Translate

miércoles, 13 de julio de 2016

FUIMOS CONSERVADORES Y AHORA TOCA REVOLUCIONAR

Una cultura democrática debe ser en parte conservadora, o no sobrevive. Eso es lo que pasó el 26-J. El éxito de un régimen basado en los principios democráticos es forjar un tronco común a izquierdas y derechas basado en su defensa. Periódicamente en la historia de las democracias, desde Jefferson y Hamilton hasta hoy, han aparecido corrientes de pensamiento apoyadas en movimientos sociales y políticos que quieren imponer alguna forma de autoritarismo. En la actualidad, son el populismo nacionalista y el socialista quienes lo presentan, asentados en lasentimentalización de la política y en un Estado sobredimensionado y en expansión. La democracia no es sinónimo de “justicia social” o “distribución de la riqueza”, como quieren hacernos creer la gente del socialismo del siglo XXI. Tampoco es la reconstrucción de la comunidad nacional hermética y homogénea de los nacionalistas. Y menos aún la democracia es gobernar a golpe de referéndums. La democracia, y así lo demuestra la Historia, es esencialmente la salvaguarda de los derechos individuales frente al Poder, para lo cual es necesario articular bien las instituciones.
La democracia es esencialmente la salvaguarda de los derechos individuales frente al Poder
Ese lado conservador de la cultura democrática se ha hecho notar el 26-J; es decir, que la mayor parte del electorado ha buscado a los partidos moderados, al PP, PSOE y C’s, para conservar ese mínimo común de la democracia existente. Ha sido un voto defensivo frente a los ataques de una formación que nos podía llevar al precipicio: Unidos Podemos. No ha sido la manifestación de un franquismo sociológico, una acusación absurda tras cuarenta años de ejercicio del régimen del 78, ni que dé igual la corrupción; pero tampoco es un cheque en blanco. Los electores que han dado su consentimiento a esos partidos no lo han hecho para que todo se quede como está, sino para arreglar un sistema defectuoso, inestable, que genera inquietud.
Pasado el efecto conservador del 26-J, y habiendo mostrado el electorado su responsabilidad, toca hacer reformas profundas. Este régimen del 78 que nos incluyó en el tren de la historia europea, y que tanto nos ha beneficiado, aunque tenga defectos y genere dudas, debe mostrar su madurez. Esta legislatura que va a empezar es un momento histórico, no una legislatura cualquiera. De lo que haga el gobierno futuro dependerá el futuro de la democracia en España.
La separación de la coalición de Weimar, del democristiano Zentrum, el SPD, y el pequeño Partido Demócrata, permitió el ascenso del nacionalsocialismo
Así ocurrió en momentos de la Historia similares al actual, a comienzos del siglo XX. La separación de la coalición de Weimar, formada por el democristiano Zentrum, el SPD, y el pequeño Partido Demócrata, permitió el ascenso del nacionalsocialismo. El partido de la derecha democrática, el Zentrum, se deshizo en personalismos, y Von Papen, uno de sus líderes en contienda, creyó que podía utilizar al histriónico Hitler (hoy diríamos “telegénico”)para obtener el poder en el partido y en la República. Ni los partidos, ni el electorado, ni la élite alemana demostraron responsabilidad. Otro tanto pasó en la Venezuela de finales del XX. No es la corrupción la que llama al populismo socialista de Chávez, sino la debilidad de un régimen que favoreció la desafección de la gente, la división de sus partidos fundadores, y la apuesta de la élite venezolana por un dictador que venía a “limpiar” el país. Llevaban también 40 años de democracia, desde que en 1958 cayera la dictadura, y COPEI, AD y Unión Republicana consensuaran el régimen de Punto Fijo: una democracia, con defectos, pero una democracia. El caudillismo, como apuntó Carlos Rangel, florece como solución particular en América Latina cuando existe el sustrato mental y psicológico idóneo, en ese momento en que los partidos tradicionales fallan.
No necesitamos un caudillo en España, ni grandes liderazgos visionarios, y menos aún aventurerismos políticos de los que quieren hacer “justicia social”. La pulsión conservadora se mostró y agotó al mismo tiempo el día 26-J. Es hora de que los tres partidos que entienden en qué consiste una democracia –PP, PSOE y C’s- resuelvan los defectos de este régimen del 78. No es hora de discutir sobre las pensiones, la fiscalidad, el salario mínimo, o proponer un gran “pacto educativo”; no. Es tiempo para una reforma constitucional que asegure los derechos individuales, la libertad política y la igualdad ante la ley, el Derecho, para encontrar de nuevo la confianza de la sociedad y alejar fantasmas. Que ese consentimiento dado en las urnas no se deshaga en una discusión sobre sillones, en vetos infantiles, en debates sobre política corriente, como quiere el populismo, sino en ordenar las instituciones, separar los poderes, mejorar el sistema electoral, y recortar la distancia entre el político y el ciudadano.
Pasamos por una oportunidad histórica para reformar el régimen que nos legó la anterior generación
Pasamos por una oportunidad histórica para reformar el régimen que nos legó la generación de hace cuarenta años. Todo lo demás, los giros copernicanos o las grandes fórmulas que siempre aguanta el papel, son ficción, utopías preciosas pero impracticables. La realidad es otra. Sobre esa fugaz pulsión conservadora habrá de levantarse una reforma casi revolucionaria que constituya un mínimo común de convivencia, y que no nos convierta en otro capítulo sorprendente y negativo de la historia de las democracias occidentales.

                                                                 JORGE VILCHES  Vía  VOZ PÓPULI
                                                              

No hay comentarios:

Publicar un comentario