Sostenía Marguerite Yourcenar que el problema del mundo era político, social y moral; pero más social que político, y más moral que social. Y a la luz de lo sucedido esta semana en el Congreso de los Diputados, todo indica que el ideal ético que planteaba la escritora belga ha salido derrotado.
Es muy probable que los historiadores del futuro se pregunten -como tanta veces lo han hecho en otras épocas cruciales-: ¿Por qué no hicieron nadacuando todavía era posible?
No sólo ellos. También los principales perdedores de que no haya Gobierno: losparados de larga duración, los pensionistas con escasos recursos que se ven obligados a alimentar a sus nietos, los jóvenes que tienen que exiliarse por razones económicas, las mujeres que pierden su proyección profesional para cuidar a sus hijos enfermos, las clases medias proletarizadas excluidas de forma injusta de los dividendos del Estado social, los parados con más 45 años con remotas probabilidades de encontrar un empleo…. O, incluso, los perjudicados por el mal funcionamiento de la justicia.
También los indignados del 15-M, a quienes un día sublevó -con razón- tanto recorte injusto y tanta corrupción. Y que hoy observan desconcertados como se apaga esa luz de esperanza a causa de un sistema político endogámico -frívolo e inmaduro- que reduce la actividad parlamentaria a una partida de viejo casino de provincias. A eso que Carl Schmitt llamaba amigo-enemigocomo un rasgo específico de lo político, y que en realidad esconde un recelo patológico hacia lo extraño. Hacia lo nuevo. El viejo conservadurismo de toda la vida embozado tras ridículos besos de presuntos descamisados. El arcaico antagonismo de cartón piedra sólo para figurar.
No se pacta porque eso conlleva riesgos que nadie quiere asumir por razones electorales. Incluso, no se acuerda por un infantil complejo de clase que asoma con energía para tapar las propias miserias. El resultado es inquietante. El andamiaje del sistema político continúa construido sobre el rencor. A uno se le ponen los pelos de punta sólo de pensar lo que hubiera pasado en este país, como desgraciadamente sucedió, si individuos como Gabriel Rufián, el portavoz adjunto de ERC, hubieran ganado la guerra en 1939.
Ya se sabe que la pureza de sangre es el burladero de los cobardes. El entablado duro y rocoso que sirve para ocultar las vergüenzas de aquellos que prefieren recrearse en su propia mediocridad antes que jugarse el tipo frente a la bestia. Mucho toreo de salón es lo que se ha visto el miércoles y el viernes en el Congreso. Pero el morlaco sigue ahí. Como el célebre dinosaurio deMonterroso. Ignorando aquello que dijo John Rawls, inútil y gratuitamente citado en el debate de investidura: “La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales”.
El espectáculo de la política
Y no puede ser justo asistir a un espectáculo en el que los espectadores pasivos son los casi 13 millones de personas que dependen de forma muy relevante de decisiones gubernamentales. Y que no pueden esperar a que sus señorías acaben este juego macabro. A veces se olvida que detrás del BOE se esconde el pago de 9,3 millones de pensiones contributivas o el abono de 453.613 pensiones no contributivas: O el mantenimiento de 4.750 pensionesasistenciales que hay que pagar cada mes. O las 17.708 prestaciones destinadas a personas con discapacidad. O el futuro de los 250.000 trabajadores que perciben el salario mínimo. O los 2.134.000 parados que cobran la prestación por desempleo. O los 637.573 ciudadanos que sobreviven gracias a las rentas mínimas que pagan las comunidades autónomas. Sin contar, las asignaciones derivadas del Programa de Activación para el Empleo o del Plan PREPARA. O aquellas prestaciones que reciben los trabajadores autónomos por cese de actividad. O las prestaciones por hijo a cargo. O las asignaciones por cuidado de menores afectados por cáncer….
Esta es la España de hoy. Políticos que anteponen seguir encabezando las listas creando la falsa idea de que ellos son más importantes que las instituciones
Todos y cada uno de esos perceptores deben estar atónitos de que los políticos no se pongan de acuerdo para gobernar. Probablemente, como resultado de un problema estructural del sistema parlamentario, y que tiene que ver -además de por su propio egoísmo- con el hecho de que los elegidos para representar a la patria lo son porque así lo han decidido las camarillas dirigentes de sus partidos.
Si los congresistas hubieran sido elegidos directamente por los electores, muchos de ellos tendrían que dar explicaciones a los ciudadanos de su circunscripción electoral sobre su ruin comportamiento. Muchos serían increpados en la calle por tanta estulticia y tanta cobardía. Son muy gallitos protegidos por el aparato del partido para seguir colocados en las próximas listas electorales. Pero a cielo abierto, teniéndose que enfrentar a los menesterosos que dependen de la acción del Gobierno, se acochinaría
Esta es la España de hoy. Políticos que anteponen seguir encabezando las listas creando la falsa idea de que ellos son más importantes que las instituciones que representan y sus propios partidos. Políticos sectarios que dicen una cosa –coalición de amplio espectro- y hacen otra marginando puerilmente al adversario. Políticos que se embarcan en proyectos imposibles sin decir ¡basta ya! ante tanta estupidez y sueños de grandeza. O políticos que representan hoy lo peor de la cosa pública cuando convierten la acción de gobierno en una barra de taberna. Cualquier asamblea de facultad de los años 70 tenía más nivel del que ofrece el pequeño Robespierre.
Culpar al adversario político de los fracasos propios está bien como táctica para sobrevivir. Pero es un disparate con casi cinco millones de parados. Y lo saben.
CARLOS SÁNCHEZ Vía EL CONFIDENCIAL
No hay comentarios:
Publicar un comentario