Conforme se van enfriando los discursos y la propaganda que rodearon al referéndum inglés, se va cayendo en la cuenta de dos cosas importantes: la primera es que existían causas sociales, políticas y económicas que hacían posible lo sucedido, y la segunda, que en las instituciones europeas nadie se había tomado la molestia de prever esa posibilidad y, como consecuencia de ello, el mastodonte burocrático de la Unión ha sufrido un shock del que aún no ha salido. Desde mi punto de vista, tardará en salir, si es que sale, porque los países centrales de la organización europea, Italia, Francia y Alemania, tienen desafíos electorales a la vista, lo que les llevará a preocuparse de sus asuntos domésticos, dejando aparcada cualquier iniciativa para superar el trance. La verdad es que los diferentes brochazos de inconformismo con la UE, y el del brexit ha sido el mayor por ahora, son las piezas de un cuadro sin terminar, cuya imagen final debería preocupar a todos aquellos que se obstinan en ignorar el estado de las opiniones públicas ante lo que, a juicio de sectores numerosos de ellas, supone un retroceso en la vida de sus naciones.
Conviene estar atentos a la historia de las multas a España y Portugal no vaya a ser que, si finalmente se materializan, provoquen una zapatiesta de consecuencias imprevistas
Dudas sobre una mayor integración
Creo que aquellos que esperan las buenas nuevas fraguadas alrededor de un modelo diferente al actual, con mayores dosis de integración, pueden armarse de paciencia y empezar a preocuparse más por el hecho de queuna maquinaria burocrática en funciones y ayuna de dirección nos sorprenda con la aplicación del reglamento a palo seco, sin medir las consecuencias de ello. Ese sí es un peligro cierto como se demostró en las crisis irresueltas de Ucrania y de Grecia. Por eso conviene estar atentos a la historia de las multas a España y Portugal no vaya a ser que, si finalmente se materializan, provoquen una zapatiesta de consecuencias imprevistas.
Por otra parte, el desarrollo gris de la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la semana pasada confirma, a mi juicio, que el zarpazo inglés ha situado a todos frente a las consecuencias de unas políticas que lo han hecho posible y que, mientras eso no cambie, continuaremos bajando peldaños de la escalera de un edificio que, en su día, suscitó la admiración y la ilusión de millones de europeos y que hoy se ha convertido en una caricatura, con algunos trazos siniestros, que está poniendo en peligro los equilibrios sociales y políticos del Continente. Tampoco Inglaterra va a tener fácil la digestión de lo acontecido, entre otras cosas, porque gran parte de sus élites dirigentes no contaban con ello, empezando por el Premier Cameron, pero, a diferencia de la UE, disponen de soberanía y de resortes para galvanizar a la nación en el desafío de buscar un porvenir mejor. Para ello, los dos partidos políticos tradicionales, el Conservador y el Laborista, deberán recuperar la unidad perdida y, si lo consiguen, estarán en condiciones de mantener la iniciativa en las negociaciones de la retirada de la UE, teniendo en cuenta la falta de guion y la heterogeneidad de intereses en el seno de ésta.
La vieja expresión de que “nadie mata sin quedar herido” es perfectamente aplicable a lo ocurrido en estas semanas y está por ver cómo nuestro Continente se enfrenta a esa desasosegante realidad. Por el momento, el encefalograma es bastante plano, más allá de algunas declaraciones aisladas teñidas de preocupación y de prudencia por parte de los gobernantes alemanes. Da la impresión de que estos son los únicos que han acusado el golpe y por eso su primera tarea será llevar al ánimo de los demás socios que el esquema con el que se ha funcionado hasta ahora no va a ser posible mantenerlo en el futuro. Ahora bien, la cuestión por definir es cómo sería el nuevo, cuyo objetivo inicial debería centrarse en enmendar errores y restablecer las seguridades e ilusiones en las opiniones públicas de los diferentes países de la Unión. No es tarea fácil porque se ha puesto demasiada carne en el asador con los credos de la globalización y del capitalismo financiero, aunque los males resultantes de no hacerlo ya están a la vista y nos advierten, elección tras elección, que hay cada vez más huevos de serpiente sembrados a lo largo y ancho de la Unión, que podrían alumbrar situaciones indeseables para la mayoría.
El guion seguido para superar la crisis ha causado efectos perversos para el bienestar y la seguridad de los europeos
El entendimiento de Inglaterra y Alemania, la opción previsible
Tanto la UE como Inglaterra han quedado en funciones, cosa que no es ningún drama como venimos comprobando felizmente los españoles, ya que podría transformarse en algo positivo, si se reflexionara sobre por qué hemos llegado a eso, rectificando los abundantes errores cometidos. El guion seguido para superar la crisis ha causado efectos perversos para el bienestar y la seguridad de los europeos, amenazando no sólo la estabilidad de los gobiernos sino el modelo democrático y representativo que antes de los años de plomo de la crisis era motivo de orgullo para el Continente. Ese es, a mi juicio, el verdadero problema y no si los ingleses consiguen más o menos concesiones en su desenganche de la Unión. De momento, por si o por no, las Bolsas de Londres y Fráncfort se han fusionado, lo que indica que la vida sigue, sobre todo la de los mercados financieros.
Al final de este drama singular, no me extrañaría que se recupere para bien el entendimiento entre Inglaterra y Alemania, orillando toda la hojarasca burocrática y regulatoria de la Unión Europea, que ha demostrado ser un instrumento corrosivo para los valores que hicieron posible su nacimiento.
MANUEL MUELA Vía VOZ PÓPULI
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