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sábado, 21 de julio de 2018

RÉQUIEM POR EL PACTO EDUCATIVO

Las reformas que anuncia el Gobierno por la vía de urgencia apuntan a un horizonte ideal de escuela estatal única y laica.



La ministra de Educación, Isabel Celaá, califica de «especulaciones infundadas» las alarmas tras su comparecencia en el Congreso. 

La portavoz del Ejecutivo de Pedro Sánchez ha puesto en valor la contribución de la escuela concertada, a la que sin embargo atribuye una posición de privilegio en la ley actual, valoración que encaja mal con la injusta financiación que recibe (la mitad por plaza que en la pública). En defensa de Celaá, sus posiciones son más respetuosas con la libertad de los padres que las que llevaba el PSOE en su programa. 

Pero las reformas que anuncia por la vía de urgencia apuntan a un horizonte ideal de escuela estatal única y laica, en el que la Religión pierde su entidad académica seguramente como paso previo a su desaparición. 

A cambio se introduce una asignatura de valores cívicos a la que nada habría que objetar de no ser por los precedentes de adoctrinamiento moral con Educación para la ciudadanía.

Se entiende que el Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal (CEE) haya mostrado su «profunda preocupación» con estos anuncios, que amenazan «los derechos a la libertad religiosa y a la educación»

Se trata –dice la nota– de «derechos inalienables de la persona humana, reflejados en nuestra Constitución y en los tratados internacionales a los que España se ha adherido».

Preocupante es, de entrada, el modo de afrontar esta reforma. De los esfuerzos por lograr un pacto de Estado hemos vuelto a la dinámica de legislar desde planteamientos ideológicos estrechos. 

Desde esa perspectiva se entiende también la reivindicación que hacen los obispos del «papel de la Transición española» y de un estilo de política que nace del consenso. 

Entrelíneas se lee igualmente el recelo de la CEE ante algunas novedades en materia de memoria histórica. Porque una cosa es ayudar a los familiares y descendientes de las víctimas en su justo deseo de encontrar sus restos mortales, o incluso la búsqueda de emplazamientos más adecuados para que algunas sepulturas dejen de ser motivo de discordia. 


Pero solo una estrechísima línea separa esto de la agitación de viejos fantasmas. Entendida así, la memoria histórica sirve únicamente para generar confrontación social y legitimar modos de hacer política desde el sectarismo.



                                                             EDITORIAL de ALFA y OMEGA

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