Es urgente que nos pongamos a trabajar más y mejor para avanzar en la construcción del Reino de Dios, porque nuestro país, Europa, está amenazado por grandes males. Porque la cuestión es esta, tal y como la formula Romano Guardini en “Escritos Políticos” (2011; 109):
¿Puede el hombre ejercer cualquier cantidad de poder y cargar con la responsabilidad? ¿Es correcto verlos bajo la imagen de un ser del que se espera paulatinamente que vaya alcanzando a Dios, de un ser que irá asumiendo progresivamente las actividades que la fe atribuía antes a “Dios”? ¿Son las cosas de tal modo que el hombre es la omnipotencia potencial y, en virtud de una evolución necesaria se va realizando a sí mismo a medida que gana y ejerce poder? ¿O bien el incremento de poder en estos términos conducirá al hombre a ámbitos cada vez más peligrosos?
En realidad, ya conocemos la respuesta. La técnica y la ciencia le permitió matar masivamente, y lo hizo, siempre en nombre de grandes ideales, esto fue el nazismo y el comunismo, pero también Hiroshima y Nagasaki. Pero con ser demoledor, no se trata sólo de la amenaza nuclear. El afán de dominio económico, la ciencia y la técnica, ha llevado a la actual situación de emergencia climática por nuestro maltrato a la creación. Esto en sí mismo es una definición palmaria del daño que ocasiona el crecimiento del poder transformador del ser humano cuando no está limitado por el mandato de Dios. Son amenazadores también los avances que se están logrando en la manipulación genética del ser humano. No por el progreso que pueda representar, sino por sus aplicaciones, guiadas por el simple poder humano que tanto ha destruido. Y es que puede comportar ventajas con relación a la salud, pero también permitir crear verdaderas monstruosidades, o transformar la desigualdad económica, que crece y crece, en desigualdad biológica, genética.
Todo esto es muy grave, vital, pero tiene, digámoslo así, la ventaja de que su propia virulencia alerta a la gente porque, aunque en ocasiones se enmascare, el mal que provoca es muy evidente. Pero hay otro tipo de amenaza absolutamente destructora de lo humano y de su sociedad, que surge en el plano de la antropología, y que consiste en la destrucción de la condición humana mediante el formateado de las mentes; de la unión entre tres poderes descomunales, el político y del estado, el mediático y el del entretenimiento. Esta triada combinada con el dinero que abunda en esta línea está destruyendo el sentido de ser hombre y mujer, del matrimonio, del significado de la maternidad, la paternidad y la filiación, de la familia, de las relaciones entre las personas, incluida la sexualidad. Toda esta destrucción cabalga sobre la perspectiva de género, y tiene dos variantes. Una es la del feminismo de género, y defiende la igualdad mediante una nueva lucha de clases donde el ser humano, la familia, el matrimonio, la paternidad y la maternidad, son enemigos a batir en la medida en que expresan una nueva “clase”, la patriarcal, y una “estructura”, la del “patriarcado”, de dominación de la mujer. El aborto es el tótem de su liberación, es decir, la declaración de la propiedad absoluta hasta decidir sobre la vida y la muerte del ser humano no nacido. Cuando la ministra Celáa argumentaba falazmente que los hijos no son propiedad de los padres, confundiendo propiedad con responsabilidad -de los padres- y pertenencia a una familia, incurría en la tremenda paradoja de promover mediante el aborto el único régimen de propiedad de un ser humano sobre otro. La educación afectivo sexual bajo esta ideología sobre niños, adolescentes y jóvenes es ciertamente destructiva, porque educa en la animadversión y la represión hacia los otros, los que no asumen su concepción. Significa también, y esto es común a todo gender a la prescripción del lenguaje de manera que este, en su sentido, deja de ser ejercido por el pueblo a lo largo del tiempo, para pasar a ser objeto de un diseño ideológico de forzada introducción. Su pretensión sobre el lenguaje es una manifestación más de su querencia antidemocrática, que para el gender solo lo es cuando favorece a su visión ideológica. Ahora que está de moda llamar iliberales a determinados gobiernos, hay que decir que el gender es una ideología iliberal hasta los tuétanos… seguida por liberales.
Pero hay otra variante de la perspectiva de género, la más fiel a sus madres fundadoras, empezando por Judith Butler, que es la interpretación queer, la de las identidades de género LGBTIQ (+). Y esa es la que ahora domina en el nuevo gobierno de la mano de Podemos y el ministerio de Igualdad de Irene Montero. Ahí ya no hay hombres y mujeres, sino la autodeterminación de cada uno de su identidad de género, y que para que sea efectiva debe aplicarse desde la infancia, para evitar que la sociedad le “asigne” el género binario, niño o niña, porque esto sea lo que es. Pero se trata precisamente de que no lo sea, y así los niños de edad infantil son adoctrinados en el aula para que practiquen la descubierta de su género. La antropología humana que conocemos es así destruida y con ella los fundamentos e instituciones de nuestra sociedad, y la forma como nos realizamos como personas.
Detrás de la reacción del gobierno contra el pin parental, lo que hay es el proyecto de implantar esta nueva antropología, que carece de toda fundamentación científica. Las declaraciones de las ministras de Educación e Igualdad Celáa y Montero, amenazas e insultos incluidos, revela la intención del nuevo gobierno: la educación para la relación afectiva y sexual ya no reposa en la familia y en la comunidad de creencias morales y religiosas, sino en el estado. Los padres quedan reducidos a unos simples proveedores de bienes y servicios. Tienen todas las responsabilidades, pero están despojados de toda capacidad educadora.
De ahí la imperiosa necesidad de presentar la única alternativa posible: la de la construcción del Reino, porque la mentalidad del hombre generada por el pecado le induce a querer hacerse grande y poderoso, tanto como pueda, bajo las categorías de este mundo, es decir, a base de la posesión y el dominio. Él quiere hacerse como Dios y constituirse en dominador omnipotente, y este asalto a Dios es literalmente suicida. De hecho, Jesús vino al mundo en época de César Augusto, que se hacía llamar a sí mismo dios y salvador del mundo, soter tou kosmou, para mostrar otro tipo de poder, para configurar una nueva humanidad según Dios; para salvar al mundo. Contribuir a esta salvación es nuestra tarea, y no existe ninguna área al margen de ella, y mucho menos la de la dimensión política que trata de las leyes y estructuras sociales y económicas, porque es la que afecta a la dimensión colectiva, y porque es donde se juega la decisión sobre el poder. Actuar en este ámbito no significa negligir la necesidad de construir el Reino de Dios en nuestras conciencias. Todo lo contrario. Como en el caso de las virtudes, es mediante aquella acción pública que se verifica que realmente nos hemos conseguido transformar siguiendo a Jesucristo.
Y ahora esa acción se concreta en afrontar y presentar la respuesta con urgencia a este intento gubernamental de ampliar la demolición de la familia en la figura central de los padres. Hay diversos y buenos caminos para hacerlo. Uno, que debería ser común a todos, es el de la unidad de acción desde las distintas opciones y especificidades que coincidimos en la misma idea del ser humano.
Otra, específica, la que adopta cada uno. La mía es e-Cristians, porque responde a la necesidad de acción colectiva para la construcción del Reino. También porque es una vinculación que resulta común a todo camino, a todo movimiento e institución cristiana, porque su especificidad es actuar en la vida pública, y no una determinada espiritualidad, y además porque tiene como norma la unidad, porque se considera parte de un todo mucho más grande al que servir.
JOSEP MIRÓ I ARDÈVOL Vía FORUM LIBERTAS
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