Vivimos en Occidente, en sociedades fuertemente secularizadas y marcadas por la desvinculación. Un proceso que comienza a extenderse por parte de América Latina y que es hegemónico en España.
Una sociedad de este tipo quiere decir que un gran número de personas y
de instituciones y organizaciones viven bajo los presupuestos de
secularización y desvinculación.
Esta sociedad ha construido un marco de referencia cultural que ha expulsado y es impermeable a toda idea de Dios, que implique su naturaleza personal y una rendición de cuentas en la relación con Él.
Este marco de referencia rechaza, es beligerante, toda propuesta que
refiera a Dios. Determina la oposición a la educación religiosa en la
vida pública, la presencia de argumentos basados en Dios y la negativa a
que se haga presente el relato de Dios para los hombres, trasmitido por
la cultura Occidental, de raíces
judeohelénica – romanas articuladas por el cristianismo.
Se produce la censura de Dios y con ella la censura y la manipulación cultural, que alcanza a todos los clásicos que son desposeídos de su naturaleza religiosa.
La principal misión del cristiano es evangelizar con la palabra y el
testimonio. Sin relato, el testimonio puede resultar incomprensible, y
sin él la palabra puede ser contraproducente.
En razón de la coherencia con esta palabra y este testimonio, el
cristiano afronta, guiado por el Magnificat, las dos grandes pobrezas:
la material, que aniquila la ilusión y la esperanza, y la pobreza del
alma, que mata el espíritu, engendra miseria moral y desconcierta la
naturaleza humana. Esta acción sobre las causas que la hacen posible se
concreta en la acción transformadora y liberadora de las estructuras
sociales de pecado.
La misión de evangelizar deviene infructuosa en el marco cultural de la sociedad secular desvinculada, y
esta
imposibilidad también afecta a la acción de transformación social y
económica, porque o bien la impide el cristiano como defensor del orden
económico establecido o la convierte en una práctica desvinculada más al
pensar que es posible confiar solo en la justicia social para cumplir
con el deber cristiano, arrinconando la fuente de todo ello, Dios. Es el cristiano que desea transformar sin Dios.
Es necesaria una respuesta que cambie esta situación que, como toda
historia, es necesariamente modificable por la acción humana. Se trata
de una verdadera estrategia, en el sentido más técnico de la palabra: la
forma de disponer para conseguir un fin.
En esta respuesta estratégica la primera fase radica en abrir y extender
el debate sobre la necesidad de que la idea de Dios esté presente en el
espacio social y público, en las organizaciones e instituciones, por un
motivo fundamental: existen tantas o más razones para afirmar la
realidad de Dios como para negarla; luego, no tiene sentido una sociedad
que solo reconozca una parte de sus posibilidades. Ambas han de estar
presentes y poder razonar sobre ellas y en nombre de cada ellas, y que
cada cual opte en libertad
de acuerdo con su conciencia.
Lo contrario es censura, liquidación de la libertad en un aspecto
fundamental y cercenamiento de las dimensiones del desarrollo humano, al
negar la exploración social de la existencia de Dios y la relación con
Él.
La introducción del relato de Dios significa asimismo un reforzamiento de la cultura que tiene en Él su referencia; también en la negativa, su gran construcción que ahora está manipulada y filtrada por la secularización y la desvinculación.
La segunda fase consiste en introducir la concepción del Dios creador y
personal que define nuestra cultura, y que también es propia de otras
culturas. Todo ello en el marco de la libertad y el pluralismo de
creencias.
La tercera fase consiste en introducir el relato de Jesucristo como
persona ejemplar en sus cualidades humanas y que mejor expresa en
términos comprensibles el significado de Dios en términos religiosos.
La razón de la estrategia radica precisamente en el
orden
de las fases. Anteponer la figura humana de Jesucristo a todo lo demás
en las actuales condiciones objetivas, significa secularizarlo y
desvincularlo del Padre, como así sucede.
No debe confundirse esta estrategia para la acción pública en el mundo
secular con la evangelización que tiene en el seguimiento de Jesucristo y
su proclamación como Señor, su razón fundamental.
EDITORIAL de FORUM LIBERTAS
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