Que el pasado 26 de junio el Partido Popular fue el partido más votado es un hecho inapelable, por más que desde algunos sectores de la izquierda pretendan tacharlo de pucherazo. De nuevo Mariano Rajoy, aquel que durante la campaña electoral de noviembre de 2011 se hartó a prometer bajadas de impuestos para luego, una vez en el Gobierno, realizar la mayor subida de la historia; el exitoso autor, dedo en ristre, del “Luis, sé fuerte”, el enemigo de las reformas que sin el menor rubor tacha de inquisidor a cualquier alma de cántaro que denuncie la ausencia de separación de poderes, el personaje que apelando a la gente normal mantiene a España dentro de la anormalidad institucional… ese mismo, decía, ha conseguido que su partido de nuevo sea el más votado.
No lo ha logrado, claro está, porque su persona despierte entusiasmo, tampoco porque en estos tiempos difíciles y convulsos sea tenido por un gran estadista, un político con altura de miras, con dotes extraordinarias, capaz de comprender la mecánica celeste de la transformación global. No. Rajoy es justamente lo contrario, es un burócrata gris y recalcitrante; que sabe de apaños políticos y de chapucear en la maquinaria artrítica y disfuncional, sometida a los designios de los partidos, que llamamos Administración, pero que sabe muy poco de lo que sucede ahí fuera, extramuros.
Aunque a algunos les cueste creerlo, aún hay en España millones de personas que tienen bastante que perder
El espantajo bolchevique
Rajoy ha ganado no porque haya animado a casi ocho millones de electores a votarle entusiasmados, sino porque astutamente planteó la campaña como el Apocalipsis, el fin del mundo: agitó el espantajo de Unidos Podemos y su comunismo, colocando al votante moderado frente a una disyuntiva insuperable: “O yo o los bolcheviques”. Y lógicamente, Juan Español, puso pie en pared. Aunque a algunos les cueste creerlo, aún hay en España millones de personas que tienen bastante que perder. El enfoque de la campaña del PP, además, ha tenido un efecto colateral: evitar el hundimiento del PSOE (Pedro Sánchez sigue vivo en parte gracias a la estrategia del PP). Ha insuflado aire al bipartidismo. Y diríase que, más allá de conjurar el peligro bolchevique, ha servido para cerrar la ventana de oportunidad del reformismo, al menos del reformismo más ambicioso.
Recuperados más de 600.000 votos de los cerca de cuatro millones que se dejaron en las urnas el 20D, en el PP están crecidos. Ahora tienen todo a su favor. Incluso, si Rajoy no consiguiera los apoyos o abstenciones necesarios para ser investido Presidente y formar Gobierno, afrontaría unas terceras elecciones en una posición de ventaja, con Unidos Podemos aún como útil espantajo pero en franco declive, el PSOE condenado a recuperar terreno por la izquierda y Ciudadanos como víctima propiciatoria. Es decir, que antes desaparece España que el PP rajoyano.
Claro que unas terceras elecciones sería un despropósito, no ya por el monumental cabreo que abuen seguro generará en el españolito medio, tampoco porque la manivela del BOE estaría sin girar otros seis meses y a los señores del IBEX les iba a dar un telele: el problema es que 2017 no pinta muy bien. El crecimiento económico de España para ese año ha vuelto a ser revisado a la baja, el consumo interno muestra signos de agotamiento y la recaudación fiscal no deja de caer. A nivel global, hay demasiadas incertidumbres y en la Unión Europea, que es lo que nos toca más de cerca, el panorama no es muy halagüeño. Y después del Brexit, menos. En resumen, el viento de cola sopla cada vez con menos fuerza y está todo por hacer. De ahí que sean muchas las voces que reclaman, exigen, que Ciudadanos se trague el sapo de la investidura de Rajoy para que haya un gobierno cuanto antes. ¿Tienen razón?
Lo que atañe a Ciudadanos
Lo primero que hay que decir es que las presiones hacia Ciudadanos son prematuras, en tanto que al PSOE, como partido más votado de la oposición, le corresponde la primera ronda. Y no se entiende que se coloque en el disparadero a Rivera antes de haber hecho lo propio con Sánchez, aun cuando el PSOE podría negarse en redondo y haya que esperar a después del 9 de julio para saberlo. Pero que la estrategia del PP respecto a Ciudadanos no se va a ceñir a los tiempos lógicos, es evidente. Al orden, que le vayan dando. Ya hay quien anticipa con sorna que, pronto, el partido naranja “denunciará el acoso de la derecha y de sus terminales contra Rivera”. En realidad, sobra el sarcasmo: esa presión existe y no es nueva. Ahora, simplemente, se redobla para ir poniendo en el sitio a Rivera.
Para el PP, el adversario es Ciudadanos. Y Unidos Podemos, tan sólo el espantajo útil del 26J
Cuanto más lejos van quedando las pasadas elecciones generales, más claro parece que, para el PP, el adversario es Ciudadanos. Y Unidos Podemos, tan sólo el espantajo útil del 26J. A Rajoy no le quitan el sueño los bolcheviques, lo que le saca de quicio es que haya un partido compitiendo dentro de su espacio y, además, liderado por un niñato que pide su cabeza. Son muchos años de acaparar la derecha, el centro y el espacio liberal, impidiendo que nada florezca bajo sus pies, como para que unos advenedizos le roben la cartera. Ya lo explicamos en otro post: Rajoy sólo tolerará la existencia de Ciudadanos si colabora al sostenimiento del statu quo. En todo lo demás, leña al mono.
Para el PP, la investidura de Rajoy y la constitución de un Gobierno deben obtenerse de la manera menos comprometida posible. Y para ello, hay que ablandar al “aliado” previamente. En eso trabajan desde antes del 26J. Nada de entregar la cabeza de Rajoy en bandeja de plata y nada de exigencias subidas de tono. Mariano quiere seguir y, además, gobernando como suele, sin rendir cuentas, adaptando sus decisiones a las circunstancias, con su proverbial tactismo y evitando interpelaciones incómodas. Y, por supuesto, sin reformas de calado. Nada de inventos, tampoco en las reformas más importantes, las que atañen al sistema de pensiones, la fiscalidad, el empleo y la educación. A cambio, dicen, Rajoy ofrecerá a Ciudadanos entrar en el Gobierno. Lo que, según a quien se interpele, está ya hecho o ni siquiera planteado. Conociendo el hambre de cargos que hay en el PP, sería un espectáculo digno de verse.
Rivera y los suyos no deberían soliviantar a los señoritos del PP, tienen la piel muy fina. Y no hay paridad de fuerzas entre el viejo PP y el frágil Ciudadanos, en ningún terreno… y menos en el mediático. Así que la discreción y la prudencia son ahora el mejor aliado para Rivera. Como en las buenas partituras, a veces la mejor nota es un silencio. Toca aprender a ser un partido serio y paciente. Al fin y al cabo, el PP de Rajoy, para bien o para mal, cuenta con ellos. Y eso les otorga cierta ventaja.
La regeneración ha muerto, queda reformar lo urgente
En Ciudadanos deberían decidir si se tragan el sapo de Rajoy en función de los beneficios que puedan aportar, así de sencillo, así de crudo
Hace tiempo que el regeneracionismo está muerto. Hoy, resulta incluso molesto escuchar de la boca de un político la palabra “regeneración”; de hecho, causa fatiga. El rajoyismo, fiel a su máxima de “si quieres reducir un hombre a la nada, convéncele de la inutilidad de todo cuanto haga”, y el extenuante periodo electoral que ha durado más de medio año, han cerrado la ventana de oportunidad de las grandes reformas del modelo político a cal y canto. Es un hecho: la regeneración está enterrada. Demasiados intereses de grupo, corporativismo y gregarismo como para que no muriera de forma prematura. Queda, eso sí, la posibilidad de un reformismo menor que sobrevive gracias a la urgencia, no al entusiasmo.
Quizá algún día sea posible dar una vuelta a nuestro sistema institucional como es debido, pero, entre Zapatero y Rajoy, hemos dilapidado casi una década. Y de nuevo lo urgente manda. Pensiones, economía, empleo, educación, fiscalidad… ese es el reformismo posible (tampoco la Justicia, porque el PP lo ha vetado expresamente). Así que Ciudadanos debería decidir si se traga el sapo de Rajoy en función de los beneficios que pueda aportar en estas reformas, así de sencillo, así de crudo. Es la política. Todo lo demás pertenece a ese cálculo sin más horizonte que las siguientes elecciones o, peor, a las inquinas. Decidan lo que decidan con respecto al sapo Rajoy, debería respetarse. Eso sí, ojalá elijan ser más liberales que socialdemócratas, más emprendedores que burócratas, más altruistas que trepas.
JAVIER BENEGAS Vía VOZ PÓPULI
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