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viernes, 4 de marzo de 2016

¡QUE CONTENTO ESTÁ EL PP!

Según la impresión de unos cuantos cronistas, las bancadas populares se sintieron revivir tras la reciente actuación de su líder, algunos arriesgan incluso la impresión de que sintieron que se recuperaba su dignidad perdida. Saber que algunos, si no todos, de los diputados del PP han sentido en algún momento que perdían su dignidad, es una noticia agradable para quienes esperamos lo mejor de quienes nos representan. Sin embargo, considerar que la hayan podido recuperar por una de las intervenciones menos políticas y más deplorables que se recuerdan a un presidente del Gobierno nos evita rápidamente cualquier leve síntoma de alborozo.
A por los radicales
Tal vez en el PP crean que pueden recuperar el impulso perdido dirigiéndose a lostifosi del partido, que al parecer son mayoría en la cámara, y despreciando olímpicamente las razones por las que millones de ciudadanos les han negado el voto, será que confían en que los ciudadanos radicales de la derecha no vuelvan a quedarse en casa en las elecciones en que a todos se nos pondrá la cara de Bill Murray en el día de la marmota, tal vez sea un análisis muy brillante, pero se me escapa el argumento. Como en la cámara pepera predominan los leguleyos, puede que tengan dificultades con los números de la aritmética y hayan decidido apostar por otros números más teatreros, por la dignidad herida, seguros de que ese gesto levantará oleadas de entusiasmo entre los tibios. Si no cambian pronto, lo verán no mucho más tarde.
Este PP rajoyizadocamina a toda prisa hacia ese estado supuestamente ideal en el que se abandona hasta el menor atisbo de espíritu crítico
Lejos de nosotros la manía de pensar
Este PP rajoyizado camina a toda prisa hacia ese estado supuestamente ideal en el que se abandona hasta el menor atisbo de espíritu crítico, se renuncia a las malas pasiones de la ambición, y se abraza la conformidad con el destino confiando en que su sentencia se aplace lo suficiente como para que todo pueda considerarse un accidente, una fatalidad, nada que ver con errores de nadie. Lo malo es que el quietismo se compatibiliza mal con hacer el jabalí en el Parlamento, sobre todo cuando eso se hace a rebufo de un personaje escasamente dotado por la naturaleza para la chulería física, por alguien que, cuando hace footing, parece una marioneta.
Con todo, lo más misterioso del comportamiento de Rajoy y de sus secuaces, es que no es nada fácil explicar lo que pretende, salvo admitir que sea un absoluto irresponsable, alguien que ha descubierto a destiempo la grandeza de los gestos y se disponga a invocar una especie de hágase la justicia y derrúmbense los cielos. Es inevitable pensar eso cuando se le oye decir que tiene derecho (¿?) a presidir el Gobierno.
Todos los defectos en uno
Rajoy puede atribuirse el mérito de haber representado a la perfección el ramillete de tópicos con el que sus peores enemigos caracterizan a toda derecha, lástima que la edad no le haya permitido ser ministro de Franco: exhibir la más absoluta falta de límites “no tengo líneas rojas”, carecer de política y apropiarse de una forma de gobernar que, en cualquier otro lugar del planeta, correspondería sin duda alguna a un partido socialdemócrata no muy al día, y, por último, haber hecho uso de unos modales ineducados y fanfarrones que puede que gusten a los chuletas que confunden el Parlamento con el navajeo, pero que dejan perplejos a quienes esperan de sus representantes que atenúen la conflictividad social, en ningún caso que la aticen. Ni siquiera la posterior intervención de un Iglesias incendiario logró borrar la impresión de que, lejos de cualquier grandeza, Rajoy pretende abandonar la política en modo reyerta. Para colmo de desdichas, parece pretender un gran pacto, naturalmente presidido por quien, según su peculiar teoría, tiene derecho, en el que han de doblar la cerviz los que reciben toda clase de improperios y que, a diferencia del desprendido Rajoy, no se ocupan de otra cosa que de su destino personal. 
La mayoría de los ciudadanos contemplan atónitos el ejercicio de cinismo de quienes quieren llevarnos a unas nuevas elecciones sin el menor motivo
No hay salida, que les zurzan 
El Parlamento ofreció el contraste entre quienes se empeñaron en hacer posible una fórmula que es difícil, Rivera y Sánchez, pero que tiene perfecto sentido, y quienes se obstinaron en mostrar que sin ellos no hay ni Gobierno, ni Justicia, esa extraña pareja que forman Rajoy e Iglesias III (el abuelo, su abuelo y éste de ahora) absurdamente empeñados en quedarse con toda la baraja para repartírsela a su peculiar albedrío. En la casa de todos que debiera ser el Parlamento se escenificó un ritual de desalojo virtual, pero porque esta extraña pareja olvida que están ahí para encontrar una solución, no para colmar ninguna ambición personal ni para asombrar al universo mundo con la rotundidad de sus peculiares alegatos. El improperio es un propio de la guerra, no de una concordia que ambos tenores se empeñaron en ridiculizar. 
Me temo que la mayoría de los ciudadanos contemplan atónitos el ejercicio de cinismo de quienes quieren llevarnos a unas nuevas elecciones sin el menor motivo, simplemente porque no se sienten capaces de renunciar al Gobierno que se les ha negado y a la mayoría que no tienen, eso es lo que muestra unos resultados muy ajenos a las previsiones teóricas dado el sistema electoral al que nos atenemos. No darse cuenta de que es imposible pedir a los electores que resuelvan un problema que se les ha planteado a los elegidos será la última muestra de irresponsabilidad de unos políticos que parecen preferir el diluvio universal a mojarse la chaqueta.
El canto del cisne y el único Gobierno posible
La política no tiene mucho que ver con la Justicia y, de hecho, es una ley casi universal que quienes abandonan el poder se sienten defraudados por la escasa equidad de los electores, por su absoluta falta de misericordia. Es fácil entender que Rajoy, con una excelente imagen de si propio y que piensa haber hecho hercúleos trabajos para salvarnos de la madre de todas las catástrofes, se sienta maltratado, se irrite, se reconcoma y se suba por las paredes. Creo que todos le debemos una cierta piedad, pero no parece nada claro que hayamos decidido pedirle que continúe librándonos de esos males antedichos y de otros que, según él y los suyos, nos amenazan sin su presencia. En su caso, la gravedad del malestar es aún mayor porque acierta a señalar la fórmula correcta para salir del paso, pero se equivoca gravemente al pensar que no hay otro remedio que ser él quien dirija de nuevo la orquesta. 
Un Gobierno sostenido por la mayoría posible, el PP, el PSOE y Ciudadanos, es nuestra única posibilidad de evitar el mal paso de unas segundas elecciones
Un Gobierno sostenido por la mayoría posible, el PP, el PSOE y Ciudadanos, es nuestra única posibilidad de evitar el mal paso de unas segundas elecciones, o la caída en el abismo de una coalición revisionista y absurdamente bolivariana. Se trata, sin duda, de un negocio enrevesado, pero es evidente que representa unwin-win casi para todo el mundo, incluidos esos diputados levantiscos que se han permitido un día de furia para ahuyentar sus temores. Hace falta ser un marmolillo para no ver con claridad que esa fórmula es incompatible con el bis de don Mariano, pero también se necesita que alguien con autoridad se lo haga ver de una buena vez, una situación que recuerda aquello que los bolcheviques decían a la muerte del padrecito Stalin, “sí, es verdad que Stalin ha muerto, pero a ver quién se lo dice”. Como disimular un deceso es negocio de poco futuro, cabe pensar que estamos asistiendo al canto del cisne, y que tal vez acabe por mostrar formas más elegantes que las exhibidas en la reciente berrea.

                                                     J. L. GONZÁLEZ QUIRÓS   Vía VOZ PÓPULI

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