En su último libro, 'Las nuevas rutas de la seda', el catedrático de Oxford expone los cambios que se están produciendo a nivel global y que están dejando a Europa de lado
La nueva ruta de la seda tiene como epicentro a China. (iStock)
Hace alrededor de un lustro, el británico Peter Frankopan se convirtió en un superventas inopinado a pesar de que el tema de su ensayo no era particularmente propicio para un 'bestseller'. O quizá por ello. 'El corazón del mundo' ofrecía “una nueva historia universal”
que en lugar de partir desde Occidente, centraba su mirada más allá de
Europa, en el amplio mundo que se extiende entre Oriente Medio y el mar
de Ojostk.
Las 800 páginas de aquel volumen tienen un nuevo epílogo: 'Las nuevas rutas de la seda. Presente y futuro del mundo' (Crítica), en referencia a aquella ruta de comercio abierta por la dinastía Han y que hoy Xi Jinping ha retomado, ampliándola hasta el corazón de África, el Caribe o Turquía. El resumen de contraportada es elocuente. “Todos los caminos solían llevar a Roma. Hoy, llevan a Pekín”. Y a Turkemistán, a Delhi, a Doha y a Samarcanda, que en opinión del catedrático de Historia Global de Oxford, es donde se está gestando hoy el futuro del mundo. “Por más traumática o cómica que pueda parecernos la vida política en los tiempos del Brexit, los embrollos europeos o Trump, son los países de la ruta de la seda los que de verdad importan en el siglo XXI”.
Las 800 páginas de aquel volumen tienen un nuevo epílogo: 'Las nuevas rutas de la seda. Presente y futuro del mundo' (Crítica), en referencia a aquella ruta de comercio abierta por la dinastía Han y que hoy Xi Jinping ha retomado, ampliándola hasta el corazón de África, el Caribe o Turquía. El resumen de contraportada es elocuente. “Todos los caminos solían llevar a Roma. Hoy, llevan a Pekín”. Y a Turkemistán, a Delhi, a Doha y a Samarcanda, que en opinión del catedrático de Historia Global de Oxford, es donde se está gestando hoy el futuro del mundo. “Por más traumática o cómica que pueda parecernos la vida política en los tiempos del Brexit, los embrollos europeos o Trump, son los países de la ruta de la seda los que de verdad importan en el siglo XXI”.
En Europa, tenemos menos control sobre nuestro destino porque no podemos competir con compañías como Ali Baba
“Intento contar lo que está pasando y por qué”, explica a El Confidencial vía telefónica. “Para que los políticos sean capaces de tomar sus decisiones a partir de las evidencias que tenemos. Pero prestamos muy poca atención a Asia central, por ejemplo, rica en minerales y recursos. A Irán, los países del Golfo, China, el sudeste asiático. Y dedicamos poco tiempo a pensar cómo conectamos con ellos”. Mientras tanto, al otro lado del mundo, China entreteje relaciones comerciales en todo el planeta, consigue recursos y hace aliados, aunque sea a partir de deudas inasumibles, y crea una nueva clase media al mismo tiempo que aplasta a los uigures. Este es el mundo en el que vivimos pero no vemos.
PREGUNTA. En Occidente, nos gusta pensar que tenemos el control, pero creo que usted tiene otra opinión. ¿Quién manda realmente?
RESPUESTA. Depende de lo que entendamos por 'mandar'. En un mundo globalizado como este nunca controlas completamente tu destino, es un complejo puzle donde cada parte influye en el resto. En España, la gente se sienta a cenar y no se para a pensar de dónde vienen los ingredientes, si de Europa, África, América o Asia, pero el precio que pagan por esa comida está dictado por factores imprevisibles como las condiciones climáticas o por decisiones de lejanos gobiernos sobre aranceles.
En el pasado, las mejores especias y tejidos llegaban a Europa desde Asia. Pero hoy no solo estamos globalizados, sino digitalizados y conectados en las formas de transporte. Eso significa que quién manda depende de dónde te encuentres. Y en Europa tenemos menos control sobre nuestro destino porque tenemos menos oportunidades a la hora de competir con compañías como Apple, Google o Ali Baba. Hace 10 días fue el Single's Day en China, y Ali Baba, un único negocio, consiguió ganar 1.000 millones de dólares en productos en los primeros 68 segundos, 10.000 millones en 30 minutos.
Cuando ves el tamaño y la escala de los mercados en China, India, el sudeste asiático o África, te das cuenta de que Europa está desprotegida porque su población próspera es muy pequeña comparada al resto del mundo. Entre Estambul y Asia vive el 65% de la población mundial, lo que presenta retos, pero también oportunidades. En un mundo global, nadie está a cargo, simplemente hay diferentes niveles de influencia según tu posición geográfica y músculo político.
P. El diplomático singapurense Mahbubani Kishore ha publicado un libro llamado 'Has the West Lost It?', en el que explica que el liderazgo de Occidente ante Oriente es una excepción histórica que está a punto de volver a la normalidad. ¿Está de acuerdo?
R. Escribí sobre ello en mi último libro, sobre esa idea de que Europa ha liderado el mundo durante los últimos 500 años. Es demasiado fácil ser apocalíptico, negativo o pesimista. Hay cosas que hacemos tremendamente bien. Hemos aprendido el coste de la intolerancia, de las persecuciones y les desigualdades. Y hay cosas en las que innovamos mejor que otras partes del mundo.
Podríamos ser dramáticos al pensar que el mundo está cambiando más allá de nuestra comprensión.
Es cierto que si miras el PIB global, Asia crece muy rápido. Por ejemplo, el mercado del lujo en China en 1990 era del 0%. Ahora se encuentra en el 33% y se cree que en los próximos años puede convertirse en el 44% del mercado de lujo global. Así que si fabricas bolsos u objetos de plata en España, puedes salir beneficiado. No es que Asia ocupe el lugar de Occidente, se integra. Otro ejemplo son Zara e Inditex, cuyo éxito se ha basado en una cadena de suministros y mercado global.
Cataluña, el Brexit y Trump le dan igual al 90% del planeta
P. En el libro, cita al economista Branko Milanovic, que dijo que los grandes vencedores de la distribución del dinero habían sido las clases bajas y medias de Asia, y los perdedores, la clase media baja de los países ricos. ¿Está de acuerdo?
R. Hay una distribución razonable de riqueza y los países del centro y del este de Europa lo han hecho muy bien en los últimos 10 años para ponerse al día. Así que depende de lo que uno quiera escuchar. En Europa no importa la realidad, no importa si estoy de acuerdo con un economista o no, porque estamos convencidos de que la vida es más difícil, y eso se debe a que la realidad cotidiana muestra que nuestros hijos vivirán peor, que las posibilidades de comprar una casa, encontrar trabajo o ascender socialmente son menores.
Esto presiona cómo nos vemos. Eso explica por ejemplo lo que ocurre en Cataluña, el Brexit, lo que pasa en Hungría o Alemania con el auge de la extrema derecha. Así que en Europa no estamos muy felices. Es difícil ajustarse a la realidad de que la vida es más dura. Soy optimista, pero sobre todo pragmático, y es trabajo del Gobierno solucionar esos problemas. Si no, no es sorprendente que la gente demande más rendición de cuentas y mejores resultados.
P. ¿Nos preocupamos demasiado por el Brexit o Trump y olvidamos lo que pasa en el reto del mundo?
R. Cataluña y Trump le dan igual al 90% de la población. Si eres uno de los 200 millones de habitantes de Nigeria o Pakistán, te va a dar igual lo que ocurra en Londres, Madrid o Barcelona, ¿qué impacto va a tener en tu vida, más allá de decir “así es como los ricos de otros países tratan a los demás”? La realidad trata sobre ingresos, inversiones en infraestructuras, la capacidad de crecer económicamente y la habilidad de los gobiernos a la hora de ser capaces de ganarse la confianza y el respeto de sus ciudadanos.
En Europa, hemos pasado una década sin crecimiento económico real. Tenemos que acostumbrarnos. Están surgiendo grandes oportunidades en otras partes del mundo si eres un inversor. Si formas parte de la sociedad, quieres saber si podrás pagar un hospital o si tus hijos tendrán mejores oportunidades que tú.
En Europa, nos han educado para mirarnos al espejo: miramos la cultura española, el fútbol español, la comida española. Si preguntas a un ciudadano español si conoce el nombre del presidente de Pakistán o de una celebridad india, la respuesta será no. Pero al revés sí es posible, porque nos estudian. En India, China o Vietnam, la gente pasa mucho tiempo pensando en qué hacer con su futuro. En Europa o España, ni siquiera sabemos qué queremos. No hay planes en España o Europa para los próximos 20 o 30 años, no tenemos ni idea de qué estudiarán los niños en el colegio, qué clase de energía tendremos, cómo aseguramos la seguridad.
P. ¿Serán países como España las víctimas colaterales de la guerra comercial?
R. En EEUU existe la creencia de que hay que elegir un bando. O ellos o China. Cuando el consejero de Economía británico volvió de Beijing este año, fue abordado por el Departamento de Estado de Washington, que le dijo que tenía que elegir entre ellos o Beijing. El auge de China está poniendo a prueba la economía, política exterior y poder militar de EEUU: China ya es un superpoder económico, se está convirtiendo en uno militar, así que no es extraño que EEUU esté pensando en cómo hacer frente a los cambios. Si van a ser capaces de manejar a China o si ni siquiera deberíamos intentarlo es otra historia. Kissinger dijo el viernes que estamos a las puertas de una nueva Guerra Fría, y cuando utilizas este lenguaje estás anunciando problemas. La guerra comercial tendrá un gran impacto económico en el precio de los bienes.
P. Recientemente, un empresario español que exporta el 80% de sus productos me contaba que los aranceles estadounidenses eran un hándicap tremendo para su negocio y que China puede ser una alternativa. ¿Es un signo de lo que puede empezar a ocurrir?
R. Es un mercado más grande. Está bastante claro que las oportunidades para la inversión china en Europa no son las mismas que para los inversores europeos en China, donde el Estado tiene un rol diferente en las decisiones a nivel local. La pregunta es, ¿cuáles serán las diferencias entre Estados y ciudades? ¿Estamos todos los europeos unidos o cada país va a ser tratado de forma diferente? Es una gran cuestión, no solo en China, cuya población es de 1.400 millones de personas. Cuando añades India, el sudeste asiático, Filipinas o Indonesia, tienes una gran cantidad de gente con altas expectativas sobre su futuro.
Europa es como el Real Madrid. No puedes ganar todos los años la Champions si tu equipo envejece y haces lo mismo de siempre
P. China había llegado a un pacto con Bolivia para explotar su litio antes del golpe de Estado. No digo que esta sea la razón detrás del mismo, pero sí deja entrever que el tablero global es mucho más grande de lo que pensamos.
R. A lo largo de la historia, ha habido una competición entre todos los países para identificar los recursos y obtenerlos. Buscar nuevos mundos para conseguir los mejores tejidos, especias o petróleo. Hoy ocurre con los materiales relacionados con la tecnología, como el litio, pero también con los datos. Es muy difícil mirar a través de la niebla de los golpes militares. Pero China tiene intereses estratégicos en lugares como la República Democrática del Congo para asegurar el acceso al cobalto, otro mineral esencial en la tecnología. Suelen tener un plan estratégico para sus negocios, y la diferencia es que Europa ha dejado de planear. Quizás haya razones históricas para ello, porque hemos aprendido que dominar otras partes del mundo crea sufrimiento. Pero no tenemos planes a largo plazo sobre qué necesitamos y cómo lo conseguiremos.
P. Quiero volver a algo de lo que ya ha hablado, cómo Google o Facebook tienen más poder que muchos Estados occidentales. Sin embargo, China dispone de una mayor soberanía tecnológica.
¿Ha creado Occidente sus propios monstruos?
R. Es una buena pregunta. Son entidades gigantes de una gran escala y un alcance nunca vistos. Antes, si tenías un gran negocio, quizá podías llegar al país vecino. Pero no hay barreras físicas ni fronteras para Google o Facebook excepto en algunos países como China o Rusia, que obliga que los servidores de Facebook estén en su territorio.
Estos negocios supranacionales son un reto porque el marco que los regula hace que su control y monitorización sean muy limitados, porque carecemos de la gobernanza global necesaria, porque están un paso por delante de las leyes, ya que anticipan sus movimientos. Es posible que estos 'monstruos' puedan cambiar, el problema se encuentra en que el interés de los individuos y los accionistas no está equilibrado. Que la empresa cambie su sede allá donde pague menos impuestos no es velar por los intereses de los ciudadanos o los Estados. Pero acabamos de empezar a darnos cuenta en España, EEUU o Reino Unido.
P. En el libro, explica que el hecho de que Asia tenga éxito no significa que el sol se haya puesto en Occidente… aún. ¿Cómo evitarlo?
R. Tenemos que ser competitivos. Tenemos que formar. Debemos conseguir una fuerza laboral que compita globalmente. Necesitamos invertir más, no solo en innovación sino también en arte y cultura, que proteja nuestra forma de hacer las cosas. Debemos ayudar a otras regiones a desarrollarse económicamente. Me gusta compararlo con el Real Madrid. No puedes ganar la Champions todos los años si tu equipo envejece, debes observar continuamente qué están haciendo los demás. Es más importante que nunca que entendamos el mundo que nos rodea. Si no lo haces, si juegas como el año pasado, si no buscas nuevos trucos ni metes a gente joven en el equipo, no hace falta ser un experto en fútbol para saber qué te va a pasar.
P. Esperemos, entonces, que el Madrid gane hoy al PSG.
No fue así.
HÉCTOR G. BARNÉS Vía EL CONFIDENCIAL
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