El Govern y las asociaciones civiles aparcan la promesa de la república catalana y se centran en la liberación de los políticos presos como nueva estrategia para mantener las filas prietas
Miles de personas claman en Barcelona por la libertad de los políticos presos y el regreso de los huidos. (EFE)
La independencia ya no es el motor que mueve el 'procés'. Ahora, el concepto que mantiene prietas las filas y los votos es el sufrimiento, el dolor de un pueblo al ver a sus líderes políticos encarcelados por un Estado oscuro y vengativo. Este cambio de piel se lleva produciendo más de un año y se completará el día en que el Tribunal Supremo emita la sentencia de los políticos catalanes presos, previsiblemente a mediados de octubre. Ese día, Cataluña experimentará un gran trauma nacional. En una manifestación masiva en las calles de Barcelona, el 'pueblo' gritará amnistía y exigirá a Europa que actúe, pero no para que reconozca a un nuevo Estado sino para que sancione a España y libere a los presos políticos.
¿Y la independencia? Seguirá ahí, como telón de fondo, pero ya como un sueño a largo plazo, nada de resultados concretos, nada de fechas que comprometan a nadie. Vuelta a la casilla de hace justo 10 años, cuando en Arenys de Munt se celebró la primera consulta por la independencia de Cataluña como germen del 'procés', pero ahora con casi un 50% de apoyo electoral y una sociedad totalmente fracturada. Los lemas de esta Diada de 2019 son claros respecto a este nuevo ciclo. Òmnium y la ANC han escogido la frase 'Objetivo independencia'. El Govern ha optado por un sencillo 'Volveremos'.
La fuente de legitimidad procesista es haber sufrido. Es mejor que prometer independencia porque no obliga a hacer nada
Alfons López Tena, exdiputado independentista en el Parlament (2010-2012) y fino analista del 'procés', apunta en esa dirección: "Convergència y ERC tienen asegurada la credibilidad ante los suyos gracias a los presos. Desde el año 2012, todo se centró en jugar el farol de la independencia, con el objetivo real de no perder la hegemonía en Cataluña y, sobre todo, mantener el control de los presupuestos públicos. Pero para hacer creíble la farsa había que poner fechas a la independencia: que si el año que viene, que si en 18 meses, siempre como el burro y la zanahoria. Ahora, en cambio, con la prisión preventiva y las previsibles condenas más los fugados en Waterloo, ya no hace falta prometer independencia para tener credibilidad, pues esta se consigue mediante el sufrimiento y el dolor de la persecución. ‘Estamos pagando nuestro sacrificio por Cataluña, ¿cómo podéis dudar de nosotros?', dirán para sostener el chantaje emocional. La nueva fuente de legitimidad procesista de Convergència y ERC es haber sufrido, y eso ya es para siempre, es indefinido. Es mejor que prometer independencia, porque no te obliga a hacer nada".
¿Cómo se le dice a un colectivo de dos millones de personas que todo lo prometido durante años es ahora irrealizable sin ser lapidado políticamente? Muy sencillo, explica el periodista Guillem Martínez, autor de las crónicas más agudas de esta crisis política y que en breve publicará 'Caja de brujas. Procesando el proceso al Procés’ (Colección Contextos). "El soberanismo catalán es un movimiento político autorreferencial en el que lo importante es la sentimentalidad. No necesita contrastar sus experiencias con la realidad ni con los hechos para reafirmarse. Esto la lingüística cognitiva americana lo ha verbalizado mucho, habla de itinerarios neuronales que siguen funcionando aunque la realidad ya no se describa de esa forma. Lo importante no es la independencia, sino la sensación de grupo. Por eso es tan fácil cambiar el discurso político de un plumazo y que todo siga igual. Hasta el año 2017, la propaganda se hacía por la independencia, tras el referéndum se hizo por los presos, y ahora llega el tercer cambio que será la sentencia. La condena, que quizá será desmesurada, modelará el nuevo lema propagandístico del catalanismo, que centrará todos sus esfuerzos en la libertad de los presos y pondrá la independencia en un segundo plano".
La mutación estratégica de ERC
En realidad, todo esto ya está ocurriendo. ERC lleva más de un año remodelando su discurso hacia tesis más pactistas con el Estado, el clásico 'ensanchar la base' independentista con una mano y participar activamente en las instituciones españolas y en el Congreso de los Diputados con la otra. Una especie de autonomismo 2.0 que los sectores más beligerantes del soberanismo, encabezados por Junts per Catalunya (JxCAT), es decir, el 'puigdemontismo', han empezado a criticar duramente en las últimas semanas. Por dos motivos. El primero, porque rebajar la tensión y volver a poner la independencia en un horizonte indefinido deja en fuera de juego a Carles Puigdemont, quien sigue moviendo los hilos de JxCAT y del Govern de Quim Torra. El segundo, porque JxCAT ve con horror cómo el votante independentista, agotado emocionalmente, premia en las urnas ese tono menos ultramontano y más realista de ERC. Ahí está el resultado de las elecciones generales de abril de 2018: ERC se llevó 14 escaños, el doble que JxCAT. Mal asunto para Puigdemont, que sin ruido de sables "se queda como don Juan en Estoril", en palabras de López Tena.
"El ‘procés’ es una explosión que ha durado cinco años. Movilizar a una sociedad tanto tiempo es algo excepcional en Europa", subraya Lluís Orriols, vicedecano de estudios de Ciencias Políticas de la Universidad Carlos III. "Ahora ha entrado en un estadio de desorientación y descoordinación, dos elementos que estaban muy bien atados en anteriores periodos. Era un movimiento social en cuyo engranaje participaban las asociaciones civiles, los partidos y las instituciones, y todos aportaban sus recursos. Había fisuras, pero una unidad de acción y una agenda con plazos bien delimitados. Eso culmina en el referéndum del 1 de octubre y estalla a finales de 2017, cuando se produce una agenda errática y hay cambios de estrategia. ERC acepta que hay que pasar página y volver a la tranquilidad institucional con la independencia como telón de fondo. De esta forma, intenta copar el espacio hegemónico del catalanismo. En condiciones de no convulsión, ERC está llamada a liderar las instituciones catalanas en el corto plazo".
El 'procés' rupturista ha muerto. Estaríamos ahora en un 'pos-proceso' en el que viviremos situaciones menos convulsas
¿Entonces el 'procés', tal como lo conocimos, ha muerto? "Si por 'procés' entendemos ese movimiento social con una agenda común, movilizaciones permanentes y un plan rupturista a corto plazo, sí. Estaríamos ahora en un 'pos-proceso', en el que viviremos situaciones menos convulsas", considera Orriols. "Eso no significa que volvamos a la estabilidad autonomista de los años ochenta y noventa, porque el marco ha cambiado. El 'procés' ha dejado heridas generacionales muy profundas que llevarán a un tercio de la población catalana a vivir al margen de la sociedad española. El Estado puede sobrevivir con esa bolsa de desafectos, pero le saldrá caro, porque la novedad política es que Cataluña, que hasta hace cuatro días era el garante de la estabilidad en España y permitió tener los gobiernos más longevos de toda Europa mediante el intercambio de estabilidad por transferencias u otras prebendas, será en adelante una fuente de inestabilidad en la política española. Y esto traerá consecuencias".
Las primeras críticas internas
El periodista y escritor Francesc-Marc Álvaro, uno de los intelectuales orgánicos del soberanismo, acaba de publicar 'Ensayo general de una revuelta' (Galaxia Gutenberg), donde analiza las claves y los errores del 'procés' y señala también los excesos políticos y judiciales españoles. Una de sus conclusiones es la siguiente: "El proceso, resumido a la manera de Melero [abogado defensor de Joaquim Forn], es un simulacro, una impostura, un decorado de cartón-piedra. También es el ensayo general (improvisado y torpe) de una revuelta. (…) Es la versión más próxima a los hechos que hoy tenemos. Es una versión con más pena que gloria".
Que un intelectual de la órbita soberanista (en 2015 publicó el ensayo 'Por qué hemos ganado') se atreva a señalar los errores e incumplimientos de la clase política catalana era algo imposible hace dos o tres años, pues le habría costado la muerte civil. Por eso, que Álvaro se anime a decir en público que existe "una disonancia cognitiva entre lo que se ha dicho y lo que se ha hecho, y eso llega hasta el día de hoy escuchando al 'president' Torra", o que uno de los capítulos principales del libro se titule 'Trampantojo' y desentrañe el ardid propagandístico del Govern, es el reflejo de que las placas tectónicas del independetismo se han movido.
"Existen dos miradas dentro del soberanismo sobre la sentencia: un sector cree que se debe protestar por las condenas y, tras la protesta, hacer política institucional para replantear alianzas, posición abanderada por ERC, y otro sector abanderado por Puigdemont y la CUP que considera que hay que aprovechar el momento de indignación social para repetir lo de octubre de 2017. Y como son dos posiciones muy diferentes, esto romperá el Govern y se traducirá posiblemente en convocatoria de elecciones en Cataluña", explica Álvaro a este diario.
"En democracia, contamos votos, y estos indican que hay un voto pragmático que apuesta por ERC en los ayuntamientos y en el Congreso, y otro voto de protesta que apoya a Puigdemont en Europa. Es un giro al pragmatismo con un matiz de protesta", prosigue el analista. "Las próximas elecciones catalanas darán la clave de hacia dónde vamos: si ERC gana, Cataluña se olvidará de la vía unilateral y la indepedencia se planteará a largo plazo. Eso nos podría llevar al esquema escocés de no tener prisa, pero en cualquier caso ya no se volverá al planteamiento clásico del autonomismo porque ha habido un cambio sociocultural profundo".
El virus de la derecha esencialista
"En Cataluña se está colando algo inquietante, que es la nueva derecha esencialista", subraya Guillem Martínez. "Lo ves en Reino Unido, por ejemplo. Es decirle a la gente que hay que trabajar por el concepto de 'pueblo', y para ello hay que expulsar a esa parte de la sociedad que no encaja en él. Es un comportamiento posdemocrático: la voz del pueblo es más importante que el voto. Está sucediendo en toda Europa y se acepta con una naturalidad que asusta". Y advierte: "El catalanismo no puede ofrecer nada más, está sumido en una crisis absoluta, ensimismado en lógicas autorreferenciales en las que o estás dentro del grupo o eres un apestado. Y esto, en un territorio pequeño, es una amenaza para su superviviencia. Los países pequeños o son atractivos o mueren".
En Cataluña, la voz del pueblo es más importante que el voto, y esto se acepta con una naturalidad que asusta
Orriols y López Tena también coinciden en incluir el procesismo dentro del lote de populismos conservadores que barren Europa desde Hungría hasta el Reino Unido, sin olvidar el Estados Unidos de Donald Trump. "Esto hace que el público te siga votando pase lo que pase y digas lo que digas", apunta el exdiputado catalán. “Lo único que diferencia al procesismo del resto de movimientos autoritarios de Europa es que aquí está dividido en dos bandos, y eso genera todo el ruido actual".
Un populismo cuyo germen se remonta a los inicios de la democracia. "El pujolismo ha sido más importante culturalmente de lo que creemos, ha depurado una idea de país y de sociedad muy grupal, que se ve ajena a los vicios y lacras españoles pero que los comparte totalmente: la corrupción política, el simbolismo nacionalista y una nueva generación de políticos que cada vez aportan menos", se lamenta Martínez, antes de rematar: "Lo natural en cualquier país de Europa sería aceptar el fracaso, que hubiera dimisiones en masa y que desapareciera toda una generación de políticos en Barcelona y en Madrid. Y también de periodistas, quienes no han mostrado interés en describir la realidad sino en replicar las declaraciones de los políticos. Describir la realidad habría facilitado el diálogo. Porque aquí lo único que ha ocurrido es un proceso que no existió, que fue siempre una fantasía, y un golpe de Estado que tampoco existió nunca".
DAVID BRUNAT Vía EL CONFIDENCIAL
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