Existe la opinión, más concreta en unos,
más difusa en otros, de que esto no puede seguir así, que el modelo
económico está desajustado contra la mayoría o que simplemente- algunos
lo afirman- es malo. Oscilan de reformarlo a considerar que “otro mundo
es posible”, pero el trasfondo común y evidente es que esto no va.
La cuestión radica que, bien para cambiarlo, bien para reformarlo, las ideas predominantes giran alrededor de lo mismo.
Variaciones que van de la corriente principal de la economía, la
neoclásica, a un keynesianismo más o menos confeso, con picos, como
islotes en aquel ancho mar, de marxismo comunista, que lucha por
sobrevivir al fracaso de la URSS y al escándalo del modelo Chino
Pero en realidad hay toda una galaxia por explorar, solo que requiere otras perspectivas. Su arranque es bien ortodoxo, la productividad en sus diferentes versiones (y no solo la laboral aparente) y el capital humano,
con todas sus ramificaciones y enlaces. La tercera componente ya está
fuera de los modelos al uso. Se utiliza, pero es poco más que un extraño
en el sistema. Se trata del capital social,
estrechamente conectado al capital humano porque este depende en buena
parte, especialmente en su origen familiar, de aquel. A partir de aquí
se abren nuevos conceptos a profundizar en sus relaciones, pero cuyas
consecuencias son, desde una perspectiva empírica, difíciles de
cuestionar. El capital humano nos conduce a dos ítems interrelacionados,
que aquí en Forum Libertas hemos tratado en más de una ocasión. Uno es la función económica y de bienestar de la familia, el otro es el capital moral, núcleo duro del capital social. Cuando se afirma casi unánimemente que en la raíz de la crisis hay una causa moral, no
se hace otra cosa que constar sin saberlo lo que describió Fred Hirsh
en The Social Limits to Growth (versión española Fondo Cultura
Económica).
La galaxia inexplorada es la que configuran estos elementos: productividad – capital humano – capital social – capital moral – familia – sistema de virtudes, que necesariamente conduce a la introducción de los efectos de los costes sociales sobre el modelo productivo. Que
la respuesta va por ahí y debe ser sistematizada, es evidente. En
realidad, la mayoría de alternativas que se presentan son visiones
fragmentadas de una visión moral traducida en términos económicos. Es la
fragmentación y la ausencia de un sistema en el que inserirse donde se
muestra el abuso del “debería ser” y el déficit del “cómo hacerlo”.
Todo estos modelos a explorar no son
exclusivos de los cristianos, que la realidad de los hechos hace
evidente, pero sí deberíamos ser nosotros quienes tuviéramos un interés
destacado en aportar y avanzar en esta línea. Vivimos en un tiempo de cambio, y hay que ser sujetos de la historia.
JOSEP MIRÓ i ARDÈVOL Vía FORUM LIBERTAS
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