Lo que está ocurriendo ahora es clave para el futuro de la Iglesia católica.
El pasado mes de marzo
los obispos alemanes, reunidos en Conferencia Episcopal, decidieron
iniciar un «Camino sinodal» para abordar los asuntos relacionados con la
crisis de la pederastia, entre otros, la cuestión del celibato y la
doctrina moral sexual católica.
El presidente de la DBK
(siglas de esa Conferencia Episcopal), el cardenal Reinhard Marx,
arzobispo de Múnich, anunció también en ese camino la participación del
«Comité central de los católicos alemanes» (ZdK). Comité que
inmediatamente se puso a trabajar en paralelo con foros, por ejemplo,
sobre el «acceso de mujeres a las órdenes sagradas».
Inmediatamente comenzaron a oírse algunas voces de obispos críticos con el fin y el método de ese «Camino». Por ejemplo, el obispo de Würzburg, Franz Jung, advertía que «no me puedo imaginar un camino particular para Alemania, sea este como sea; las cuestiones tales como el celibato o el sacerdocio de las mujeres las tiene que decidir la Iglesia universal». Monseñor Konrad Zdarsa, obispo de Augsburgo, apuntaba que «solo habrá una verdadera renovación de la Iglesia a través de la conversión personal, la conversión a Dios y a la vida de fe y de sacramentos».
En esas estábamos cuando el Papa Francisco, el 29 de junio de este año, hacía pública una «Carta al Pueblo de Dios que peregrina en Alemania». Una carta que fue interpretada de formas diversa tanto por quienes estaban alentando el «Camino sinodal» como por quienes son críticos con esta iniciativa.
Inmediatamente comenzaron a oírse algunas voces de obispos críticos con el fin y el método de ese «Camino». Por ejemplo, el obispo de Würzburg, Franz Jung, advertía que «no me puedo imaginar un camino particular para Alemania, sea este como sea; las cuestiones tales como el celibato o el sacerdocio de las mujeres las tiene que decidir la Iglesia universal». Monseñor Konrad Zdarsa, obispo de Augsburgo, apuntaba que «solo habrá una verdadera renovación de la Iglesia a través de la conversión personal, la conversión a Dios y a la vida de fe y de sacramentos».
En esas estábamos cuando el Papa Francisco, el 29 de junio de este año, hacía pública una «Carta al Pueblo de Dios que peregrina en Alemania». Una carta que fue interpretada de formas diversa tanto por quienes estaban alentando el «Camino sinodal» como por quienes son críticos con esta iniciativa.
Estos últimos apuntaban
que, como consecuencia de la Carta del Papa, había que remodelar todo el
proceso e incluir el «primado de la Evangelización». Ahora acaba de
intervenir el cardenal Marc Ouellet, desde Roma, en su calidad de
prefecto de la Congregación de Obispos, para recordarles que no pueden
cambiar ni la doctrina ni la disciplina católicas.
Lo que está ocurriendo ahora en la Iglesia en Alemania es clave para el futuro de la Iglesia católica. Los obispos alemanes están advertidos. Un buen amigo suele decir que cada 500 años se produce un cisma. ¿Desembocará de nuevo el Rin en el Tíber o el Tíber en el Rin?
Lo que está ocurriendo ahora en la Iglesia en Alemania es clave para el futuro de la Iglesia católica. Los obispos alemanes están advertidos. Un buen amigo suele decir que cada 500 años se produce un cisma. ¿Desembocará de nuevo el Rin en el Tíber o el Tíber en el Rin?
JOSÉ FRANCISCO SERRANO OJEDA Vía ABC
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