El autor analiza el posible impacto de la pandemia en la estructura demográfica y advierte de los graves problemas que acarreará las bajísimas cifras de natalidad que hay en España
PATXI CORRAL
¿Qué efecto tendrá la pandemia de Covid-19 sobre nuestra escuálida tasa de natalidad, la estructura demográfica de España y la esperanza de vida? Muchos se hacen esas tres preguntas desde que el coronavirus irrumpió tan desagradablemente en nuestras vidas.
La esperanza de vida, una vez vencida la pandemia mediante vacunas, fármacos, mejores técnicas curativas, y/o inmunidad de rebaño, debería seguir aumentando a ritmo incluso mayor que el de las últimas décadas, por los avances médicos y los incrementos de capacidad hospitalaria que esta emergencia sanitaria habrán propiciado, y porque cabe esperar que se generalice el uso de mascarillas para no contagiar al prójimo entre los afectados por catarros y enfermedades infecciosas similares, como ya era habitual desde hace años en países como Japón, pero no, ciertamente, en España.
En relación a nuestra maltrecha estructura demográfica y la preocupante inversión de su pirámide de población, el impacto de la pandemia en el proceso de envejecimiento social y en el gasto en pensiones de España debería ser apenas apreciable. Incluyendo los muertos no contabilizados por el Gobierno, hasta ahora llevaríamos entre 40.000 y 50.000 fallecidos por Covid, en su inmensísima mayoría con 65 años o más. Como la población mayor de 64 años supera en España los nueve millones de personas, y cada año crece su número en unos 150.000 paisanos más, salvo un recrudecimiento catastrófico de la epidemia, la mortandad por coronavirus no tendría efectos relevantes en la pirámide de población española (con perdón por llamarla "pirámide", ya un eufemismo o anacronismo, pues su forma hace mucho que dejó de ser piramidal), y tampoco aligeraría de forma significativa la abultada nómina de las pensiones de jubilación de manera recurrente.
Es menos clara la incidencia que tendrá la Covid-19 en la natalidad, si bien dudamos de que sea importante a la larga. Al principio del confinamiento se hablaba de que habría un baby boom al cabo de nueve meses, al estar las parejas más juntitas; y también por revalorizarse para muchos la familia como base de sus vidas, en esos tiempos de gran zozobra. Según fue creciendo la preocupación por el desplome económico en ciernes, cundió la hipótesis contraria: habrá un tremendo bajón en los nacimientos. Muy pocos mencionaron dos factores que incidirían en el número de alumbramientos a los nueve meses del inicio del confinamiento, uno a favor y otro en contra. Cabe prever que haya habido un número mucho menor de lo habitual de abortos entre marzo y junio, lo que conllevaría más bebés de lo normal entre diciembre y febrero próximos, dado que uno de cada cinco embarazos en España termina con el feto muerto en un quirófano al mando de galenos/as que omiten el mandamiento ético hipocrático de no practicar abortos. En sentido contrario, cabría esperar que se hayan interrumpido muchos tratamientos de fertilidad, que en España ya traerían al mundo a más de un 5% de los bebés que nacen, y cuya causa mayoritaria es que los españoles dejamos para demasiado tarde lo de ponernos a tener niños. Como la fertilidad femenina -y la masculina-, a la edad en que gran parte de los españoles quiere hoy día tener niños (entre los 30 y muchos años y los 40 y varios) es mucho menor que a las edades en que se casaban y tenían los niños los españoles hasta hace unas pocas décadas, solo por este motivo, hay un número creciente de españoles que acaban teniendo menos niños de los que a la postre habrían deseado y que recurren a técnicas médicas para aumentar su fertilidad con el fin de tratar de tener descendencia.
¿Cuál será el resultado neto de estos cuatro factores, dos a favor y dos en contra de la natalidad post-confinamiento? ¿un baby boom en unos meses o lo contrario? A finales de 2020 lo sabremos. Pero eso no tendría mucha importancia a la larga. Los nacimientos, sean muchos o pocos, no alterarán la salud demográfica de España, crecientemente maltrecha tras varias décadas con un número de hijos muy insuficiente para el reemplazo generacional. Si la crisis económica se prolonga, es previsible que nuestra tasa de fecundidad se hunda algo más. Pero si sirven para predecir el futuro todos los datos conocidos de natalidad desde hace un siglo y medio, no cabe prever un desplome fuerte del número de hijos por mujer por la Covid a medio y largo plazo. La experiencia nacional e internacional indica de manera rotunda que no hay relación de fondo entre crecimiento o caída del PIB y variación de la tasa de fecundidad. Durante la Guerra Civil, el número medio de hijos por mujer en España fue más del doble que el actual, pese a lo durísimo del momento. Sensu contrario, entre 2014 y 2019, pese a ir la economía mucho mejor que en el quinquenio anterior, el número de hijos por española cayó un 8% (por solo 3% entre 2009 y 2014, con la economía "hecha unos zorros"), y el número de bebés de madres españolas se redujo en un 20% (por 10,5% en el quinquenio previo). Los países con mayor renta per cápita del mundo (naciones megarricas como Luxemburgo, Singapur, Irlanda, Noruega o Catar, por cierto, con muy diversos sustratos religioso-culturales) experimentaron en los últimos años sucesivos mínimos históricos de fecundidad, muy inferiores a los 2,1 hijos por mujer que permiten el relevo generacional, y en el caso de las luxemburguesas y singapurenses inferior incluso a la de las mujeres españolas. Es más, en 2019, antes de visitarnos la Covid y con la economía creciendo a buen ritmo, el número de nacimientos de madres españolas cayó porcentualmente más que en 1919 con la pandemia de gripe mal llamada española (4% entonces, por 5% en 2019), que mató en total a más de 250.000 personas en España, equivalentes a 550.000-600.000 con la población actual de España. Y en 1920, los nacimientos recuperaron los niveles de 1918 y años previos.
España sufre un gravísimo problema de baja natalidad y, como consecuencia, de envejecimiento social y tendencia a la pérdida de población española. Con la fecundidad actual, y en ausencia de flujos migratorios externos, la población de España se reduciría a la mitad desde ahora hasta finales del siglo XXI, desde 47,3 millones a unos 23 millones, y envejecería muchísimo en promedio. Y, según nuestras estimaciones, la población española autóctona (sin contar inmigrantes y sus descendientes) pasaría de 38,6 millones de personas a poco más de 16 millones, de las que casi la mitad tendrían 65 años o más. A estos efectos, a largo plazo, creemos que el covid-19 no tendrá apenas impacto en nuestro destino demográfico. O España se toma en serio su gravísimo problema de baja natalidad y deja de mirar hacia otro lado al respecto, y en vez de potenciar valores y promulgar o mantener leyes que van contra la natalidad y la estabilidad familiar -a su vez, uno de los factores clave para que se tengan más o menos niños- empieza a hacer de manera decidida lo contrario, o nuestra merma de población autóctona, declive económico, auge de la soledad y pérdida de peso internacional en el siglo XXI serán colosales.
ALEJANDRO MACARRÓN* Vía EL MUNDO
* Alejandro Macarrón es ingeniero, consultor empresarial y director de la Fundación Renacimiento Demográfico.
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