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lunes, 13 de enero de 2020

CASA CON DOS PUERTAS

Sarna democrática con gusto no pica




Juan Manuel de Prada

Juan Manuel de Prada


Parafraseando aquella definición que Chesterton propuso sobre el periodismo, podríamos afirmar que la democracia consiste en decir «Fulano es ministro» a gente que no sabía que Fulano existiese. Lo más alucinante es que nombrando ministros a fulanos desconocidos puedas tener a las masas cretinizadas y a los tertulianeses en un sinvivir, que los dedos se les hacen huéspedes gugueleando los nombres de los fulanos, por ver si están emparejados entre sí (y en este gabinete hay muchos emparejados, lo que no debe extrañarnos, pues la partitocracia es endogámica y fomenta el rijo).

Wenceslao Fernández Flórez consideraba que, para ser ministro, no hacía falta mayor capacidad que para ser socio de un casino. Y consideraba que los ministros siempre se dividen en dos tipos humanos: los que se saben los reglamentos y los que se saben los chascarrillos. «Todos hacemos oído en las juntas generales de los casinos -escribe Fernández Flórez- al señor socio que se alza para acusar a la directiva de infracciones reglamentarias. Este hombre se hace bien pronto temible, y cuando él se levanta todos los señores que se sientan en la plataforma presidencial se apresuran a recoger recelosamente el folletito de los estatutos. Este hombre termina siempre por formar parte él mismo parte de la directiva, y entonces, desde aquella plataforma que él conmovió otrora, esgrime contra la junta general su formidable conocimiento del reglamento». Y esto es lo que ha hecho el doctor Sánchez en su nuevo gabinete: coger unos cuantos fulanos que se sepan el reglamento (doña Constitución la Elástica), para llevarlos a la Mesa de Logomaquias que ha montado con los indepes, y allí puedan torcer el sentido de sus artículos como se tuerce el cuello al cisne de engañoso plumaje, y fajarse con Rufián en diálogos marxistas («La parte contratante de la primera parte…»). Por supuesto, estos fulanos acaban siempre esgrimiendo contra los españoles su formidable conocimiento del reglamento. Pero sarna democrática con gusto no pica.

Con la ayuda de estos ministros que se saben el reglamento, el doctor Sánchez trata de opacar o acallar al ministro de la coleta, que es su gran preocupación. Pero el ministro de la coleta pertenece a la segunda categoría de ministros a la que se refería Fernández Flórez, comparándolos con los socios de los casinos. El ministro de la coleta es el socio que sabe chascarrillos y se sienta siempre en el lugar próximo a la chimenea, hacia la que estira sus pies, con la doble voluptuosidad de sentirse rodeado de tibieza y de atención. «Los demás socios -escribe Fernández Flórez- arrastran sus sillones, para formar grupo a su alrededor, y aun las personas más retraídas se detienen más de una vez tras el respaldo del socio cuentista. Y en las juntas generales, muchas voces suelen requerir, con alegre esperanza: “¡Que hable don Fulano!”». Y esto mismo es lo que pasará en las ruedas de prensa, donde el ministro de la coleta se llevará siempre la atención de las cámaras y los micrófonos, por muchos esfuerzos que haga el doctor Sánchez por taparle la boca con una legión de ministros que se saben los reglamentos.


«Casa con dos puertas, mala es de guardar», nos recuerdan el refranero y Calderón. Este gabinete, con su puerta a los chascarrillos podemitas y su puerta al reglamento de artículos retorcidos, será primero casa de Tócame Roque, donde cada camarilla se monte la juerga por su cuenta (aunque las juergas de unos y otros las abonará el mismo pagano) y acabará siendo Casa de la Troya, con todos a la greña y España en la casa de socorro (o en la mancebía, hecha una piltrafa que administra su rufián). Pero, cómo decíamos más arriba, sarna democrática con gusto no pica.


                                                                                 JUAN MANUEL DE PRADA   Vía ABC

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