Las reformas que anuncia el Gobierno por la vía de urgencia apuntan a un horizonte ideal de escuela estatal única y laica.
La ministra de
Educación, Isabel Celaá, califica de «especulaciones infundadas» las
alarmas tras su comparecencia en el Congreso.
La portavoz del
Ejecutivo de Pedro Sánchez ha puesto en valor la contribución de la
escuela concertada, a la que sin embargo atribuye una posición de
privilegio en la ley actual, valoración que encaja mal con la injusta
financiación que recibe (la mitad por plaza que en la pública). En
defensa de Celaá, sus posiciones son más respetuosas con la libertad de
los padres que las que llevaba el PSOE en su programa.
Pero las reformas que
anuncia por la vía de urgencia apuntan a un horizonte ideal de escuela
estatal única y laica, en el que la Religión pierde su entidad académica
seguramente como paso previo a su desaparición.
A cambio se introduce
una asignatura de valores cívicos a la que nada habría que objetar de no
ser por los precedentes de adoctrinamiento moral con Educación para la
ciudadanía.
Se entiende que el Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal (CEE) haya mostrado su «profunda preocupación» con estos anuncios, que amenazan «los derechos a la libertad religiosa y a la educación».
Se entiende que el Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal (CEE) haya mostrado su «profunda preocupación» con estos anuncios, que amenazan «los derechos a la libertad religiosa y a la educación».
Se trata –dice la nota–
de «derechos inalienables de la persona humana, reflejados en nuestra
Constitución y en los tratados internacionales a los que España se ha
adherido».
Preocupante es, de entrada, el modo de afrontar esta reforma. De los esfuerzos por lograr un pacto de Estado hemos vuelto a la dinámica de legislar desde planteamientos ideológicos estrechos.
Preocupante es, de entrada, el modo de afrontar esta reforma. De los esfuerzos por lograr un pacto de Estado hemos vuelto a la dinámica de legislar desde planteamientos ideológicos estrechos.
Desde esa perspectiva se entiende también la reivindicación que hacen los obispos del «papel de la Transición española» y de un estilo de política que nace del consenso.
Entrelíneas se lee
igualmente el recelo de la CEE ante algunas novedades en materia de
memoria histórica. Porque una cosa es ayudar a los familiares y
descendientes de las víctimas en su justo deseo de encontrar sus restos
mortales, o incluso la búsqueda de emplazamientos más adecuados para que
algunas sepulturas dejen de ser motivo de discordia.
Pero solo una
estrechísima línea separa esto de la agitación de viejos fantasmas.
Entendida así, la memoria histórica sirve únicamente para generar
confrontación social y legitimar modos de hacer política desde el
sectarismo.
EDITORIAL de ALFA y OMEGA
No hay comentarios:
Publicar un comentario