Es famoso el grabado de Goya dentro de la serie de sus Caprichos en el que un hombre dormido está rodeado de figuras aladas espectrales que le acosan. El título de esta obra, que figura en su propia composición, no puede ser más expresivo: “el sueño de la razón produce monstruos”. El conflicto entre razón y emoción, entre pensamiento analítico y pasión desatada, entre ponderación serena y pulsiones sin freno, es tan antiguo como el propio hombre. Ya Platón vio a nuestra capacidad de raciocinio como un auriga que trata de dominar el caballo negro de nuestras inclinaciones negativas, el odio, la codicia, la concupiscencia, la indolencia, la cobardía, y de guiar el carro gracias al caballo blanco de la bondad, la generosidad, la honradez y la valentía. Popper, veinticinco siglos más tarde, establece en su obra magna, La sociedad abierta y sus enemigos, que el enfoque racional de los problemas derivados de la vida en sociedad posee un valor moral, en otras palabras, que la racionalidad es en sí misma moralmente correcta y que la entrada de la irracionalidad en la política genera patologías como el comunismo, el fascismo o el fundamentalismo religioso.
España duerme el sueño pesado de su razón colectiva y sobre ella sobrevuelan dos engendros, el separatismo y el populismo
Hoy España duerme el sueño pesado de su razón colectiva y sobre ella, como en el inquietante capricho goyesco, sobrevuelan dos engendros, el separatismo y el populismo. La pregunta es por qué nuestra lucidez se ha hundido en el letargo que ha dado salida a estos horrores que, bajo cualquier consideración objetiva, nos conducen al desastre. La explicación es muy simple, la combinación de la crisis económica y de la corrupción ha suscitado una reacción de indignación, de frustración y de ira en nuestra sociedad de tal magnitud que ha nublado nuestra inteligencia y ahora el carro del Estado es arrastrado hacia el precipicio por el oscuro corcel de la división, del deseo de venganza, del apetito de poder y de la superficialidad mientras el blanco de la sensatez, la altura de miras, el afán de justicia y la inteligencia carece de la fuerza necesaria para compensar a su galopante compañero de tiro.
Hay dos grandes culpables de este decepcionante proceso en el que nos encontramos inmersos sin aparente salida: los dos principales partidos nacionales, Partido Popular y Partido Socialista, que, por una parte, no han sabido gestionar adecuadamente la brutal recesión económica que hemos padecido y, por otra, se han entregado durante décadas al saqueo incontinente del presupuesto con toda suerte de cohechos, prevaricaciones, tráficos de influencias, blanqueos, contabilidades B, fondos de reptiles y evasiones fiscales hasta el punto que a su lado el Chicago de los años treinta parece una reunión de pandilleros de poca monta. Atentos solamente a su propio interés, cegados por su ansia de enriquecimiento, ajenos a cualquier asomo de decencia, muchos dirigentes de estas dos formaciones llamadas a ser los dos pilares de nuestro sistema institucional, han administrado los somníferos que han sumido a sus conciudadanos en el sopor del que ha brotado la pesadilla que hoy nos atormenta.
Todavía queda una posible salida si las cúpulas del PP y del PSOE, conscientes de su tremenda responsabilidad, hiciesen un acto sincero de contrición
Una vez instalados en el caos actual, todavía queda una posible salida si las cúpulas del PP y del PSOE, conscientes de su tremenda responsabilidad, hiciesen un acto sincero de contrición y tomasen las medidas que nuestra penosa coyuntura demanda. Ya que han sido ellos los culpables, ellos deben pagar la penitencia. Eso significa que Rajoy debería retirarse y permitir que un Congreso abierto eligiese a su sucesor, que Pedro Sánchez renunciase a sus fantasías pecaminosas de un frente izquierdista-separatista para entrar en un Gobierno de coalición a la alemana que incluyese también a Ciudadanos, y que todos juntos emprendiesen las reformas estructurales que nuestro país pide a gritos y cerrasen filas frente al secesionismo y el chavismo. Esta operación, perfectamente democrática y factible, despejaría el horizonte, consolidaría la recuperación, proporcionaría estabilidad y seguridad, nos prestigiaría ante el resto del mundo y despertaría a nuestro cuerpo social disipando las engañosas visiones que le confunden.
Es la última oportunidad de los que nos han traído hasta aquí de librarnos del atolladero. Si no lo hacen, no merecerán ningún perdón y la Historia les colocará en el desván de los trastos rotos.
ALEJO VIDAL-QUADRAS Vía VOZ POPULI
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