La iniciativa para desbancar al líder popular de La Moncloa consta de cuatro fases en las que Podemos también jugaría su papel para colocar al del PSOE en el complejo presidencial
No son tres sino cuatro los pactos posibles para sacar adelante el país: un pacto de gobierno o gran coalición, en la que se juntarían meriendas para conformar un Ejecutivo multipartidista, algo a todas luces imposible; un pacto de legislatura en torno a unas reformas y cuestiones de Estado concretas, semejante al quesuscribieron PSOE y Ciudadanos en el mes de febrero, que también parece descartado a día de hoy a la vista de la falta de química entre los distintos líderes políticos; luego se encontraría el pacto de investidura, que consistiría en una abstención táctica para desbloquear la formación de Gobierno y evitar unas terceras elecciones, y por último, como evolución del anterior, habría también un cuarto pacto sacado del magín de los guionistas de ‘House of Cards’, que sería ese plan sincronizado de Pedro Sánchez y Albert Rivera para dejar en evidencia a Mariano Rajoy en primera votación, darle árnica después para conformar un Gobierno en minoría muy minoritario y al cabo de año, año y medio, rematarle como a un cervatillo herido.
La alianza de PSOE y Ciudadanos dista mucho de haberse evaporado. Tuvieron que escenificar el divorcio para que no los identificaran y evitar así el rechazo de sus votantes el 26-J, pero una vez que D’Hont ha repartido escaños como Dios reparte suertes, los teléfonos han vuelto a sonar. Según comentan los próximos, sus respectivos líderes se frecuentan. La pérdida de diputados de ambas formaciones no parece haber hecho mella en su ‘relación’.
Pedro Sánchez y Albert Rivera pretenden replicar la pinza con que les golpearonen los pasados comicios Mariano Rajoy y Pablo Iglesias, cuando ambos, popular y podemita, elaboraron una campaña cuasi conjunta con el objeto de difundir el voto del miedo, el uno, y el voto útil, el otro, para erosionar las posibilidades de sus rivales ideológicos. La nueva pinza de PSOE y Ciudadanos resulta acaso más sutil que la anterior. Constaría de cuatro fases.
FASE I: preinvestidura
En esta primera etapa, Sánchez y Rivera se coordinarían para capitalizar el éxito que supondría evitar unas terceras elecciones y para que su abstención no fuera percibida por sus votantes como una traición a la papeleta que depositaron en las urnas. Uno trataría de cubrir al otro, y viceversa, en lo que supone una dramatización sin par de la política.
Al mismo tiempo, el líder socialista amagaría con un Gobierno progresista de lamano de Podemos, a sabiendas de que será vetado por el comité federal del PSOE. De esta forma, Sánchez marca distancias con los barones pero se gana el aplauso de la militancia, pues, frente a la pasividad de los primeros, el secretario general daría imagen de haber tratado a toda costa de evitar un Ejecutivo del PP y no traicionar sus principios.
FASE II: investidura
Luego tratarían de provocar un escenario de vértigo. Como señala uno de los politólogos que han bosquejado las líneas maestras de lo que podría ser este plan, “lo que harían Sánchez y Rivera sería mantener el rechazo a Rajoy hasta el último minuto de la votación. En el momento límite, harán con Rajoy lo que Ciudadanos hizo a Susana Díaz en Andalucía”. Esto es, le obligarán a prescindir de determinados ministros y a asumir buena parte del acuerdo rubricado en su día entre PSOE y Ciudadanos, lo cual tampoco supondría gran problema para los populares, a tenor del tono liberal de aquel texto.
Ambas formaciones compartirían la responsabilidad de dejar gobernar a Rajoy, pero sin ningún voto a favor, solo con 137 diputados. En conclusión, el Gobierno que saldría de ahí sería un Gobierno casi muerto, sin posibilidad de legislar ni acometer reformas de calado.
FASE III: oposición
El nuevo Ejecutivo nacería así atado de pies y manos. Habría momentos en la legislatura en los que costaría distinguir quién manda en el país: si Rajoy desde Moncloa o la oposición desde el Congreso. Poli bueno, poli malo, Sánchez y Rivera se irían alternando en sus azotes al Gobierno. Si Bruselas obliga a fuertes recortes, será el PSOE quien lance un misil a la línea de flotación de los populares; si surge un caso de corrupción, será Ciudadanos el que tome la palabra. El desgaste será descomunal.
“Mientras tanto, Sánchez llegará al congreso del PSOE después haber salvado al país de unas terceras elecciones, como líder claro de la oposición, con negociaciones abiertas con el Gobierno en materias clave para el Estado y manteniendo a Rajoy agarrado de un alambre”, señala el politólogo anteriormente mencionado.
FASE IV: Gobierno
Habrían pasado apenas unos meses y el Ejecutivo, en una minoría muy minoritaria, se habría convertido en el ‘pim-pam-pum’ del Congreso. Ya no habría bandos ni ideologías. Serían todos contra el PP. Contra sus corruptelas y su política de recortes impuesta por la Unión Europea.
En paralelo, Unidos Podemos iría asomando la cabeza con su discurso en defensa de los más desfavorecidos y en contra de la austeridad, aventando el clima de rechazo social a Rajoy. Poco a poco, sin que la opinión pública casi se fuera percatando de ello, PSOE, Ciudadanos y UP irían coincidiendo en sus planteamientos. El bloque se mostraría monolítico.
En un año y medio o en dos, moción de censura. Pedro Sánchez, presidente.
Si, como decía Ortega y Gasset, “la política es la arquitectura completa, incluso los sótanos”, hay que decir que llevamos siete meses viviendo en las alcantarillas. Oscurantismo, primacía de los intereses particulares sobre el general, falta de escrúpulos… Cuatro candidatos, cuatro perdedores, todos luchando por el poder. Aquí nadie dimite. Ni falta que hace. Este país, deben pensar, lo aguanta todo.
NACHO CARDERO Vía EL CONFIDENCIAL
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