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viernes, 30 de octubre de 2015

EN CATALUÑA RAJOY CREE QUE LLUEVE




Una proverbial, y seguramente injusta, caracterización de los gallegos los presenta como seres capaces de convertir una grave afrenta en un fenómeno meteorológico bastante común. Aunque el retrato sea malintencionado y enteramente inverosímil, a Rajoy le pinta a las mil maravillas, le cuadraría igualmente al milímetro así fuese vasco, aragonés o asturiano. Resulta que en Cataluña llevan años haciendo mangas y capirotes con las leyes comunes, pisoteando alegremente los derechos, culturales, educativos y políticos, de quienes no comulgan con la religión secesionista, haciendo referéndums que, según Rajoy nunca se harían, y, para colmo, se han lanzado a aprobar en el Parlamento una declaración formalmente sediciosa, y todo lo que se le ocurre a Rajoy, es decir que va a aplicar la ley sin vacilaciones, y que tiene un plan que ya se irá viendo, mientras que lo que realmente se ve es que el Mas, la Forcadell, el Romeva, el chico de Ezquerra, la CUP y toda su santa compaña se toman la ley, y a los millones de catalanes y de españoles que la hemos aprobado y la cumplimos, a chacota.
Lo que produce auténtico pasmo es que algunos crean que Rajoy se está haciendo respetar, incluso que está forzando un poquito la máquina de doblegar sediciosos para recuperar los millones de votos perdidos
Las patadas que le dan en nuestro culo
Rajoy se figura que, puesto que los españoles le eligieron a él, han de comulgar con sus ocurrencias, y se olvida de que en las elecciones, como en El Corte Inglés, si el cliente no resulta satisfecho puede recuperar su dinero, y votar lo que sea con tal de perder de vista semejante adefesio político. De momento, las patadas del descontento han caído más en nuestro culo que en el suyo, pero todo llegará.
Lo que produce auténtico pasmo es que algunos crean que Rajoy se está haciendo respetar, incluso que está forzando un poquito la máquina de doblegar sediciosos para recuperar los millones de votos que ha perdido y que
ahora reclama con argumentos tan escasamente convincentes como su leguleya oposición a las bravatas de los catalanes que quieren dejar de ser españoles.
Es injusto echarle a Rajoy todas las culpas de una situación tan infausta, dramática y ridícula como la que padecemos, pero no se puede pasar por alto que él es la persona que está máximamente obligada a plantar eficazmente cara a un proceso que ha roto ya con todas las reglas de la democracia, que se cisca en las leyes, y que amenaza gravemente la paz y el futuro de todos. Cuando te están dando una paliza a modo, poner cara de antropólogo aficionado a la semántica o recordar las reglas del Marqués de Queensberry no es signo de inteligencia y de prudencia, sino de manifiesta estolidez.
Un Cid que quiere ganar batallas después de muerto 
La inteligencia política de este PP se ha puesto, una vez más, de manifiesto al tratar de ganar una batalla perdida no alanceando a moro muerto, sino poniendo al muerto al frente de las mesnadas y confiando en que la desmemoria y el temor oficien el miagro de la resurrección, o, al menos, logren que el difunto sea capaz de firmar un armisticio que los coloque a todos, o casi. Esta cadavérica y plasmática impavidez de Rajoy le va a salir muy cara, porque el Cid que ganó la mítica batalla siendo ya cadáver había asestado algunos mandobles y todo el mundo sabía que si subía de nuevo en Babieca no iba a ser para decir bobadas. Rajoy, por el contrario, no ha dado ningún espadazo, salvo en las cabezas y bolsillos de sus votantes, y caben serias dudas de que la cofradía de masoquistas empeñada en que ahora hará lo contrario de lo que ha hecho logre muchos más adeptos de los razonables, los socios de cuota y los que han logrado vivir de un cuento tan malo y soso como el rajoyano. Por si su desatención a quienes algún día esperaron de él que hiciera algo fuera magro capital, su pretendidamente dramática salida al escenario para acollonar a los sediciosos ha producido risas en los que debieran sentirse afectados y temblores nerviosos en los que esperaban poderse confortar,… y esto no ha
hecho más que empezar.
Visto que Rajoy no da más de sí, bueno sería que otros pudiesen acudir al rescate de la maltrecha dignidad nacional, y los optimistas estamos seguros de que así será
La responsabilidad de los demás
Visto que Rajoy no da más de sí, bueno sería que otros pudiesen acudir al rescate de la maltrecha dignidad nacional, y los optimistas estamos seguros de que así será. Como ahora se cotiza en futuro, no importa que los escaños sean pocos si las esperanzas son fuertes, y hay que esperar que Albert Rivera y Pedro Sánchezsepan estar a la altura de sus responsabilidades para obligar al Gobierno en funciones, y a todas las instituciones públicas, a defender la unidad y la libertad de todos, en unos meses que se adivinan movidos y que un Gobierno que no ignorase por completo, como le ha sucedido a éste, lo que es la política, hubiese podido evitarnos sin demasiadas complicaciones. España ha sorteado con fortuna, como lo recuerda el libro de Tom Burns, situaciones muy difíciles, y hay que esperar que salgamos con bien también de ésta, pero se va a exigir un esfuerzo nada pequeño de todos, y no acabaremos bien si no se corrigen los vicios de fondo que han permitido que crezcan los defectos que comentamos, un Gobierno que confunde su trabajo con escribir en el BOE, y unos individuos que se ven muchos y se atreven a desafiarnos a todos pensando en que vamos a ser tan pánfilos como lo es quien tan desmadejadamente nos representa.
El origen del mal
Ante todos los fallos multiorgánicos, los doctores discrepan de las causas, y lo que suele ser peor, de los remedios. Algo marcha muy mal en la España de 2015, algo que seguramente no podían ni imaginar los españoles que a finales de los setenta abrieron sus ojos a un futuro de libertad y prosperidad abandonando una minoría de edad política que resultaba tan extraña como improrrogable. Sólo pretendo en
estas líneas finales apuntar a un fenómeno profundamente anormal que deberemos empezar a corregir, si es que deseamos que, en verdad, un cambio positivo nos devuelva a sendas de progreso y de confianza.
El problema está en la insuficiencia básica de la democracia española, en una infausta herencia del paternalismo autoritario que se ha enquistado tanto en la derecha como en la izquierda
En mi opinión, el problema está en la insuficiencia básica de la democracia española, en una infausta herencia del paternalismo autoritario que se ha enquistado tanto en la derecha como en la izquierda, en la necia esperanza de que se nos dé lo que debemos lograr, de que se legisle la felicidad y la prosperidad, de esperarlo todo de los políticos que tan largamente nos muestran que su lengua es mucho más fértil que sus acciones. De esta insulsa manía se deriva también el cáncer catalán, la esperanza en que unos cuantos vayan a ser capaces de alcanzar el paraíso para los nuestros, aunque haya que saltarse las leyes que haga falta. La perversa idea de que la política todo lo puede, cursa con un vicio profundamente arraigado, tal vez especialmente en la izquierda, con la convicción de que no hay que respetar las leyes, con la creencia deletérea de que la libertad y los derechos de los demás no existen cuando se contraponen a los nuestros. Y un fruto especialmente sandio de esta sarta de patéticas confusiones es también la tontísima idea rajoyana de que le debemos el voto a quien, a su parecer, nos ha salvado del desastre,…¡lo que hay que oír!.

                                                       J. L. GONZÁLEZ QUIRÓS   Vía VOZ POPULI

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