de CDC y provenir del ugetismo? Solo Artur Mas lo sabe, pero el mensaje de CDC es que, o se reelige al 'president', o nuevas elecciones -previa autodisolución del Parlament si en dos meses no hay nuevo titular de la Generalitat- en febrero o marzo.
El panorama no puede ser más desolador para un 'president' que pintaba la independencia como un ambicioso, civilizado y estimulante viaje a Ítaca. Ya no son solo el Foment -la gran patronal- o los dos grandes bancos catalanes -Caixabank y el Sabadell- los que alertan. Es el presidente de la PIMEC, la pragmática patronal de las pequeñas y medianas empresas, que se ha manifestado en algunas ocasiones a favor del derecho a decidir, quien expresa ahora su honda inquietud. Su veterano presidente, Josep González, dijo la semana pasada que la economía necesitaba un Gobierno estable y “con
sensibilidad empresarial”. Vale, pero mientras tanto Josep Rull, el coordinador del partido que hace unos años representaba a las clases medias, negocia con la CUP con un solo objetivo: ceder, ceder… para que se vote a Artur Mas. ¡Vaya tropa!, que diría Federico Trillo.
Ayer un activo miembro de la burguesía catalana, pragmático y nada contrario a CDC, manifestaba serio malestar: “El pacto con ERC tenía riesgos, pero desde el punto de vista catalanista era digerible y no ha entorpecido demasiado la gobernación, pero otra cosa es pasar a depender de la CUP, una organización revolucionaria que quiere salir del euro y para la que la independencia es solo una etapa de la revolución social. Empiezo a estar seriamente preocupado por la deriva”.
Cuando Aznar pregona que Ciudadanos ha sintonizado mejor con el electorado de centro-derecha que el PP, ¿quiere ayudar o hundir a su partido?
Sí, Artur Mas ha empezado el vía crucis causado por su deriva del catalanismo pragmático del “ara conve” (ahora conviene), o de hacer “la puta i la Ramoneta” de Jordi Pujol, al dogmatismo independentista.
Pero la situación de Mariano Rajoy no es mejor. Los éxitos económicos (relativos) de la legislatura parecen no poder tapar el gran fracaso político. Y de este fracaso es parte constitutiva el inmovilismo total respecto a Cataluña. La sentencia del Estatut de 2010 abrió una grieta de profunda desafección. En
campaña lo ha venido a reconocer (“puede que la sentencia fuera vista en Cataluña como una agresión”) el propio candidato del PP, Xavier García Albiol, que no está en el ala moderada del PPC. Pero la historia es pasado. Lo imperdonable es que desde 2012 -y pese a que Artur Mas se lo ha puesto difícil- Rajoy no ha sabido, quizá tampoco ha querido, hacer ni un gesto de aproximación.
Y los resultados del domingo ya le están pasando factura. Que al final de su legislatura 1,95 millones de catalanes -el 47,8% de los votantes con una participación del 77%- se hayan inclinado por listas independentistas es un fracaso en toda regla. De España, del Estado y del partido que gobierna.
Y los fracasos no pueden capitalizarse, al contrario de lo que quizá pensaba la derecha del PP, que apostaba (quizá todavía apuesta) a que el grueso del electorado español le volviera a votar por ser más españolista que el PSOE, bajo cuyo mandato Catalunya votó en un referendo -que no levantó grandes expectativas, pues la participación rozó el 50%- continuar dentro de España con un Estatuto de autonomía “cepillado” en el Parlamento español (como dijo gráficamente Alfonso Guerra).
No, el error del PP ya se ha visto el 27-S. El PP, que se creyó obligado a 'jubilar' a su candidata Alicia Sánchez Camacho pocas semanas antes de los comicios y a sustituirla por Xavier García Albiol (buena demostración de improvisación política), ha tenido su peor resultado en muchos años. Por el contrario, el PSC, ligado al PSOE y que ha defendido una tercera via, bajó solo un 0,5% de los votos y se quedó con 16 diputados (cuatro menos). Claro que Miquel Iceta no es un líder improvisado.
Que el 47,8% de los votantes se haya inclinado a favor del independentismo indica que Mas ha perdido pero también es un fracaso del partido gobernante
Pero para Rajoy lo más preocupante -ya lo escribí el pasado miércoles- es que el que más votos y diputados ha subido (más incluso que la CUP) no es un partido izquierdoso o independentista sino Ciutadans, un partido de centro que desde su fundación en la legislatura de Pasqual Maragall se ha caracterizado por la defensa de la pertenencia de Cataluña a España. Mientras el PP perdió el 27-S el 26% de sus votos y se quedó en 384.000, Ciutadans incrementó los suyos un 167%, hasta 735.000, casi el doble. Mientras García Albiol bajó de 19 a 11 diputados, Inés Arrimadas subió de nueve a 25.
Los números de Rajoy son aún peores que los de Mas, y el éxito de Albert Rivera en Cataluña -ha ganado incluso al PSC en ciudades del antiguo cinturón rojo de Barcelona- va a catapultarlo como el candidato de una derecha moderada en las elecciones de diciembre. Rivera es bastante pragmático y poco concreto y su partido, que pretende ser liberal, proclama (pese al fichaje de un economista estrella como Luis Garicano) demasiadas vaguedades. Pero transmite modernidad, presenta candidatas guapas que no dicen tonterías pese a no ser abogadas del Estado, tanto en Madrid como en Cataluña, y sobre todo es nuevo y no tiene muertos en el armario (tampoco los puede tener porque se nace limpio de polvo y paja). Pero el mensaje de Rivera crea cierta ilusión en las clases medias que no puede ser combatida con la frase de Mariano Rajoy a Gloria Lomana la semana pasada en Antena 3: “Mire, los experimentos con gaseosa”. Suena muy, demasiado antiguo.
Y si Rivera tiene buenos resultados en las elecciones españolas (alguna encuesta no publicada todavía dice que empata ya con el PP), la derecha dura y unificada de Mariano Rajoy y José María Aznar puede sufrir un serio golpe. El problema del PSOE es que siempre ha tenido un competidor a su izquierda que le robaba votos y le restaba diputados, tanto por los votos como por los restos. En diciembre, Rajoy se puede encontrar con una situación todavía más endiablada porque la imagen de Rivera es mucho más moderna y europea que la de Julio Anguita o Pablo Iglesias.
Aznar, que parece dispuesto a ladrar por las esquinas la inquina que tiene al sucesor apuntado en su libreta azul, y que no era Rodrigo Rato, ya ha exclamado: “La clara victoria de Ciudadanos sobre el PP le da la primacía en el centro-derecha y puede tener su importancia en las elecciones generales…me parece que se debe analizar por qué el electorado de centroderecha ha preferido Ciudadanos al PP y si los votantes piensan que el orden constitucional puede estar mejor defendido por Albert Rivera”.
Vaya, el 'analista político' Jose María Aznar da en el clavo pero la consecuencia es que, al hacer público su diagnóstico y escupirlo a la cara de Rajoy, “Aznar acierta pero debilita al acusar”, como ponía de relieve ayer Victoria Prego en 'El Mundo'. ¿Y si Aznar estuviera -cegado por el rencor- encendiendo la mecha de la voladura descontrolada del PP? Algunos lectores todavía recordarán cuando se hablaba de la “voladura controlada” de la UCD porque algunos de sus dirigentes se consideraban superiores a Adolfo Suárez. Mientras, Pedro Sánchez se mueve y ayer en la COPE estuvo amable y ocurrente con Carlos Herrera, al que se dirigía como don Carlos. Al final tuve la sensación de que tanto Herrera como Expósito -que le buscaban las cosquillas (Ximo Puig, Susana Díaz, la nación catalana,...)- quedaron algo seducidos. Sánchez se les escurría con buen talante (con perdón de ZP). Desde luego, mejor que Mariano Rajoy con Carlos alsina en Onda Cero.
Lo dicho, poniéndonos trascendentes, diríamos que el 27-S demuestra que no hay crimen político -la negativa al diálogo- sin castigo. Artur Mas y Mariano Rajoy ya están pagando la penitencia. En 2016 sabremos quien recibe más ceniza.
JOAN TAPIA Vía EL CONFIDENCIAL
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