No hay duda alguna de que España está pasando por un trance imprevisto y de incierto resultado, una crisis política como para asustar, y que sólo hallará un cierto alivio, a esperar que suficiente, en nuestra pertenencia al espacio político de la UE y la confianza en que las baladronadas más sonoras se quedarán en nada, en el caso de que lleguen a proponerse en serio, más allá del uso electoral y demagógico que les ha dado un éxito llamativo. Si llegamos a seguir al flautista de Hamelin, cosa todavía en el aire, cabe esperar que, como hicieron con Grecia, los dirigentes europeos nos libren de males peores, aunque el costo que habremos de pagar por la tentativa será, en cualquier caso, alto. Abundan los síntomas de un mal hondo, pero los remedios están todavía muy caros, y hay que esperar que el cuerpo aguante hasta que podamos aplicarlos.
Lo asombroso del caso es que Pedro Sánchez pretenda gobernar con quienes le han robado la cartera y le insultan sin ningún rebozo
Un Rajoy estupefacto se pregunta qué ha sucedido
La negativa de Rajoy a someterse a investidura ha marcado el Rubicón de la crisis, y es posible que haya servido para que el PP no siga repitiendo aquello tan tierno de que han ganado las elecciones, pero ha puesto definitivamente de manifiesto la enorme paradoja de unos resultados de aritmética imposible y de muy difícil encaje, salvo el más extravagante de todos: la investidura de Pedro Sánchez, un político bisoño que ha cosechado, sin gobernar, el mayor varapalo de la historia reciente de su partido. Lo asombroso del caso es que pretenda gobernar con quienes le han robado la cartera y le insultan sin ningún rebozo, pero así es nuestra España, y nadie está en condiciones de descartar que esa especie de invento del doctor Bacterio, que es Podemos, convierta al joven líder socialista en presidente por accidente, o por sonrisa del destino. La paradoja se convierte en surrealista si se considera que Podemos ha venido siendo la herramienta de la que se ha valido Rajoy (“vais bien”) para debilitar al PSOE, en lo que posiblemente sea la jugada más ambiciosa de la ocurrente fábrica monclovita, de forma que no es extraño que Rajoy tenga tanto tiempo libre como dice tener para poder preguntarse a fondo por las causas de un resultado tan funesto.
¿Existen los milagros en política?
Soy de los que creyó que la espantada de Rajoy era en serio, pero no, al parecer, era un hábil regate que, según los inagotables apologistas del pontevedrés, ha dejado enormemente descolocado a Pedro Sánchez, algo así como si le comunican a un condenado a morir que le van a embargar el coche por no pagar las multas. Lo malo del regate en corto, aunque le quiebre la columna al defensa contrario, es que si luego no se acierta a hacer nada sólo habrá servido para hacer más largo un partido tedioso. Al parecer, hay quien piensa que pueda producirse el milagro de que el Comité Federal del PSOE apueste por favorecer a Mariano Rajoy condenando a galeras a su secretario general, una ocurrencia tan delirante que deja a la literatura fantástica reducida a puro costumbrismo.
Ni es seguro que unas nuevas elecciones resuelvan nada, ni es inevitable que Iglesias acabe presentando el telediario, “Aló, les habla el vicepresidente”
La única alternativa, el adiós definitivo de Rajoy
Descartados los milagros, y siendo consciente de que todo puede empeorar, es posible que, tarde o temprano, Rajoy caiga en la cuenta de que apenas ha ganado unos días, y que, salvo que realmente haga una oferta atractiva, está conduciendo a su partido, y a todos los españoles, a un callejón enormemente ingrato y de incierta salida, porque ni es seguro que unas nuevas elecciones resuelvan nada, ni es inevitable que suceda lo peor y que Iglesias acabe presentando el telediario, “Aló, les habla el vicepresidente”. La única baza de Rajoy es su propia salida, un gesto capaz de borrar, al menos en parte, sus muchas pifias, en especial si pudiera pasar por el artífice de un gobierno creíble, obvio que sin su presencia, en el que un PP aliviado en las mil cargas que arrastra, pueda colaborar con el PSOE y con Ciudadanos en un programa tasado y con final fijo, que sea capaz de evitar que el tirón coyuntural de la economía se desbarate, y sepa poner coto adecuado a las pretensiones de los separatistas, y poco más, aunque, en el colmo de las dichas, cabría soñar en que fuesen capaces de preparar las reformas de fondo que precisa el sistema. Es mucho pedir, pero si Rajoy acaba por ser el último obstáculo de la única solución razonable a corto plazo, no parece probable que nadie le arriende la ganancia. A veces, los indolentes son capaces de tomar decisiones que ni siquiera imaginan los presurosos, especialmente si no son tontos, me refiero a los indolentes.
El hambre de balón puede llevar a Sánchez al ridículo, no sólo al error
Pedro y el lobo
No le faltan críticas al joven Sánchez y no sólo de entre rivales, pero me temo que no se ha hecho demasiado esfuerzo en comprender que su situación le ha dejado siempre muy pocas alternativas reales, que tiene que hacer lo que hace si quiere recuperar el voto que le han arrebatado a su partido. Llamado a salvar a un PSOE en caída libre, Sánchez no ha podido hacerlo, pese a estar enfrentado a un Gobierno que, por fuerza, se iba a llevar gran parte de las bofetadas. Le ha faltado tiempo y espacio, tal vez algo más, pero se trata de comprender, no de ajusticiar. Si sortea el embrujo que le ha preparado el destino, tal vez pueda ser el líder que el PSOE no ha tenido desde hace casi veinte años, pero esa tarea exige todo menos precipitación, y el hambre de balón puede llevarle al ridículo, no sólo al error. A cambio, si acierta a sobrevivir, tendrá un brillante porvenir por delante. En muy pocos días tendremos elementos de juicio suficientes para saber si el PSOE ha sabido sortear una crisis difícil con un líder de fuste, o se ha dejado tentar por la posibilidad de alcanzar la meta a lomos de un corcel traidor que puede acabar por devorarle, y por hacernos un flaco favor a todos.
J. L. GONZÁLEZ QUIRÓS Vía VOZ POPULI
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