Sí, ya
lo sabemos, cada vez que hay elecciones el PSOE saca su anticatolicismo del
armario, pero en esta ocasión Pedro Sánchez, que se juega su cabeza política,
se ha pasado.
Además
de las consabidas supresión del Concordato, clase de religión en la escuela
pública (por otra parte muy tocada en algunas diócesis), el consabido espantajo
del IBI, quiere una reforma constitucional para suprimir algo tan positivo como
“las relaciones de cooperación con la Iglesia Católica y demás confesiones” (CE
aet 16). ¿Qué tiene de malo que cooperen en aquello que libremente decidan?
Para el PSOE de Sánchez el verbo cooperar no existe si se trata de la Iglesia.
De esta manera abre un melón y un viaje hacia el pasado, hacia la Francia de la
ley 1905 y la persecución administrativa, burocrática de la Iglesia, como si ya
no hubiera suficientes conflictos en España para crear otro donde no existe.
Brillante visión de estadista la de Sánchez.
Con
singular empeño están recobrando los tres jinetes del apocalipsis que hicieron
posible la Guerra Civil, solo que ahora en la sociedad desvinculada, conflictos
tan intensos no son posibles, nadie se juega la propia vida, y por consiguiente
nadie se la juega para liquidar al otro, pero esto no elimina la propagación
del odio cerval, solo que da formulaciones menos extremas. Los tres jinetes son
la desigualdad social insoportable, y la consiguiente reacción, el conflicto
con Cataluña -Ciudadanos lo puede ampliar al País Vasco y Navarra- y la guerra
a la Iglesia Católica.
Lo que
plantea el PSOE es demagógico e inviable por:
- Como todo tratado internacional, la modificación del Concordato requiere el acuerdo entre las dos partes. La ruptura unilateral solo la practican los chavistas, y da mal fario a todas las relaciones diplomáticas.
- La clase de religión en la escuela pública no solo surge del Concordato, sino del principio constitucional del derecho de los padres a la educación moral y religiosa de sus hijos.
- Determinadas exenciones en el IBI no es un “privilegio” católico, sino una norma general que rige para los partidos políticos, sindicatos, fundaciones y demás “pequeñeces” ¿Qué va a hacer Sánchez, liquidárselo a todos, excluir solo arbitrariamente a la Iglesia?
Pero la
cuestión central es por qué esto se produce, y la respuesta tiene que ver -no
exclusivamente- con la debilidad social de la Iglesia en España. Demasiados
católicos, incluidos bastantes pastores, siguen pensando en una España
católica. Harían bien en meditar esta tres cifras:
- España es el país europeo donde la valoración de la confianza en la Iglesia es menor, claramente inferior a países tan poco religiosos como Suecia.
- En las valoraciones, un tercio de la población la condena al Infierno; en una valoración de cero a diez la sitúa entre la nada y el 1, y por otra parte tiene poco peso en las posiciones 9-10.
- El peso de los católicos practicantes, una minoría grande en una sociedad fragmentada, y la modesta incidencia social, cultural y política que significa a escala española. La cultura católica es potente puertas adentro, y la evangelización parece en gran medida limitada a los más convencidos.
Los
obispos solos no pueden soportar el esfuerzo del debate político, mejor dicho
no deben soportarlo. Es una tarea de los laicos en comunión con ellos, pero
nunca se ha querido -¿desconfianza?- organizar el laicado, hacerlo operativo en
el plano político, no como partido sino como fuerza social, capaz de incidir en
la política, la cultura mediática y la comunicación. No lo ha hecho la Iglesia,
ni lo han intentado los dirigentes laicos, con contadas excepciones. Para
complicarlo un poco más -solo un poco porque es marginal, pero ayuda a la confusión-,
se encuentra la organización “secreta” del Yunque y sus plataformas
instrumentales.
En
nuestra Iglesia y en este ámbito hay confusión, o al menos ausencia de ideas
claras, y esta debilidad la convierte en chivo expiatorio perfecto para el
primer aprovechado de turno.
Algunos
aún tienen el reflejo de refugiarse en el PP porque no aprenden la lección de
cómo Rajoy, con el beneplácito de su mayoría, ha consolidado toda la
legislación de Zapatero abiertamente contraria a la Iglesia. Ha sido en este
sentido mucho peor el pretendido remedio que la enfermedad. Y ahora sucedería
lo mismo.
El PP
no es una garantía para la Iglesia y solo sirve para envolverla en una pugna
partidista de bajo tono basada en el choque del carnero, el yo la tengo más
larga (la espada), y el desprestigio del otro.
La
Iglesia ha de construirse como una realidad independiente del poder político y
del Estado como una comunidad alternativa con un estilo de vida y unos marcos
de referencia distintos. Si nuestros dirigentes reflexionaran algo más sobre lo
que han escrito MacIntiyre, Milbank y Maritain, que ni de lejos son los mismos,
pero que ayudan a agitar las neuronas y alejarlas de la rutina, que es nuestro
peor enemigo, tendríamos mucho ganado.
JOSEP MIRÓ Vía FORUM
LIBERTAS
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