Raniero Cantalamessa predica al Papa y la Curia, con el mosaico de
Pentecostés de Rupnik al fondo, y María en el centro de los Apóstoles,
con el Espíritu Santo.
La Virgen María puede tener un papel importante en la unidad de los cristianos, hoy divididos en distintas iglesias, incumpliendo así el mandato de Jesús que pedía "que sean uno" (Jn 17,21).
Raniero Cantalamessa, biblista reconocido y capuchino predicador de la
Casa Pontificia, en su tercera conferencia de Adviento para la Curia
romana el pasado 18 de diciembre, trató de “La Bienaventurada Virgen
María, en el misterio de Cristo y de la Iglesia”.
A la luz del tema elegido este año sobre “Cristo, luz de las gentes”, y
basándose en esta Constitución Dogmática, en el quincuagésimo
aniversario de la conclusión del Concilio Ecuménico Vaticano II, el
Padre Cantalamessa abordó tres temas específicos que resumió en los siguientes conceptos:
-La mariología de la Lumen gentium;
-María, Madre de los creyentes desde una perspectiva ecuménica
-y María, madre e hija de la misericordia de Dios.
Protestantes intrigados por María
Cantalamessa, que predica y da conferencias a menudo en ambientes
protestantes y pentecostales ligados a la Renovación Carismática o a los
Cursos Alpha, ha detectado en los últimos años una mayor apertura entre los cristianos de esas denominaciones por conocer y entender mejor a María y su papel en la Iglesia.
En Cari Filii hemos tratado el tema en varias ocasiones. Por ejemplo, a través del testimonio del profesor ex-presbiteriano, hoy católico, Kenneth Howell, enamorado de la Escritura y también del papel de María para unir a los cristianos, no para separarlos (léase aquí su testimonio y propuesta).
También en Cari Filii nos hemos hecho
eco de algunos datos estadísticos como los del Estudio Pew de 2014 sobre
la religiosidad en América Latina (con detalle lo explicamos aquí).
Esos datos mostraban que hay muchos protestantes hispanos que ven correcto orar a María como intercesora (como han hecho siempre católicos y ortodoxos). Según ese estudio serían uno
de cada cuatro protestantes argentinos, uno de cada cinco protestantes
de Paraguay y hasta un 38% de los protestantes uruguayos.
También aprueban esta práctica muchos protestantes paraguayos (un 19%),
chilenos (un 14%) y mexicanos y puertorriqueños (un 13% lo aprueban).
Los protestantes “menos marianos” son los guatemaltecos y bolivianos
(sólo un 7% de ellos aprueban orar a la Virgen).
Cantalamessa no mencionó estadísticas en su predicación, pero ha
recorrido Hispanoamérica muchas veces y ha predicado en español allí en
infinidad de ocasiones, entre católicos y protestantes, y sin duda ha
percibido esta apertura. Ese es el contexto en el que pronunció su
propuesta sobre la Virgen como modelo de Iglesia y madre de los
creyentes. La predicación completa está transcrita traducida al español aquí y nosotros publicamos a continuación su parte central, la que se centra en la dimensión ecuménica.
Tercera Predicación de Adviento (18 de diciembre de 2015)
2. María Madre de los creyentes desde una perspectiva ecuménica
por Raniero Cantalamesa, franciscano capuchino, predicador de la Casa Pontificia
Lo que quisiera hacer es poner de relieve la importancia ecuménica de
esta mariología del Concilio, es decir, cómo podría contribuir – y está
contribuyendo- a acercar a católicos y protestantes sobre este delicado
terreno y controvertido que es la devoción a la Virgen. Aclaro sobre
todo el principio que está en la base de la reflexión que sigue. Si
María se coloca fundamentalmente de la parte de
la Iglesia, consigue que las categorías y las afirmaciones bíblicas de
las que partir para alumbrar sobre ella son más bien las relativas a las
personas humanas que constituyen la Iglesia, aplicadas a ella “a mayor
razón”, en vez de las relativas a las personas divinas, aplicadas a ella
“por reducción”.
Para comprender, por ejemplo, en la forma correcta, el delicado concepto
de la mediación de María en la obra de la salvación, es más útil partir
de la mediación de las criaturas, o desde abajo, como es la de Abrahán,
de los apóstoles, de los sacramentos o de la Iglesia misma, que no de
las mediación divino-humana de Cristo. La distancia más grande, de
hecho, no es la que existe entre María y el resto de la Iglesia, sino es
la que existe entre María y la Iglesia de una parte, y Cristo y la
Trinidad de la otra, es decir, entre la criatura y el Creador.
Ahora sacamos la conclusión de todo esto. Si Abrahán, por lo que ha
hecho, ha merecido en la Biblia el nombre de “padre de todos nosotros”,
es decir de todos los creyentes “ (cf Rm 4, 16; Lc 16,24)), se entiende
mejor porque la Iglesia no duda en llamar a María “Madre de todos
nosotros”, madre de todos los creyentes. De la comparación entre Abrahán
y María podemos recabar una luz aún mejor, que tiene que ver no solo
con el simple título, sino también con su contenido o significado.
¿Madre de los creyentes es un sencillo título de honor o algo más?
Aquí se ve la posibilidad de un discurso ecuménico sobre María. Calvino
interpreta el texto donde Dios dice a Abrahán: “por ti se bendecirán
todos los pueblos de la tierra” (Gn 12, 3), en el sentido de que Abrahán
no será solo ejemplo y patrón, sino causa de bendición”.
Un conocido exegeta protestante escribe, en el mismo sentido: “Se ha
cuestionado si las palabras del Génesis 12, 3 [“por ti se bendecirán
todos los pueblos de la tierra”] pretenden afirmar solamente que Abrahán
se convertirá en una especie de fórmula para bendecir, y que la
bendición de la que él goza pasará en proverbio [...]. Se debe volver a
la interpretación tradicional que entiende esa palabra de Dios “como una
orden dada a la historia” (B. Jacob). A Abrahán se le reserva, en el
plano salvífico de Dios, el rol de mediador de la bendición para todas
las generaciones de la tierra” .
Todo esto nos ayuda a entender lo que la
tradición, a partir de san Ireneo, dice de María: es decir, que ella no
es solo un ejemplo de bendición y de salvación, sino, de una forma
dependiente únicamente de la gracia y de la voluntad de Dios, también
causa de salvación. “Como Eva, escribe san Ireneo, desobedeciendo, se
convierte en causa de muerte para sí y para todo el género humano, así
María…, obedeciendo, se convierte en causa de salvación para sí y para
todo el género humano” . Las palabras de María: “Todas las generaciones
me llamarán beata” (Lc 1, 48) son para considerar, también, “¡una orden
dada por Dios a la historia!”
Es un hecho alentador descubrir que los mismos iniciadores de la Reforma han reconocido a María el título y la prerrogativa de Madre, también en el sentido de Madre nuestra y madre de la salvación.
En una predicación para la misa de Navidad, Lutero decía: “Esta es la
consolación y la desbordante bondad de Dios: que el hombre, en cuando
que cree, pueda gloriarse de un bien tan precioso, que María sea su
verdadera madre, Cristo su hermano, Dios su Padre… Si crees así, te
sientas verdaderamente en el vientre de la Virgen María y eres su
querido niño” .
Zwinglio, en un sermón del 1524, llama a María “la pura Virgen María, madre de nuestra salvación” y dice que nunca ha “pensado y mucho menos enseñado o dicho en público nada malo, vergonzoso, indigno o malo” .
¿Cómo es posible que hayamos llegado a la situación actual de tanto
desagrado por parte de los hermanos protestantes hacia María, al punto
que en algunos ambientes se considera casi un deber disminuir a María,
atacar en este punto a los católicos, pasar de largo todo lo que la
escritura dice sobre ella?
No es este el lugar para hacer una revisión histórica, quiero solamente
decir cuál camino me parece la salida de esta triste situación sobre
María.
Tal camino pasa por un sincero
reconocimiento por parte de nosotros los católicos por el hecho de que
muchas veces, en los últimos siglos, hemos contribuido a volver a
María inaceptable a los hermanos protestantes, honrándola a veces de
manera exagerada y desconsiderada, y sobre todo no colocando
tal devoción dentro de un cuadro bíblico bien claro que dejara ver su
rol subordinado respecto a la Palabra de Dios, al Espíritu Santo y al
mismo Jesús. La mariología en los últimos siglos se había vuelto una fábrica continua de nuevos títulos, nuevas devociones, muchas veces en polémica con los protestantes usando a veces a María -¡nuestra madre común!- como un arma contra ellos.
Ante esta tendencia el Concilio Vaticano II ha oportunamente
reaccionado. El ha recomendado a los fieles “sea en las palabras que en
los hechos evitar diligentemente cualquier cosa que pueda inducir a
error a los hermanos separados o cualquier otra persona, sobre la
verdadera doctrina de la Iglesia”, y ha recordado a los mismos fieles
que “la verdadera devoción no consiste ni en un estéril o pasajero
sentimentalismo, ni en una cierta vana credulidad”.
Por parte de los protestantes creo que haya que tomar acto de la
influencia negativa que tuvo en sus actitudes hacia María, no solamente
la polémica anticatólica, sino también el racionalismo. María no
es una idea, sino una persona concreta, una mujer y como tal no es
fácilmente teorizable o reducible a un principio abstracto.
Ella es el símbolo mismo de la simplicidad de Dios. Por esto ella no
podía, en un clima dominado por un exasperado racionalismo, no ser
eliminada del horizonte teológico.
Una mujer luterana, fallecida hace algunos años, Madre Basilea Schlink,
ha fundado en el interior de la Iglesia luterana, una comunidad llamada
“Las hermanas de María”, ahora difundida en varios países del mundo. En
un libro suyo, después de recordar diversos textos de Lutero sobre la
Virgen escribe:
“Cuando se leen las palabras de Lutero,
que hasta el final de su vida ha honrado a María, ha santificado sus
fiestas y cantado cada día el Magníficat, se siente como nos hemos
alejado, en general, de la actitud justa hacia Ella… Vemos como nosotros
los evangélicos nos dejamos sumergir por el racionalismo… El
racionalismo que admite solamente lo que se puede entender con la razón,
difundiéndose ha echado afuera de las Iglesias evangélicas las fiestas
de María y todo lo que a Ella se refiere, y ha hecho perder el sentido
de cada referencia bíblica sobre María: y a esta herencia la sufrimos
aún hoy. Si Lutero, con esta frase: ‘Después de Cristo Ella es en toda
la cristiandad la joya más preciosa, nunca suficientemente alabada’ nos
inculca esta alabanza, yo por mi parte tengo que confesar que estoy
entre quienes por largos años de la propia vida no lo han hecho,
eludiendo así también lo que dice la Escritura: ‘De ahora en adelante me
llamarán beata’ (Lc 1,48). Yo no me había puesto entre estas
generaciones”.
Todas estas premisas nos permiten cultivar en el corazón la esperanza de
que, un día no lejano, católicos y protestantes podamos no estar más
divididos, sino
unidos por María, en una común veneración, diversa quizás en las formas,
pero concorde en reconocer en ella a la Madre de Dios y a la Madre de
los creyentes.
Yo he tenido la alegría de constatar personalmente algunos síntomas de
este cambio en acto. En más de una ocasión he podido hablar de María en
un auditorio protestante, notando entre los presentes no solamente
acogida, sino al menos en un caso, una verdadera conmoción, como cuando
uno encuentra algo querido y una sanación de la memoria.
RANIERO CANTALAMESSA Vía CARI FILII
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