La actuación chusca del líder socialista no invalida que los propósitos finales de esa estrategia sean acertados
El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez (de espaldas), responde al líder del PP, Pablo Casado, durante la segunda y última sesión de control de esta legislatura. (EFE)
Faltaba por ver el desenlace para determinar si la jugada política del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, era más propia de un trilero que de un estratega. La diferencia ya se estableció a principios de julio pasado cuando, tras dos meses de amagos y distracciones, se pudo contemplar claramente que el único objetivo del presidente del Gobierno en funciones era estirar el tiempo hasta el vencimiento de la legislatura 'non nata'.
El estratega y el trilero, a ver, pueden perseguir los mismos objetivos políticos, pero la diferencia entre los dos es que mientras que el estratega va de frente, no engaña, el trilero mueve la bolita debajo de los tapones, la pasa de un lado a otro haciéndonos creer que está barajando todas las opciones y, cuando al fin se detiene y nos parece evidente su decisión, descubrimos el engaño.
Esa ha sido la actuación de Pedro Sánchez en los meses transcurridos desde las elecciones del 28 de abril; por tiempos, ha simulado pretender un Gobierno de coalición con Podemos, un pacto de izquierdas ‘a la portuguesa’ y hasta un Gobierno en minoría ‘permitido’ por la oposición conservadora. La bolita ha recorrido todos los cubiletes, pero todo consistía en un juego de simulación.
A partir de ahí, la actuación chusca del líder socialista no invalida que los propósitos finales de esa estrategia sean acertados. Que sí, que Pedro Sánchez ha actuado como un trilero y, desde que llegó al cargo en junio de 2018, mantiene a todo un país al ralentí, como si España fuera un ‘efecto colateral’ en su estrategia de consolidación del PSOE. Pero, sentado eso, se pueden señalar estos tres aciertos de la estrategia seguida por el PSOE desde las elecciones de abril.
Mejor el bloqueo que el caos
El bloqueo institucional siempre será preferible al caos institucional. Esa es una máxima que se olvida inexplicablemente cuando, sobre todo desde sectores identificados con la derecha, se reprocha al PSOE y a Pedro Sánchez que no hayan accedido a un Gobierno de coalición con Podemos. En vísperas de la sentencia del Tribunal Supremo sobre la revuelta independentista de Cataluña, el mayor acto de irresponsabilidad de un líder político habría consistido en nombrar vicepresidentes y ministros a dirigentes de un partido que piensa que en España existen presos políticos y que, diga lo que diga la Constitución, en Cataluña hay que celebrar un referéndum de autodeterminación, que no existe en ningún otro Estado democrático del mundo. Un Gobierno, además, en el que Podemos no garantizaba la mayoría suficiente en la Cámara, sino que tenía que apoyarse en nacionalistas e independentistas.
El mayor acto de irresponsabilidad habría sido nombrar ministros a dirigentes de un partido que piensa que en España existen presos políticos
La misma sentencia, mejor el colapso que el caos, se podría trasladar al terreno económico si un Gobierno de coalición del PSOE y Podemos hubiera incluido entre sus prioridades el desmantelamiento de toda la legislación laboral aprobada por los gobiernos de Rajoy durante la crisis económica. El PSOE, sin la influencia de Podemos, ya ha basculado desde la derogación inmediata de la reforma laboral hacia la posición actual de modificación de algunos aspectos. Si ya se anuncia una nueva recesión, solo faltaba un Gobierno en España que pusiera patas arriba todo lo existente.
Recuperación del centro izquierda
La recuperación del PSOE, desde el pozo electoral en el que se encontraba tras las elecciones de 2016, con los peores resultados electorales y una crisis interna que incluso llegó a asomarse al abismo de la escisión, tenía que superarse en dos fases, bien diferenciadas, cada una de ellas orientada a la sangría de votos que se producía hacia la izquierda y hacia el centro. La más urgente era la de Podemos y esa estrategia comenzó a partir de que Pedro Sánchez radicalizó el discurso socialista contra el Gobierno del PP (el famoso 'no es no' que ahora tanto se le recuerda); se consolidó cuando ganó las primarias de la secretaría general, y se desarrolló plenamente al alcanzar la presidencia del Gobierno con la moción de censura apoyada, entre otros, por Podemos.
La política de Pedro Sánchez desde entonces hasta la actualidad, intensificada especialmente en estos cuatro meses de negociaciones simuladas, ha sido la de ir restándole argumentos de izquierda a Podemos y desacreditando a Pablo Iglesias. Si durante unos años Podemos amenazó seriamente al PSOE con arrebatarle la ‘marca’ ideológica de la izquierda, es muy probable que, en este momento, ya no exista esa diferencia: los socialistas se han reconciliado con muchos de sus votantes de izquierda. Una vez logrado ese objetivo, el PSOE y Pedro Sánchez se han volcado hacia el centro, aprovechando el giro de Ciudadanos hacia el centro derecha. El constante martilleo del ‘trifachito’, como llaman despectivamente a los acuerdos de Vox, PP y Ciudadanos, persigue ese objetivo, entre otros.
Estabilidad parlamentaria y bipartidismo
En la sesión de investidura fallida de Pedro Sánchez a finales de julio, pasó inadvertida la coincidencia de objetivos entre los líderes del PSOE y del Partido Popular que, con seguridad, se plasmará en la próxima legislatura, si las elecciones generales de noviembre resultan como ambos esperan. La frase más significativa de aquel debate, que conviene recordar, la pronunció Pablo Casado; Pedro Sánchez se limitó a asentir: “Usted y yo tenemos una tarea en común por delante, ensanchar el espacio central de la moderación y hacerlo tan grande que, de nuevo, los dos podamos ganar en él. Pero para ello es necesario que abandone la idea de ser Gobierno en un nuevo sistema y asumir que es mejor ser oposición en el sistema que juntos, ustedes y nosotros, construimos en 1978. Solo así podremos reencontrarnos el PSOE y el PP”.
El objetivo común del PSOE y del PP es la vuelta al bipartidismo y, por ende, a un modelo político más estable, más gobernable, para España. Si atendemos a la inestabilidad creciente en varios países europeos, no parece que sea un objetivo menor; más bien todo lo contrario. Desde el momento en que el sistema de bloques que sustituyó al bipartidismo se mostró más ineficaz que el modelo conocido, es probable que muchos electores ‘fugados’ del PP y del PSOE hayan reconsiderado su regreso al voto tradicional. El interés del PSOE por unas nuevas elecciones no es menor que el del Partido Popular, por la creencia de ambos de que pueden avanzar hacia su objetivo común de regreso al bipartidismo y consolidarlo luego con reformas electorales.
JAVIER CARABALLO Vía EL CONFIDENCIAL
No hay comentarios:
Publicar un comentario