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martes, 3 de julio de 2018
Liberales, los últimos de Filipinas en el Partido Popular
El liberalismo está huérfano dentro
del Partido Popular. Esto es lo que opinan Bauzá y Manglano en un
opúsculo que lanzan en plena batalla por el liderazgo de la formación
El senador y expresidente del Govern balear José Ramón Bauzá. (EFE)
Hay que reconocer que los liberales han tenido mala suerte en la historia de España. Y no solo por la acreditada tendencia de este país a las dictaduras y a las asonadas militares con intención liberticida. En los periodos democráticos, incluso, el liberalismo ha salido trasquilado. Maltrecho.
Probablemente, como han demostrado numerosos estudios demoscópicos, por la ciega creencia hacia el Estado autoritario aparentemente protector.
Y que, en realidad, no han sido otra cosa que un vulgar instrumento del
poder para liquidar las libertades individuales y funcionar en provecho
propio.
Algo que puede explicar el atraso histórico de España por la influencia del clero en el desarrollo económico y por la resistencia secular
a la penetración de ideas extranjeras. Pero también debido a que los
viejos partidos liberales —tanto en la Restauración como en la
Transición— fueron devorados por formaciones conservadoras ajenas al pensamiento liberal. Hasta el punto de que hoy el liberalismo es un fantasma que recorre España.
En unos casos, disfrazado de una especie de acracia pequeño-burguesa
—eso que se ha llamado anarco-capitalismo— que convierte a sus
protagonistas en iluminados de una sociedad sin Estado; mientras que en
otros el liberalismo es un remedo de un capitalismo salvaje que no entiende de normas ni de compasión. Es decir, justo lo contrario al liberalismo racional basado en el derecho positivo. Y que Isaiah Berlin desmontó de un golpe dialéctico certero: “Sigue siendo verdad que a veces hay que reducir la libertad de algunos para asegurar la libertad de otros”.
Es por eso que hay que agradecer a José Ramón Bauzá y a Percival Manglano que hayan coordinado un opúsculo (76 páginas) en el que reivindican, ahora que el partido está buscando líder, un regreso al liberalismo clásico.
Aunque en el caso del PP no sería un regreso, sino una auténtica
reinvención. No es de extrañar, por eso, que el documento se llame 'Una
propuesta de regeneración liberal para el Partido Popular'.
Huelga decir que el PP nunca ha sido un partido liberal. Sin duda, por el origen de sus fundadores, herederos del franquismo, pero también por esa conversión de los partidos de centro derecha —lo mismo le ha sucedido en la socialdemocracia— en máquinas electorales perfectamente engrasadas, lo que los ha desnudado ideológicamente.
En
los últimos años, y con la excepción de pequeños partidos liberales
nacidos al calor de la Transición que fueron rápidamente canibalizados,
solo José María Aznar reivindicó para sí las bases del liberalismo clásico. Una especie de recuperación del viejo liberalismo de Canalejas y que el asesinato del político gallego frustró. Las reformas económicas de Aznar durante la primera legislatura y su intención de recuperar la memoria de aquella tercera España que no fue posible ante el triunfo de los extremos acreditan ese interés por darle al PP un sentido liberal.
Esa recuperación de la escueta tradición liberal española buscaba liberar al centro derecha del cordón umbilical que lo unía con la dictadura franquista. Pero solo en parte lo consiguió, debido a que Mariano Rajoy,
que nunca ha sido liberal, sino que ha bebido de las tradiciones
conservadores, truncó cualquier debate ideológico, como se puede
observar en el actual proceso electoral. Algo que ha acabado por
convertir su partido en una formación que solo busca el ensanchamiento
de su base social, pero asexuada ideológicamente.
Ideas y principios
Bauzá y Manglano lo recuerdan en su opúsculo y reivindican algo tan viejo como “las ideas y los principios”.
A los gestores se les supone la suficiente capacidad, vienen a decir,
pero “no hay gestión eficiente sin ideología que la sustente”,
concluyen.
El exconsejero de Economía y Hacienda de la Comunidad de Madrid Percival Manglano. (EFE)
Y en este punto, como sostienen ambos políticos, los liberales españoles “se han sentido
políticamente huérfanos”. Especialmente en los años de crisis
financiera, durante los que se han desarrollado, según sostienen, “políticas abiertamente antiliberales
como el incremento de la fiscalidad, el excesivo gasto público, el
aumento de la deuda, la inyección de dinero público en diversas
entidades o una renovada ansia reguladora”. Es por eso que su mensaje es
claro: “El Partido Popular debe volver a erigirse como baluarte del
liberalismo en España; del liberalismo político y del económico”. Pero
no un liberalismo cualquiera.
“El liberalismo”, aseguran, “es
incompatible con ningún tipo de elitismo o cesarismo”. Una forma amable
de criticar la influencia que determinados grupos de presión internos
han tenido sobre la dirección del PP, impregnada de ese fuerte presidencialismo
que se ha instalado en la política española prácticamente desde la
Constitución de 1978. En su opinión, la función del Estado debe
limitarse a “proteger a los individuos de los abusos de otros individuos
o colectivos, pero en ningún caso privilegiar o imponer unos valores
determinados”. Proponen, incluso, volver a la antigua denominación del
Ministerio de Educación como Ministerio de Instrucción Pública, de vieja tradición liberal.
¿Cuál
es su apuesta? Bauzá y Manglano conciben el Estado de bienestar como
aquel que se limita a asegurar los servicios básicos a todos los
ciudadanos y, mediante un sistema educativo universal y de calidad,
fomenta la igualdad de oportunidades. “Repudiamos que
se utilice la vitola del ‘bienestar’ para propugnar un Estado
sobredimensionado que acaba resultando insostenible por buscar, en
esencia, el bienestar del Estado”.
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