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domingo, 27 de diciembre de 2015

TRES CONFUSIONES TÍPICAS SOBRE LA DEMOCRACIA

El concepto actual de democracia formal no surgió por generación espontánea, sino fue el fruto de un elaborado y trabajoso proceso intelectual que duró siglos. Y es un tema sobre el que, hasta ahora,  incluso estando casi resuelto (siempre hay detalles mejorables) existe una gran confusión.


El error más generalizado viene por parte de los ciudadanos ante el convencimiento de que por el simple hecho de ir a votar periódicamente ya tienen garantizada la democracia; pero sin que sus representantes surjan directamente desde la sociedad civil la democracia formal no existe. En esta situación de engaño o desconocimiento los votantes no son conscientes de que carecen de representación (nadie les representa); los falsos representantes tampoco tienen representatividad hacia nadie a menos que consideremos que sí representan a su jefe de partido, que los ha incluído en las listas (da igual el infantilismo de abiertas que cerradas); y mucho menos los votantes percibirán que tampoco es posible el siguiente eslabón garante de democracia: la separación de poderes. Si los representantes no parten directamente de la sociedad civil es imposible después la separación entre legislativo y ejecutivo, porque diputados y partidos son fagocitados por el Estado al depender todos los diputados de disciplinas de votos hacia sus jefes de partido y no hacia los ciudadanos.


El segundo error generalizado es la profunda confusión existente entre los conceptos de democracia y política. Esta confusión no solo se refleja en los programas de los partidos sino en todos los medios. Pues bien, con la serie de normas que estructuran representatividad y separación de poderes nos referimos a la democracia: la democracia son normas para embridar al poder y éstas deben reflejarse en la constitución de los países.
Por ejemplo: “Habrá 1 diputado uninominal (nada de listas) con mandato imperativo y revocable; uno cada cien mil habitantes, pagados directamente por los representados (ciudadanos) a través de los colegios electorales” pertenecería a un hipotético artículo de la normativa básica para separar los poderes, ya que gracias al mismo sería el ciudadano quien elige de forma directa a su representante en la cámara. A este representante no lo propondría un partido en unas listas (da igual abiertas que cerradas). El mandato imperativo significa que si los ciudadanos de ese distrito electoral deciden, digamos, no importar naranjas de otro país; o no hubiesen querido entrar en el Euro, ese sería el programa a defender por su representante para la Cámara, independientemente de la postura del partido o del jefe de partido. Y el adjetivo revocable implicaría que si el representante no cumpliese con los mandatos podría perder su cargo y ser sustituido por otro si los ciudadanos así lo decidiesen en cualquier momento; no al final de la legislatura. Finalmente, podemos también argumentar que el artículo separaría los poderes legislativos y ejecutivos al depender dicho representante directamente de los ciudadanos, y no del poder ejecutivo (gobierno).
En cambio, la hipotética propuesta sobre la importación de naranjas, o la de entrar o no en el Euro pertenecerían al juego de la política. Pero ese juego debería basarse en la norma que obliga a elegir al diputado de distrito de una determinada manera. Pues bien, he leído programas muy bien intencionados de partidos donde se confunden concretamente ambos conceptos: democracia (normas) y política (decisiones). Y lo que es peor: no hay peores ciegos que los que no quieren ver sea por corrupción o tozudez.

El tercer gran error generalizado de muchos ciudadanos proviene de pretender que la democracia directa debería sustituir a la representativa. Son las proposiciones más populistas las que se aferran a este supuesto. Basan su creencia en las asambleas o consultas mediante votación directa para resolverlo todo. Pero, en cambio, los métodos participativos directos si pueden funcionar en momentos puntuales, pero no para resolver asuntos complejos de Estado que además requieren de conocimientos especializados o una auténtica visión de Estado. La e-democracia es defendida por algunos como forma participativa democrática desde cualquier lugar a través de un ordenador personal, un tablet, etc; pero esta forma no está exenta de peligros de manipulaciones en el programa (software), y tampoco ofrecería garantías contra posibles pucherazos, ya que el voto es secreto y no se le puede realizar el mismo seguimiento que en una operación bancaria. En cambio, utilizar ordenadores o terminales en los colegios electorales como sustitución a las urnas es algo que ya se ha experimentado con éxito. Eso sí, con las mismas garantías que ofrece la presencia de interventores y demás actores presentes en las mesas electorales.
Para resolver la dicotomía entre democracia directa y representativa se recorrió un largo camino; no llegó por generación espontánea. Fue el fruto del arduo trabajo intelectual llevado a cabo por grandes pensadores y filósofos a lo largo de varios siglos; primero inventando el concepto de Estado moderno y segundo planteándose cómo debían manejarse dichos nuevos Estados hasta llegar a la democracia que mejor ha cumplido con las normas de una república constitucional: EEUU.
                                                                        Machiavelly por Santidi Tito

El primer filósofo que rompió con la concepción aristotélica que prevaleció durante toda la Edad Media fue Nicolás Maquiavelo separando la moral de la política. A partir de Maquiavelo las cuestiones políticas quedaron separadas de las cuestiones morales. Eso significaba que los futuros pensadores de la incipiente ciencia política deberían pensar en un sistema que no dependiese de la buena fe de los gobernantes sino de que la estructura del sistema de gobierno fuese buena. La cuestión que se iba a plantear en el futuro es para quién debía ser buena; no cabe duda, en la actualidad esa estructura es buena para los partidos políticos y la casta política. Continuando con el autor de "El Principe", Maquiavelo vivió en Florencia la turbulenta época de los poderosos Medici, y de artistas como Leonardo, Miguel Ángel y los grandes genios del Renacimiento. Aunque el Príncipe, su tratado de cómo se debía gobernar una república más bien estaba dedicado al poderoso Lorenzo de Medici, éste nunca lo leyó. Un siglo después un pensador inglés,ThomasHobbes, retomó la idea de el Príncipe y la reconvirtió en un nuevo concepto: el de soberanía, personificándola en la figura de un soberano absoluto; pero sin referirse a una persona en particular sino a las cualidades que esa persona debía poseer para gobernar. Esa genial idea sería la base del concepto de la futura representación moderna: una representación que tan mal se ha entendido en Europa y que en España, tanto partidos veteranos como nuevos, se niegan a reconocer: unos por desconocimiento y otros no se quieren enterar o albergan intereses más perversos. 

Lo que sí es cierto es que estas ideas geniales nacidas de grandes estadistas (aquí no estamos inventando la pólvora) no interesan a las cúpulas de ningún partido, pero sí a las bases emprendedoras de algún partido incipiente; pero éstas son sistemáticamente desoídas por sus jefes. 

Hobbes tuvo el acierto de crear un cargo cuyo cometido fuese asegurar la paz, el orden y la justicia. Esto empieza a sonar, ¿ verdad ? Es decir, Hobbes domesticó las teorías de Maquiavelo, pero a su vez surgió otro genio que domesticó el poder que Hobbes le había dejado a cargo de un rey absoluto. Estamos hablando de John Locke, cuya obra más famosa es el Segundo Tratado sobre el Gobierno en el que sostiene que la soberanía reside en el pueblo y explica la naturaleza del gobierno legítimo en términos de los derechos naturales y el contrato social. También es famoso por haber pedido la separación de la Iglesia y el Estado en su Carta sobre la tolerancia. Gran parte de la obra de Locke se caracteriza por la oposición al autoritarismo.


Declaración de Independencia
Fue después Thomas Jefferson quien quedó fascinado por los trabajos de Locke, y así los tomó al pie de la letra cuando conocido por su estilo de escritura elocuente se convirtió en el principal autor en la redacción del borrador de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos.


Desde aquellos antiguos griegos que votaban todos, como quieren hacer ahora algunos en asambleas,  para gobernar un país al sistema de representación de una república constitucional hay un abismo. Solo la ignorancia sobre el ABC de la filosofía política  puede ser causa de semejante despropósito. Los motivos por los que la población sigue desconociendo la ciencia o filosofía política pueden deberse o a una enorme perversión por parte de algunos, o simplemente porque muy pocas persona la explican a nivel divulgativo. Es evidente que hay que romper primero ese círculo vicioso antes de alcanzar la libertad colectiva que viene de un democracia formal.
Es indispensable que la ciencia política forme parte del currículo escolar si queremos una España con ciudadanos libres; pero también hay que romper una lanza a favor de otras disciplinas como economía, cocina y puede que otras materias indispensables para el hombre del S XXI deben formar también parte del plan de estudios. La escuela debe adaptarse a los tiempos para que políticos, profesores y ciudadanos sepan estas verdades.
 
                                                     VICENTE JIMÉNEZ   En su blog LO QUE NOS UNE

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