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viernes, 20 de septiembre de 2019

Así era la vida a bordo de la nao Victoria, el primer barco que dio la vuelta al mundo

El 20 de septiembre de 1519 una expedición de cinco barcos financiada por la Corona española partió de Sanlúcar en busca de especias. Tres años después regresó una sola embarcación con 18 hombres capitaneados por Elcano: la nao Victoria.


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Todavía nos preguntamos cómo aquel pequeño barco, la Nao Victoria, pudo dar la Primera Vuelta al Mundo en los años 1519 a 1522. Hasta hoy día, el más experto navegante se sigue sorprendiendo de cómo las naves de aquella expedición fueron capaces de rodear el planeta, llegar hasta latitudes patagónicas, reconocer el intricado laberinto de los canales del Estrecho de Magallanes, cruzar la inmensidad del océano Pacífico, doblar el cabo de las Tormentas o dar media vuelta al mundo sin escalas.
La Victoria, al igual que sus compañeras de viaje en esta gran hazaña, eran naos, naves que pueden parecer pequeñas, tremendamente incómodas para la vida de sus hombres, con rudimentarios instrumentos náuticos y aparejos de velas cuadras que les daban poca maniobra. Sin embargo, entonces eran la vanguardia, barcos revolucionarios y los más avanzados de su tiempo, diseñados para realizar grandes travesías oceánicas. Eran naos de origen cántabro, de 80 a 150 toneles (en toneladas equivalía a un 20% más) de capacidad, con amplias bodegas para aumentar su capacidad de carga y poco calado para navegar cerca de las costas desconocidas.

TRIPULACIÓN

Entre sus 20 y 23 metros de eslora y poco más de 7 de manga, convivían los 45 a 60 hombres que las tripulaban. Tan solo el capitán disponía de cámara propia, y el resto buscaba entre los pocos espacios libres de sus cubiertas barridas por el agua, el viento y el mar, algún pequeño hueco al raso donde echar sus mantas y descansar. Su alimentación consistía en escasas raciones de un pan cocido dos veces, llamado bizcocho, vino, legumbres, frutos secos y otros víveres en salazón, ya que los alimentos frescos almacenados en las bodegas donde apenas corría el oxígeno, se corrompían a los pocos días de navegación y el agua potable se hacía putrefacta en poco menos de un mes. El hambre y la enfermedad, se llevaron por delante a 51 de los 245 tripulantes de la expedición, que en los momentos más trágicos llegaron a comer el cuero de los palos, gusanos, ratas y el serrín de la madera, para no morir.

37.000 MILLAS NÁUTICAS

Las naos eran además naves oscuras por la brea negra y untuosa con que se recubrían sus maderas para protegerlas de la broma, y por tanto sus hombres soportaron elevadísimas temperaturas y pocos espacios de sombra para alivio y descanso, tras las horas de las guardias las que se dividían el trabajo entre sus cubiertas.
En estas condiciones aquellos hombres sin embargo, hicieron frente a los grandes océanos del planeta. De aquellas cinco naos que salieron de Sevilla el 10 de agosto de 1519, tan solo una de ellas, la nao Victoria, regresó el 8 de septiembre de 1522, culminando la Primera Vuelta al Mundo. Había recorrido más de 37.000 millas náuticas y traía a bordo a tan solo 18 hombres capitaneados por Juan Sebastián Elcano, que en el camino de regreso a España desde las islas Molucas, había realizado con esta nao, prácticamente media vuelta al mundo sin escalas, en solitario y una travesía de más de cinco meses por algunas de la regiones más duras del planeta.

LOGROS INVESTIGADORES

En definitiva, toda una hazaña que no volvería a repetirse hasta 60 años después por Francis Drake. Pero no sólo se trata de la mayor aventura marítima de la historia, sino que sus logros y consecuencias tuvieron un alcance que llega hasta nuestros días y supuso un auténtico un revulsivo del conocimiento del planeta en que vivimos.
Con esta gesta náutica se demostró la redondez de la Tierra y que América era un continente
Cerraba el sueño de Colón de alcanzar la mítica Asia por Occidente y 27 años de sucesivas expediciones marítimas españolas que buscaron abrir la ruta del Oeste hacia las especias, y que habían topado con la inmensidad de una nueva tierra que parecía infranqueable y que se extendía hacia el Sur hasta latitudes todavía inimaginables. A nivel cartográfico, se demostró la redondez de la tierra, la continentalidad de América y se recogieron miles de datos náuticos y cosmográficos que serían utilizados por todas las naciones europeas para levantar mapas que recogían la imagen moderna del mundo en toda su extensión. Se descubrió el estrecho de Magallanes, los archipiélagos del Pacífico de Tuamotú, las Marianas, las Marshall, las Molucas, parte de las Filipinas, y se navegó el Pacífico en toda su extensión.
Pero es más, con esta expedición, se iniciaba una corriente comercial y cultural que uniría por los caminos del mar los continentes europeos, americano y asiático, dando inicio a la globalización. En definitiva, por primera vez, el hombre abrazaba y cerraba el mundo y adquiría constancia a de la dimensión del planeta en el que vivía.

DEFENSA DEL LEGADO

Todo esto lo ha querido contar la Fundación Nao Victoria, institución que lleva más de una década difundiendo este hito histórico y la labor de los marinos españoles, en el centro de interpretación que ha inaugurado recientemente en Sevilla, llamado Espacio Primera Vuelta al Mundo, con motivo del V Centenario de la gesta. Un lugar en el que los visitantes descubren las claves de la Primera Vuelta al Mundo narrada a través de su barco protagonista: la Nao Victoria. Es la nave, la que guía de principio a fin: desde los preparativos de la expedición hasta la inmensidad de la travesía que realizó. Un recorrido por los peligros a los que se enfrentaron sus tripulantes. Una experiencia para los sentidos a través de las sensaciones y vivencias de los propios barcos y sus marinos protagonistas, para acercarnos a conocer la auténtica dimensión y el alcance de los logros de esta increíble aventura.

LA 'PIEL' QUE SALVÓ EL VIAJE MÁS LARGO

La resistencia de la nao Victoria mostrada en el viaje no fue fruto de la fortuna sino de un trabajo concienzudo de expertos carpinteros. En primer lugar, los agrimensores eran los encargados de seleccionar en los montes la corta de las maderas. Debían tener muy buen ojo porque aprovechaban las formas naturales de los troncos y las ramas para las piezas del futuro barco. Se tenían en cuenta distintos factores, como la orientación del árbol (los que estaban al norte resistían mejor el agua) y eran los aserradores y carpinteros quienes trabajaban la madera de árboles que fueran fáciles de doblar. Para resistir la corrosión provocada por el agua, el aire y los animales, los aserradores de maderas adoptaron una serie de medidas preventivas aprendidas de la observación de la naturaleza. La principal consistía en cortar los robles y trasmochos en los cuartos menguantes de los meses de noviembre, diciembre y enero de cada año. El escudo de estas naves, que eran capaces de recorrer el mundo, se construía de madera de roble (estructura) y de pino el forro.




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