Este amanecer de julio se muestra bronco de tormentas y pródigo en oscuros y amenazantes nubarrones. Desde muy temprano, el relámpago y el trueno juegan a derrotar, el uno a la luz del amanecer y el otro, al silbo de los mirlos y al mañanero jolgorio de otras avecillas.
La fuerza bruta de la tormenta impone su ley al rubio fulgor del primer sol de la mañana. Un verano atípico como pocos pone preguntas extrañas en la boca de los agoreros de días, años y tiempos fastos y nefastos.
Claro que siempre hubo tormentas, y más en veraño, cuando el punto del calor subido y una gota fría despistada se encuentran, se pelean y desencadenan estas algaradas que son las tormentas del verano. Pero este año… Ni un día entero sin nubes llevamos este verano. Nada extraño tiene, pues, que la gente inquiera, dubitativa, “qué está pasando”, porque “lo que pasa” no es lo normal.
¿Será que una cierta “patología de la normalidad” –que ya el psicoanalista rebelde Eric Fromm pronosticara hace tiempo en uno de sus libros –nuestros laudables hábitos del vivir moderno y posmoderno pueden ser patógenos- se ha instalado también en la bóveda del cielo? ¿O será que lo del “cambio climático” es algo más que un “slogan” publicitario de los ecologistas?
Como quiera que fuere,
algo debemos estar haciendo mal cuando la naturaleza se rebela, y los
ríos no tienen peces y los pardales –desvergonzados y asiduos compañeros
del diario vivir campesino- se notan más por su ausencia que por la
abundancia de otros tiempos.
Pues bien, al aire y son de este amanecer negruzco, plomizo y tristón, con los montes circundantes tocados de nieblas algodonosas y firmes, mis reflexiones se visten hoy de claroscuro, lo que quiere decir con el gris campeando más que el rosa o el verde claro y el azul. Claroscuro es el acento más agudo del día. “El algodón” de la realidad “no falla…”
Cristiano Ronaldo deja el Madrid y se va a la Juve y ya se anuncian allí se anuncian las camisetas con su nombre y numero a 125 euros la unidad. Negocio al por mayor…
El gobierno autonómico de Aragón anuncia una ley de “derechos históricos” para competir -también él, y quizás con más razón que otros- con los voraces, audaces, creídos e insolentes separatismos vasco y catalán, asiduos de la “pela” y del privilegio más que de otra cosa.
Pues bien, al aire y son de este amanecer negruzco, plomizo y tristón, con los montes circundantes tocados de nieblas algodonosas y firmes, mis reflexiones se visten hoy de claroscuro, lo que quiere decir con el gris campeando más que el rosa o el verde claro y el azul. Claroscuro es el acento más agudo del día. “El algodón” de la realidad “no falla…”
Cristiano Ronaldo deja el Madrid y se va a la Juve y ya se anuncian allí se anuncian las camisetas con su nombre y numero a 125 euros la unidad. Negocio al por mayor…
El gobierno autonómico de Aragón anuncia una ley de “derechos históricos” para competir -también él, y quizás con más razón que otros- con los voraces, audaces, creídos e insolentes separatismos vasco y catalán, asiduos de la “pela” y del privilegio más que de otra cosa.
¿Es que Cataluña, o Euskadi, o Navarra incluso, fueron más o tienen más “derechos históricos” que el viejo reino de León o la irredenta Castilla, o sus “fueros” llevan más fuste y méritos que los que tuvieron muchas ciudades, regiones y pueblos de la España que tanto desprecian estos “señoritos”?.
“Fueros sí, pero para todos”; “conciertos económicos sí”, pero igualmente para todos o para nadie, como piden la justicia, la razón y exige la verdadera democracia. “Se invocan pactos”, decía ya en 1.976 unn catedrático de Historia del Derecho Español, para justificar políticas, pero “me da igual: no hay “pacto” que pueda servir de fundamento justo a una situación injusta” (Cfr. G. Martínez Díez, Fueros sí, pero para todos, Madrid, 1976, p. 6).
Pero la perla más fina del día la brindaba la Sra. Vice-presidenta del gobierno de la nación, al anunciar la reforma del código penal y tipificar como delito de “agresión sexual” toda relación de intimidad con una mujer que no haya obtenido el “sí explícito” de la misma.
Y no es tanto porque la
idea sea una muestra inclemente o desmesurada de ese feminismo
furibundo, extremoso e irreal que tanto se prodiga en favor de los
derechos incuestionables de la mujer, sino por el hecho abstruso de
pretender imponer a “golpes legislativos” algo que no se puede
juridificar, los sentimientos y el corazón. Que
el lenguaje del cuerpo, y del corazón sobre todo, puede ser tan
inteligible y expresivo o más que las palabras, incluso las rubricadas
ante notario.
Es posible que las
buenas intenciones o una cierta bisoñez político-jurídica y hasta social
del tan prometedor gobierno le hagan jugar malas partidas por
servidumbre a ideologías que -no por estar de moda- dan derecho a todo. Y
uno se pregunta si, con leyes así, no será peor el remedio que la
enfermedad.
“A golpes legislativos” nunca se resuelven con solvencia y eficacia ciertas cosas humanas, sobre todo las que más directamente conciernen a la persona en sí; que, además, caen fuera del campo de la ley, salvo en casos de los Estados prepotentes y aniquiladores de la persona y de la sociedad como los llamados “totalizantes” o con el pretendido derecho a meterse en todo y a controlarlo todo, hasta el aire que se respira.
Dejen ustedes, por favor, que corra el aire por las relaciones más sensibles e íntimas de la condición interhumana de hombres y mujeres, y procuren sentar unas bases serias -por exentas de ideologías partidistas- que ayuden a educar mejor al niño y al joven para que no sea necesario “ir a la cama” con una mujer llevando en la boca una autorización notarial….
Que corra el viento de una libertad responsable, como recordara Alexis de Tocqueville, al definir la libertad completa, la libertad moderna, la libertad democrática, la libertad política, y abogar por el respeto sumo al hombre y la mujer “en todo aquello que le concierne sólo a sí mismo”, en aras de “poder organizar a su parecer su propio destino” (cfr. A. de Tocqueville, El Estado social y politico de Francia -1836, en Obras Completas, t. II, 1, pag. 62).
Sembrar estos terrenos de la intimidad del ser humano con leyes y reglamentos, por justas que puedan parecer, es totalitarismo del Estado, aunque se le llene la boca con el adjetivo “democrático”.
Menos mal, de todas formas, que el día tiene también su lado claro, positivo y risueño: la liberación, al fin, total y plena , de los niños tailandeses y su monitor, recluidos desde hace días hace días en una gruta o caverna, en un rescate digno de toda loa y que ha causado no sólo gozo y admiración, sino sobre todo un universal suspiro de alivio en el mundo entero.
Bien cumplido esta vez lo de que “la esperanza” ha de ser lo último que se pierde. Y en este caso triunfó la esperanza.
Es tarde ya. El amanecer plomizo y fosco va dando leve paso a un resol de tarde que invita a pensar en otro y otros días menos tormentosos y desangelados. Siempre queda la esperanza por oscuros que parezcan los sucesivos panoramas. Siempre hay cavernas de las que se puede salir con empeño, tesón, coraje y valor. Siempre, cuando no se pone la utilidad por delante de la verdad ni a la verdad se la confunde con la ganancia.
Siempre, si las
ideologías del gobernante no se anteponen al bien común y de todos sin
excepciones, sin obsesiones ni reservas del subconsciente, sin fobias ni
colores en las lentes de mirar. Es decir, con democracia y mirando no a
la “plebe” sino al “pueblo”. Son cosas distintas la “plebe” y el
“pueblo”.
Claro que los españoles somos así y tenemos, a la vez que grandes virtudes, algunos vicios o demonios nacionales, de siempre, que no hemos podido o querido sacudir a pesar del progreso y la modernidad.
Y por si fuera útil en días así, de experimentos alegres pero fútiles, recordemos de nuevo, para cerrar, las primeras frases –puesto que andamos en democracia- de ese magistral ensayo de Ortega y Gasset que se titula Democracia morbosa. Pueden venir a cuento para este día de tormentas y negritud.
“Las cosas buenas que por el mundo acontecen obtienen en España solo un pálido reflejo. En cambio, las malas repercuten con increíble eficacia y adquieren entre nosotros mayor intensidad que en parte alguna.
En los últimos tiempos ha padecido Europa un grave descenso de la cortesía, y coetáneamente hemos llegado en España al imperio indiviso de la descortesía. Nuestra raza valetudinaria se siente halagada cuando alguien la invita a adoptar una postura plebeya, de la misma suerte que el cuerpo enfermo agradece que se le permita tenderse a su sabor.
El plebeyismo triunfante
en todo el mundo tiraniza en España. Y como toda tiranía es insufrible,
conviene que vayamos preparando la revolución contra el plebeyismo, el
más insufrible de los tiranos” (cfr. Democracia morbosa, en Confesiones
de El Espectador, 1.917, Biblioteca Nueva Madrid, 1.943 pp. 171-178).
Es posible que en todas partes –como da a entender Ortega- “se cuezan habas”, en el decir de un refrán castizo, pero en España da la impresión de que “se cuecen –con recurrente y sorprendente frecuencia- a calderadas”.
Es posible que en todas partes –como da a entender Ortega- “se cuezan habas”, en el decir de un refrán castizo, pero en España da la impresión de que “se cuecen –con recurrente y sorprendente frecuencia- a calderadas”.
Es quizás por eso, como esta mañana gris aseguraba un tertuliano, que España sea un “país muy entretenido” sin duda, si por ello se entiende tomar a broma las cosas serias; si no siempre, sí con alguna frecuencia, como ahora está pasando y se observa esta misma mañana gris.
Pero, como soñar no cuesta dinero y es bonito, soñemos con días menos alocados o atormentados. Puede haberlos. Y aunque siempre sea posible soñar, mejor es –creo yo- soñar despiertos.
SANTIAGO PANIZO ORALLO Vía PERIODISTA DIGITAL 15-7-2018
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