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martes, 21 de enero de 2020

El casino socialista de Nicolás Maduro

EEEl líder revolucionario quiere convertir Caracas en un Montecarlo, Las Vegas o como esa capital cubana de relatos ardientes de la época de la dictadura de Batista, desafiando incluso los designios de Chávezl líder revolucionario quEl líder revolucionario quiere convertir Caracas en un 
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Showtime! Señoras y señores, ladies and gentlemen. Muy buenas noches tengan todos ustedes, damas y caballeros". Guillermo Cabrera Infante inmortalizó en sus Tres tristes tigres aquella Habana prerrevolucionaria y cosmopolita, hija del pecado capitalista, con casinos, night clubs y cabarets tan populares como el Tropicana. El chavismo, en uno de sus malabarismos habituales, quiere ahora que Caracas sea como Montecarlo, Las Vegas o como esa capital cubana de relatos ardientes hasta que "el comandante (Fidel Castro) mandó a parar", como dice la canción tantas veces llorada.
A los Ferraris, Porsches, restaurantes de lujo, discotecas cool y bodegones repletos con productos importados de Miami, aparecidos por sorpresa en los últimos tiempos, se suma ahora un casino socialista en el emblemático Hotel Humboldt, el primero que abrirá sus puertas tras ocho años de persecución y clausura por orden de Hugo Chávez. Esta joya de la arquitectura venezolana, el edificio más alto de la capital, se levanta imponente por encima de los 2.000 metros, aupado a la cima de El Ávila. Como si se tratara de un espectador privilegiado de semejante tragedia.
"En el Waraira Repano (nombre revolucionario de El Ávila) se va a abrir un casino internacional de apuestas lícitas para el que quiera venir a apostar lo haga", sorprendió Nicolás Maduro a su audiencia. En Venezuela nadie ha olvidado que Hugo Chávez cerró los casinos y bingos entre 2007 y 2012, dejando sin empleo a más de 100.000 personas.
En aquellos tiempos, el comandante supremo hostigó con saña inquisitorial a los "antros de corrupción y lavado de dinero". Estas casas de apuestas, "frecuentadas por personas de clase alta", cerraron, no así la prostitución y la venta de drogas, que viven un nuevo rebrote gracias a la dolarización de facto de los últimos meses. En paralelo, casinos clandestinos, propiedad de prohombres de la revolución, abrieron sus puertas a escondidas y engordaron los bolsillos de los más avispados bolivarianos.
El casino del Humboldt recuerda a aquellos de la dictadura del cubano Fulgencio Batista, que tantas películas y leyendas protagonizaron. En la versión socialista del siglo XXI sólo se podrá pagar con la criptomoneda petro, euros, yuanes y dólares, lo que impide a más del 85% de los venezolanos acceder a tan exclusivo lugar.
Un casino abierto para recoger los mismos billetes verdes que por millones se jugaron en las míticas salas de los hoteles habaneros del Capri, Riviera y Nacional. Para darle más señorío a la ocasión, un teleférico de vistas paradisíacas une la ciudad con la cima de El Ávila. Poco importa el escenario imposible que asoma a sus pies.

"LAVADORA DE DINERO"

El negocio que la revolución bolivariana abrirá en breve corona la burbuja mínima de Caracas, concentrada hasta ahora en tres o cuatro calles y que abastece a los famosos "enchufados" (chavistas y empresarios boliburgueses, enriquecidos por su cercanía al poder). Expertos economistas aseguran que parte de esta ensoñación económica se sostiene gracias al blanqueo de divisas. "Al mejor estilo de mafias internacionales, ahora descaradamente, y obviando las restricciones de Chávez, usará el juego como una gran lavadora de dinero", acusó el diputado Ivlev Silva.
El Gobierno reinauguró el Hotel Humboldt en 2018 y desde entonces se ha convertido en uno de los paraísos capitalinos de la boliburguesía local, pese a que todavía no funciona como un hotel de verdad, según confirmó una agencia local de viajes a EL MUNDO. En la pasada Navidad las rumbas (fiestas) de "enchufados" eran seguidas desde la ciudad gracias al juego de rayos de luz de múltiples colores. El Humboldt es por decreto un hotel de siete estrellas, como el Burj Al Arab de Dubai. Este símbolo de la arquitectura venezolana se levantó en tiempo récord en 1956. Eran otros tiempos en el país petrolero.
En las noches del pasado fin de semana, tras conocerse el decreto de Maduro, el hotel lucía solitario, con las luches apagadas y sin vida a su alrededor. Sólo el bar 1956, perteneciente a la estación del teleférico, permanecía abierto. Unos cuantos tragos y tequeños de queso, sin mayores lujos para los que se acercaron hasta allí a celebrar en la nueva Caracas.


                                                                       DANIEL LOZANO   Vía EL MUNDO

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