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jueves, 1 de octubre de 2015

AJUSTE DE CUENTAS Y EVALUACIÓN DE DAÑOS

El ajuste de cuentas entre los beneficiarios principales de la Transición, los dos partidos turnantes, PP y PSOE, y los nacionalistas de Convergencia, no ha finalizado todavía, pero los resultados de las elecciones del 27S, convertidas en prólogo de las generales próximas, permiten hacer una primera evaluación de daños de cada uno de los contendientes de la pelea, con el fin de prever por dónde caminarán la política española y la catalana en los meses próximos. De momento, se observa que los análisis tienden a mezclar churras con merinas, provocando, en mi opinión, conclusiones equivocadas, ya que no se detienen en el hecho incontrovertible de que en Cataluña se ha conformado un nuevo mapa político, que gira alrededor del independentismo declarado por un 48% de votantes, rodeado de un magma de fuerzas políticas bastante heterogéneas en lo ideológico y discrepantes en cuanto al famoso derecho a decidir. En ese mosaico, me voy a detener en los que han sido hasta ahora los grandes protagonistas en Madrid y en Barcelona para evaluar su situación que, desde mi punto de vista, es muy poco halagüeña para todos ellos. Al igual que ha ocurrido en Cataluña, los nuevos agentes políticos tendrán que esforzarse en cubrir los agujeros que van dejando los partidos de siempre, aunque hay poco tiempo para obtener una gran cosecha que permita salir del agujero en que nos han metido.
Los nacionalistas catalanes aglutinaban a la burguesía heredera del catalanismo político, cuyo lema principal no era la independencia sino la influencia
El catalanismo político fagocitado por el independentismo
Los nacionalistas catalanes, representados hasta hace poco más de dos meses por CiU, aglutinaban a la burguesía heredera del catalanismo político, cuyo lema principal no era la independencia sino la influencia para conseguir los mayores frutos de la política española. Durante treinta años han sido un pilar destacado del régimen del 78 y un cirineo eficaz de los Gobiernos centrales cuando necesitaban completar sus mayorías
parlamentarias. Y, en la práctica, disponían de Cataluña como feudo exclusivo, sin que nadie osara alterar dicha circunstancia. Pero la evolución de la política y, sobre todo, de la economía creó en aquella región problemas importantes, no menores que en el resto de España, que, por su dimensión social, podrían suponer una amenaza cierta al mantenimiento del statu quo. Entonces, esos catalanistas burgueses dan el paso hacia el independentismo, asumiéndolo como discurso propio y unívoco, buscando el entendimiento con Esquerra Republicana, pequeños burgueses de centroizquierda, para aprovechar al unísono los sentimientos de protesta que la crisis económica hacía crecer allí. 
Lo sucedido a partir de ahí forma parte de la crónica del último trienio, que culmina con las elecciones del domingo pasado. A ellas, compareció Convergencia, una vez despojada de la rémora de Unió, como se ha demostrado el día 27, coaligada con otras plataformas, incluida ERC, con el propósito de garantizarse la preeminencia dentro del independentismo. Y eso es lo que está por ver, teniendo en cuenta los resultados obtenidos, sin duda importantes pero necesitados del apoyo de otros independentistas, los de la CUP, radicalmente opuestos a las políticas neoliberales ejecutadas por Convergencia. En consecuencia, la apuesta realizada por la burguesía nacionalista le ha supuesto perder el favor de sus tradicionales colegas de Madrid y hace dudoso pensar que pueda capitanear el proceso en los términos que pensaba, porque la realidad es que CDC ha adelgazado electoralmente a manos de las criaturas independentistas que ellos mismos han contribuido a crear.
Los errores estratégicos del PSC y la propia crisis de la socialdemocracia europea, le hicieron entregarse de lleno a políticas distantes de su electorado natural
La decadencia de PP y PSOE agravada en Cataluña
El PSOE, a través de su marca PSC, era el otro gran protagonista de la política catalana: siempre tuvo veleidades con los nacionalistas, a veces con la furia de los conversos, olvidando la condición social de sus electores y cuáles eran
los objetivos exigibles a una formación socialista. Aún así, lograba ser la referencia del centroizquierda y era la fuerza más votada en las elecciones generales. Pero sus errores estratégicos y la propia crisis de la socialdemocracia europea, le hicieron entregarse de lleno a políticas distantes de su electorado natural que, progresivamente, le ha ido dando la espalda, convirtiéndolo en una fuerza poco relevante en Cataluña y en un obstáculo para los planes del PSOE en el resto de España. Los tiempos en que el PSC aportaba un nutrido grupo de diputados al PSOE en las Cortes se han esfumado en la trifulca del derecho a decidir y en la tibieza ante las políticas provenientes de la Unión Monetaria. Por eso, resulta un tanto sorprendente la aparente felicidad de sus responsables con los resultados del domingo.
El PP ha representado a las derechas españolas desde los primeros 90 bajo el liderazgo de Aznar que las llevó al Gobierno central en 1996 con la ayuda inestimable de los nacionalistas catalanes. En justa correspondencia, el Partido Popular renunció a ser una fuerza significada en Cataluña, ya que al fin y al cabo aquella región era un feudo de sus socios de gobierno que, en lo ideológico, formaban parte del centroderecha. Lógicamente, la trayectoria de los populares allí siempre ha sido de perfil bajo y, cuando sus amigos nacionalistas decidieron romper la baraja, iniciando el ajuste de cuentas en el seno del R78 para mantener sus privilegios en medio de un clima social de desafección, su capacidad de maniobra era tan limitada que optaron por refugiarse tras el burladero de la Constitución, inamovible e inalterable, pensando que la pelea sería pasajera. Cualquier lector sabe que eso no ha ocurrido y que de los tres contendientes el más dañado ha sido el Partido Popular que ha quedado casi en las zonas marginales de la política catalana. Probablemente esa realidad provocará fricciones en el seno de la derecha, que hasta ahora parecía granítica, ya que, sin Cataluña, la eventualidad de la mayoría en las nuevas Cortes parece una quimera.
Los agentes aparecidos al calor de la crisis de los partidos de la Transición, se afanarán en recoger la cosecha de votos perdidos
Por supuesto, los agentes aparecidos al calor de la crisis de los partidos de la Transición, se afanarán en recoger la cosecha de votos perdidos. Algo de eso ha supuesto el fenómeno Ciudadanos en Cataluña que, prácticamente, ha apuntillado al PP allí. Sin embargo, en la izquierda la situación es más difusa, lo que no significa que en un par de meses los de Podemos, si abandonan la ambigüedad y dejan de hacer chistes de indios, recuperen parte del fuelle que, a todas luces, han perdido. Si eso no ocurre, un PSOE claramente debilitado podría mantener el liderazgo de la izquierda e intentar formar gobierno, aunque no sepamos para qué.
Mientras llegan las elecciones generales tendremos que soportar los gestos agónicos de los contendientes en el ajuste de cuentas que, con las heridas y traumas de la batalla, trasladarán a las nuevas Cortes para tratar de recomponer los equilibrios de poder dinamitados por ellos mismos. Y, llegado el caso, al pueblo español ya se le contará otra película de grandes consensos a ver si cuela.

                                                                      MANUEL MUELA   Vía VOZ POPULI

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