Translate

sábado, 2 de enero de 2016

UNA RESPUESTA CRISTIANA A LA SOCIEDAD SECULAR Y DESVINCULADA

Con la censura de Dios se produce la manipulación cultural

Vivimos en Occidente, en sociedades fuertemente secularizadas y marcadas por la desvinculación. Un proceso que comienza a extenderse por parte de América Latina y que es hegemónico en España.


Una sociedad de este tipo quiere decir que un gran número de personas y de instituciones y organizaciones viven bajo los presupuestos de secularización y desvinculación.
Esta sociedad ha construido un marco de referencia cultural que ha expulsado y es impermeable a toda idea de Dios, que implique su naturaleza personal y una rendición de cuentas en la relación con Él.
Este marco de referencia rechaza, es beligerante, toda propuesta que refiera a Dios. Determina la oposición a la educación religiosa en la vida pública, la presencia de argumentos basados en Dios y la negativa a que se haga presente el relato de Dios para los hombres, trasmitido por la cultura Occidental, de raíces
judeohelénica – romanas articuladas por el cristianismo.
Se produce la censura de Dios y con ella la censura y la manipulación cultural, que alcanza a todos los clásicos que son desposeídos de su naturaleza religiosa.
La principal misión del cristiano es evangelizar con la palabra y el testimonio. Sin relato, el testimonio puede resultar incomprensible, y sin él la palabra puede ser contraproducente.
En razón de la coherencia con esta palabra y este testimonio, el cristiano afronta, guiado por el Magnificat, las dos grandes pobrezas: la material, que aniquila la ilusión y la esperanza, y la pobreza del alma, que mata el espíritu, engendra miseria moral y desconcierta la naturaleza humana. Esta acción sobre las causas que la hacen posible se concreta en la acción transformadora y liberadora de las estructuras sociales de pecado.
La misión de evangelizar deviene infructuosa en el marco cultural de la sociedad secular desvinculada, y
esta imposibilidad también afecta a la acción de transformación social y económica, porque o bien la impide el cristiano como defensor del orden económico establecido o la convierte en una práctica desvinculada más al pensar que es posible confiar solo en la justicia social para cumplir con el deber cristiano, arrinconando la fuente de todo ello, Dios. Es el cristiano que desea transformar sin Dios.
Es necesaria una respuesta que cambie esta situación que, como toda historia, es necesariamente modificable por la acción humana. Se trata de una verdadera estrategia, en el sentido más técnico de la palabra: la forma de disponer para conseguir un fin.
En esta respuesta estratégica la primera fase radica en abrir y extender el debate sobre la necesidad de que la idea de Dios esté presente en el espacio social y público, en las organizaciones e instituciones, por un motivo fundamental: existen tantas o más razones para afirmar la realidad de Dios como para negarla; luego, no tiene sentido una sociedad que solo reconozca una parte de sus posibilidades. Ambas han de estar presentes y poder razonar sobre ellas y en nombre de cada ellas, y que cada cual opte en libertad
de acuerdo con su conciencia.
Lo contrario es censura, liquidación de la libertad en un aspecto fundamental y cercenamiento de las dimensiones del desarrollo humano, al negar la exploración social de la existencia de Dios y la relación con Él.
La introducción del relato de Dios significa asimismo un reforzamiento de la cultura que tiene en Él su referencia; también en la negativa, su gran construcción que ahora está manipulada y filtrada por la secularización y la desvinculación.
La segunda fase consiste en introducir la concepción del Dios creador y personal que define nuestra cultura, y que también es propia de otras culturas. Todo ello en el marco de la libertad y el pluralismo de creencias.
La tercera fase consiste en introducir el relato de Jesucristo como persona ejemplar en sus cualidades humanas y que mejor expresa en términos comprensibles el significado de Dios en términos religiosos.
La razón de la estrategia radica precisamente en el
orden de las fases. Anteponer la figura humana de Jesucristo a todo lo demás en las actuales condiciones objetivas, significa secularizarlo y desvincularlo del Padre, como así sucede.
No debe confundirse esta estrategia para la acción pública en el mundo secular con la evangelización que tiene en el seguimiento de Jesucristo y su proclamación como Señor, su razón fundamental.
 
 
                                                             EDITORIAL de FORUM LIBERTAS

No hay comentarios:

Publicar un comentario