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viernes, 1 de enero de 2016

NI CON LA RAZÓN NI CON EL CORAZÓN (Sobre los políticos profesionales)

CUANDO la política se convierte en profesión, el político se instala en ella como lo haría cualquier trabajador en una empresa. Hay diferencias pero no son sustanciales. El político no se especializa sino que se habitúa y sus afanes se dirigen a fomentar la proximidad con quienes pueden promocionarlo a más altos menesteres. Actúa como lo que en el trabajo ordinario se llamaría un "trepa", desplegando habilidades para hacerse estimar por sus superiores no tanto por su buen hacer como por su buen parecer. En política "trepar" es una disposición natural a la que se alude con el término "legítima ambición". El que no trepa "no sale en la foto".

En una clase política muy profesionalizada como la española, sobre todo a la izquierda del espectro, tener poder se traduce en lo que en el mercado laboral sería tener trabajo, de ahí la resistencia numantina a perderlo. No ocurre tanto en la derecha donde se acude con frecuencia a la política desde un destino consolidado. En el entorno próximo al líder del PSOE -lo de líder es a efectos nominales-, por ejemplo, cuesta encontrar a alguien que haya trabajado en algún sitio ajeno al partido. Habría que remontarse a los primeros tiempos de la Transición para localizar con cierta facilidad en el PSOE a dirigentes preparados para ser algo en la sociedad civil y con experiencia laboral estimable.

La situación, con ser indeseable, se vería aligerada si en las oligarquías de los partidos hubiera un cierto grado de inteligencia colectiva. Cuesta asumir el rechazo absoluto del PSOE a formar un frente constitucional contra el esperpento, aun reconociendo lo desagradable que es sentarse junto a la arrogancia y a la trivialidad consentida. Repugna a la razón que no sean capaces de entender lo que está pasando y que su entendimiento no les dé para comprender que es puro reduccionismo estúpido creer que lo que separa al PSOE del podemagma primigenio es un referéndum territorial.



La búsqueda desesperada del nicho político-laboral que ofusca las mentes del reducto en el que se ubica el aludido "líder" de la izquierda rampante, les está cegando. Porque no es ya cuestión de Estado sino que basta acudir, a falta de otra cosa, al más elemental sentido común para concluir que lo que hay que hacer por encima de todas las cosas, es plantar cara al entuerto al que nos han llevado las desarticuladas sinapsis de nuestros próceres, mientras se recupera el juicio.


                                                                       ALBERTO PÉREZ DE VARGAS   Vía EUROPA SUR

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