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miércoles, 6 de julio de 2016

UN GOBIERNO PARA ESPAÑA, AUNQUE RAJOY NO LO MEREZCA

Rajoy va a sudar tinta china para pasar la investidura. Conseguir apoyos ajenos es un purgatorio. Hasta el punto de que hoy se ve en el trance de pedir la ayuda del político que más detesta






Si el PSOE hubiera obtenido 137 escaños, no habría la menor duda sobre el futuro Gobierno: Pedro Sánchez estaría ya preparando su discurso de investidura. Podría elegir alianza, a la izquierda con Podemos o a la derecha con Ciudadanos, sin renunciar a añadir votos o abstenciones nacionalistas. Y no tendría ninguna necesidad de implorar el socorro del PP.

En los tiempos del bipartidismo, 137 escaños sería un mal resultado. Pero con un pastel repartido en cinco porciones (cuatro partidos de ámbito nacional más el bloque nacionalista), es una victoria clamorosa. Sin embargo, Mariano Rajoy va a sudar tinta china para pasar la investidura. Para él, conseguir apoyos ajenos es un purgatorio, una etapa alpina. Hasta el punto de que hoy se ve en el trance de pedir la ayuda del político al que más detesta, aquel que lo insultó ante todo el país.
El Partido Popular se ha trabajado a conciencia su soledad en la política española. Se hizo competitivo con la fidelidad rocosa de 10 millones de votantes (casi 11 millones en 2011) y ocupando en exclusiva todo el espacio desde la extrema derecha posfranquista hasta el centro-derecha liberal. Pero aquello se resquebrajó:ya no son 11 millones, sino ocho; y ya no está solo en su lado del Río Grande, porque allí se ha instalado otro partido que le disputa el territorio y la clientela.
Toca pasar de coleccionar enemigos a hacer amigos. Y en esa cultura política, el PP de Rajoy tiene mucho camino que recorrer y mucho que hacerse perdonar
Ahora toca pasar de la ley del más fuerte a la del más hábil; del “vamos por todo” al “vamos con todos”; de coleccionar enemigos a hacer amigos. Y en esa cultura política, el PP de Rajoy tiene mucho camino que recorrer y mucho que hacerse perdonar.
Es muy comprensible que los socialistas se resistan a ser ellos quienes deban facilitar el Gobierno a Rajoy. “Yo no estoy aquí para hacerle presidente a usted”, espetó este a Pedro Sánchez en el debate electoral. Tenía razón, pero más razones tiene el PSOE para sentir que su misión en la vida no es mantener en la Moncloa a Mariano Rajoy.
Durante el Gobierno de Zapatero, Rajoy practicó una oposición de tierra quemada. Nunca se pudo contar con él, ni siquiera para lo más trascendente. En la primera legislatura, atizó con todas sus fuerzas el fuego de lo que terminó siendo el incendio catalán. Y saboteó hasta donde pudo el diálogo para acabar con el terrorismo de ETA -un objetivo que se alcanzó, no precisamente gracias a su colaboración.
En la segunda legislatura, queda para la historia su infame comportamiento en la tarde de aquel 12 de mayo de 2010, cuando con sus votos empujó conscientemente a España a un abismo del que tuvieron que salvarla 'in extremis' los nacionalistas catalanes.
No solo despreció olímpicamente al Partido Socialista, sino que le segó la hierba bajo los pies favoreciendo indirectamente el crecimiento de Podemos
En su etapa de mayoría absoluta, no solo despreció olímpicamente al Partido Socialista, sino que le segó la hierba bajo los pies favoreciendo indirectamente el crecimiento de Podemos por aquello de dividir el campo enemigo.
Y si los socialistas no tienen nada que agradecer a Rajoy, mucho menos los nacionalistas de centro-derecha. Siempre les ha dispensado una desatención hostil. No movió un dedo para impedir la deriva independentista de CDC ni ha tenido el menor gesto de cooperación con la política pragmática y sensata del PNV. Tanto desdén genera lejanías que no se superan fácilmente por la mera afinidad ideológica.
Hace mucho que la forma de actuar del PP lo incomunicó políticamente y lo puso ante la exigencia de obtener mayorías abrumadoras o irse a la oposición. Hoy ni siquiera tiene la garantía de que su aliado natural para formar Gobierno, que es Ciudadanos, esté disponible para ello.
Mariano Rajoy carece de títulos para merecer el apoyo del Partido Socialista o para demandarle que le ayude a gobernar. De hecho, no creo que el PSOE deba corresponsabilizarse en una mayoría de gobierno encabezada por él. Los votantes han señalado claramente que el lugar del PSOE en esta legislatura está al frente de la oposición, y lo mejor que puede hacer es cumplir dignamente ese encargo sin compromisos que lo hipotequen.
El PSOE no puede ser quien impida que España tenga un Gobierno. No porque se lo deba al PP, sino por el interés general y por el suyo propio
Sin embargo, el PSOE no puede ser quien impida que España tenga un Gobierno. No porque se lo deba al PP, sino por el interés general y por su propio interés.
España no puede permitirse votar por tercera vez, todos lo sabemos. Como sabemos que tras el 26-J la opción es dicotómica: o Gobierno de Rajoy o elecciones. Cualquiera de las otras combinaciones que se manejan estos días pertenece al género fantástico.
Y tampoco el PSOE está en condiciones de afrontar otra cita electoral. Ya debió evitarla cuando pudo hacerlo: aquellos 90 escaños del 20-D, con aquel preciso reparto de fuerzas, le daban una fortaleza que debió aprovechar con mejor sentido. Hoy está peor que hace seis meses. Pero si se provoca una nueva elección, los socialistas añorarán sus actuales 85 escaños. Permitir que este Parlamento alumbre un Gobierno no es solo una obligación con el país; para el PSOE, es un caso de estricta autoprotección.
Puede que sea inevitable permitirle formar Gobierno, pero sus antecedentes aconsejan que sea en libertad condicional, bajo vigilancia y obligado a negociar todo
Con todo, nada induce a dar a Rajoy un voto de confianza ni a garantizarle la estabilidad que él reclama, pero que no ha merecido. Puede que sea inevitable permitirle formar Gobierno, pero sus antecedentes aconsejan que ese sea unGobierno en libertad condicional, bajo vigilancia y obligado a negociarlo todo. Que gobierne con sus 137 diputados y que demuestre día a día que sabe actuar desde la cesión y no desde el atropello.
En realidad, es menos arriesgado permitir ahora la investidura de Rajoy que la de Sánchez en marzo. Porque aquella no tenía vuelta atrás: una vez elegido Sánchez, nunca se hubieran podido concertar fuerzas tan dispares para presentar un candidato común en una moción de censura. En el caso de Rajoy, esa vía no queda cerrada de antemano. Si vuelve a las andadas, la oposición podría agrupar los votos necesarios para enviarlo a su casa.
Aquí todos tienen que aclimatarse a un ecosistema político extraño a sus inclinaciones. El PP deberá aprender a gobernar en minoría y pactando cada día. El PSOE, a compartir la oposición y el espacio de la izquierda sin competir en populismo. Podemos, a actuar como “un partido normal” (palabras de Iglesias).Albert Rivera, a intentar menos parecerse al Suárez de la UCD y más al del CDS. Y los nacionalistas, a salir del autismo y volver a participar en la política española. Pronto veremos quién ha aprendido mejor la lección.  

                                                     IGNACIO VARELA Vía EL CONFIDENCIAL
 

de Podemos

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