Raúl del Pozo
"No hay candidato" ha dicho Felipe VI. Pablo Iglesias ha descubierto ante el Rey
algo que se sabe desde hace más de 100 años: entre la socialdemocracia y
el comunismo hay un despeñadero. Resulta cómico que haya ido a
enjugarse las lágrimas en el armiño y haya reconocido que cuando el
macho alfa es Rivera el PSOE tiene prisa para tratar de
reunirse. «Nosotros éramos el socio preferente, pero Albert Rivera era
el socio prioritario. Los poderes fácticos han hecho su trabajo y el CIS
lo ha bordado con un PSOE sin ideología. Felipe era anticomunista con ideología. Pedroes
anticomunista sin ideología». Así respiraban los de Podemos; antes de
irse a plantar repollos en la Puerta del Sol con la pancarta del cambio
climático.
Mientras el Rey Felipe VI, con la restauración reforzada, recibía a los políticos que faltaban para decidir si hay investidura o no, después de varias intentos fallidas y de cuatro elecciones generales en cuatro años, los partidos han estado tanteándose para no quedarse colgados en la brocha del relato. Pedro Sánchez prefiere nuevas elecciones porque el socio deseado no puede decir sí a Sánchez sin hundirse. Con la abstención no sería suficiente para formar Gobierno. Pedro Sánchez le ha pedido a Albert Rivera que desbloquee la situación pero esa postura, aunque fuera gratuita, condenaría a Rivera a seguir de bisagra sin ministros en la habitación del pánico.
Al despelote que hemos vivido se le suele llamar inestabilidad política, pero el país está tranquilo, funcionan los trenes, no hay huelgas, ni revueltas, ni escraches, ni peleas, excepto las de los partidos que nos dividen y las que amenazan el otoño después de la sentencia del Tribunal Supremo. Dice Albert Rivera que estamos al límite y ha pedido una reunión urgente para pactar una abstención, después de cuatro meses en que los líderes se han estado tocando el pijo. Le ha dicho a Ana Rosa Quintana que Sánchez nos aboca a unas elecciones como si los españoles fueran monigotes. Es muy acertado el calificativo de monigotes. Monigote es insulto gongorino y se dedica a las personas incompetentes, ignorantes, de ninguna representación ni valer. Todo eso ocurre cuando acabó el bipartidismo y no llegó nada mejor.
RAÚL DEL POZO Vía EL MUNDO
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