Lo concreto de entrada: me refiero al feminismo político que básicamente se inspira en la ideología de género,
y busca aplicarla por media de los poderes públicos, estado, antinomias
y poderes locales. Para este feminismo la pornografía no es objeto de
atención, a pesar de que siempre anda a la caza y captura de machismos
reales o imaginarios: azafatas en las entregas de premios, publicidad
sexista, incluso censuran letras de canciones y exigen el boicot de las
administraciones para que no sean usadas en actividades subvencionadas. La censura es general y desaforada en todo. Pero hay una excepción enorme grandiosa que es machismo obsesivo en estado puro, sobre la que nunca han dicho nada: la pornografía,
es decir, aquella práctica que muestra actividades sexuales de tipo
explícito con el objetivo de despertar en el espectador o lector
excitación y estimulación sexual. Su etimología ayuda a precisar más.
Viene del griego pornē, cortesana o prostituta, y del sufijo “grafía” del griego graphe que significa describir. Y es que la pornografía tiene como objeto la mujer
(con excepción de la dirigida a homosexuales). No existe un mercado
donde el objeto sea el hombre. La mujer es cosificada bajo formas
diferentes para excitar sexualmente al hombre. Se construye así un
imaginario basado en la desigualdad, la explotación, el castigo, según
sea la variante preferida del consumidor. Las redes sociales han elevado
a la enésima potencia la disponibilidad de material, su crudeza y
violencia, y la impunidad del usuario, imaginaria claro está porque sus
andanzas quedan más registradas que cuando acudía a comprar su
revistilla o novela porno. Los grandes hermanos de la red ya saben más
de sus gustos que él mismo
El que sea
una práctica orientada a los hombres no es nada más que una de las
diversas diferencias que dentro de la unidad humana existen entre su
sexo masculino y femenino. El hombre procesa la información -el estímulo
sexual- de forma distinta a la mujer. De aquí que, en sus relaciones,
para que sean satisfactorias deban acoplarse partiendo de ritmos
distintos, y ser menos directos e instintivos que los que el varón
tendería a seguir guiado solo por su impulso.
El
procesamiento masculino es menos afectivo, más primariamente biológico,
más fácil de excitar con cuatro imágenes. La mujer requiere un abordaje
del tema más sensual, menos primario, y más erótico que pornográfico.
La novela de éxito entre muchas mujeres “Cincuenta sombras de Grey” explicita el tipo de material que les puede interesar a aquellas que les complace este tipo de satisfacción, y que tiene poco que ver con el material XXX
que constituye, junto con las prostituciones, los grandes mercados
donde el hombre es prácticamente el único cliente, y que parecen tener un crecimiento ilimitado. Nunca se encuentra el punto de saturación, ni límites de edad -cada vez son más jóvenes los consumidores-, ni de culturas.
Pero la pornografía construye una forma muy determinada de mirar a la mujer,
quien progresivamente deja de ser una persona para convertirse en un
objeto portador -digámoslo con elegancia- de caracteres sexuales
secundarios. Los comentarios machistas sobre la mujer expresan
mentalidades educadas en la pornografía, los adolescentes despiertan su sexualidad con ella y por tanto se “forman” en el machismo. Entonces ¿por qué el feminismo político nunca ha levantado la bandera contra él? No solo eso, sino que líderes, como Ada Colau
que proclama 30 veces por segundo su condición de feminista, lo acoge y
lo protege, lo acuna en su gobierno municipal. Se quiere una
contradicción mayor: anuncios publicitarios, sí, azafatas, también, pero
pornografía, no, ah, eso no.
Las
organizaciones feministas deben explicar las razones de esta rara
tolerancia con el mayor negocio del mundo, y el intelectual orgánico (lo
de intelectual es una nota poética) que alimenta el peor de los
machismos. Si se quiere atajar en serio empiécese por ahí, a menos que
el “machismo” en realidad sea para el feminismo político un trampantojo de su conflicto interminable para conseguir más y más poder y un instrumento más para justificar su guerra contra los hombres.
JOSEP MIRÓ i ARDÈVOL Vía FORUM LIBERTAS
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