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lunes, 7 de diciembre de 2015

EL AUSENTE

Mañana el gran debate a cuatro en la televisión será un debate a tres. Habrá cuatro sillas ocupadas, pero una estará vacía a pesar de que sobre ella se sentará una sustituta. La pregunta qué se harán millones de españoles que seguirán las incidencias del encuentro será la siguiente: Si el Partido Popular considera que le beneficia más electoralmente ocultar a su candidato que mostrarlo, ¿por qué lo presentan? Pero ese no será el único interrogante que se plantearán los televidentes, habrá otros igualmente incisivos. Por ejemplo, ¿qué sucederá si en el futuro se presenta una emergencia nacional realmente grave que exija una gran dosis de coraje del Presidente del Gobierno y una mano firme en el timón del Estado? ¿Cómo la podrá afrontar un tipo que ni siquiera se atreve a contrastar sus ideas, propuestas y argumentos con los de sus oponentes en un plató bajo los focos? Si España sufre un ataque masivo y letal de un enemigo implacable y feroz, ¿qué haremos con un jefe del Ejecutivo que ante un asomo de peligro corre a acuclillarse detrás de una subordinada? Un Presidente del Gobierno ha de tener un mínimo de valentía y la espantada de mañana demuestra que Mariano Rajoy se sitúa por debajo de ese mínimo.
Para el aspirante a revalidar el 20 de Diciembre su sofá monclovita no hay desafíos ni misiones ni sueños ni ilusiones ni pasiones
Sin embargo, la clave de semejante exhibición de pusilanimidad la encontramos en la entrevista destinada a humanizar al personaje realizada por Bertín Osborne. El anfitrión del programa En tu casa o en la mía pilota bastante bien la conversación, con su conocido estilo entre desenfadado, informal y amable. Las cuestiones que le brinda a su invitado para que éste nos informe sobre sus gustos, su carácter, su familia, sus pasatiempos, están correctamente elegidas y corresponde al entrevistado aprovechar la ocasión para llegar al corazón de sus eventuales votantes, para demostrar simpatía, calidez, ingenio si es posible, y empatía hacia sus semejantes, a los que por cierto se dispone a solicitar que confíen en él. Un seguimiento atento y analítico de la hora y media que dura el cara a cara con el afable showman andaluz arroja conclusiones demoledoras. La primera, terrible en un supuesto estadista, es que a Rajoy todo le da igual. Para el aspirante a revalidar el 20 de Diciembre su sofá monclovita no hay desafíos ni misiones ni sueños ni ilusiones ni pasiones, para el estafermo –Pedro J. dixit– sólo existen “líos”, es decir, asuntos molestos que reclaman reflexión o acción, de los que hay que “quitarse de enmedio” lo más rápidamente posible. Su concepto de la vida oscila entre el fatalismo, el escepticismo y la indolencia. “Así son las cosas” es su lema, en otras palabras, que el curso de los acontecimientos viene impuesto por un destino inamovible que es vano esfuerzo intentar cambiar. Es elocuente al respecto su afirmación de que era imposible en 2012 reducir en 50.000 millones de euros el gasto público y que por tanto la única solución para evitar el rescate fue recortar severamente en programas de bienestar social, rebajar el sueldo a los funcionarios y subir los impuestos hasta niveles superiores a los que en su fiebre colectivista había solicitado Cayo Lara. Si se tiene en cuenta que sólo en corrupción se estima que se han ido 40.000 millones, que existen en España centenares de organismos y empresas públicas inútiles o redundantes y que el número de paniaguados de los partidos en nuestro denso e intrincado tinglado administrativo se cuentan por muchos miles es evidente que un Presidente con agallas y mayoría absoluta hubiera procedido a impulsar reformas estructurales que nos hubieran ahorrado muchos sacrificios. Claro que eso hubiera requerido fajarse contra una maraña de intereses creados, lo que es incompatible con la dulzura de la siesta.
Otro momento cumbre de la charla es su decisión de no subir nunca más a un helicóptero después del percance de la plaza de toros de Móstoles. No es difícil imaginar lo que Hollande y Merkel pensarían de nuestro aguerrido Presidente cuando les comunicó que él iría al escenario en los Alpes franceses del accidente del avión de Germanwings en coche y no en helicóptero como ellos, tardando tres horas en vez de veinte minutos. Bochornoso.
Tampoco tiene desperdicio su comentario sobre su madre, cuya memoria despacha con una docena de palabras, revelando una total incapacidad de expresar sus sentimientos porque es imposible que un recuerdo de esta hondura y emotividad no suscite por lo menos un extenso y sentido homenaje que incluya anécdotas y evocaciones diversas en un ser humano normalmente constituido.
Si algo ha quedado claro durante su mandato es que su auténtica vocación es la de expresidente y de esa nadie le podrá privar
Siguiendo su filosofía vital, se puede decir “esto es lo que hay” tras los noventa minutos de tedio soporífero y cardiograma plano de la entrevista con Bertín Osborne. Una imagen fiel del cuerpo sin sangre del hombre que en cuatro años ha hundido a su partido, ha permitido indiferente que España alcance el borde de la descomposición y ha asistido impávido al empeoramiento de nuestro ya muy avanzado deterioro institucional. Se especula abundantemente sobre si Albert Riveraaceptará que continúe instalado en La Moncloa. Visto lo visto, cabe la plausible hipótesis de que su apartamiento sea la opción favorita del propio interesado. Al fin y al cabo, si algo ha quedado claro durante su mandato es que su auténtica vocación es la de expresidente y de esa nadie le podrá privar.

                                                         ALEJO VIDAL-QUADRAS  Vía VOZ POPULI


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