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martes, 12 de julio de 2016

RAJOY: DE LA EUFORIA AL NERVIOSISMO

La noche del 26J y los días siguientes se desencadenó la euforia en el PP. Hasta cierto punto era comprensible, siempre y cuando se analice desde la perspectiva de la familia popular. El más mínimo descenso en el número de votos o la pérdida de un simple escaño habrían colocado al rajoyismo, esta vez sí, en la puerta de salida. Pero la hábil polarización de la campaña, ese colocar al españolito medio en la tesitura de tener que elegir entre lo malo conocido y lo terrible por conocer, funcionó. Ahí estuvieron hábiles. Los estrategas del PP suelen estarlo cuando se trata de salvarse a sí mismos. Lástima que su astucia se diluya cuando se trata del interés general.
Ahora exigen valentía, sacrificio, sentido de Estado y todas esas virtudes ausentes de un partido reducido al tactismo de la supervivencia de su cúpula
Pero una cosa es que Rajoy salvara los muebles el 26J y otra muy distinta que la aritmética, en lo sustancial, haya cambiado. Y no lo ha hecho. Se explica así por qué la euforia pepera está mudando en nerviosismo según transcurren los días. Demasiado descontar alianzas mezclando intereses de muy corto recorrido con la altura de miras que, dicho sea de paso, sólo se demanda al adversario. Esa misma altura de miras que, cuando Rajoy dispuso de una abrumadora mayoría absoluta, se quedó en el cajón. Ahora, sin embargo, exigen valentía, sacrificio, sentido de Estado y todas esas virtudes ausentes de un partido reducido al tactismo de la supervivencia de su cúpula.   
Lo que en realidad exigen en el PP es que el PSOE haga causa común con el núcleo duro de Rajoy so pretexto de salvar a la nación. Para ello, la estrategia sigue siendo la misma que la utilizada durante la campaña electoral pero con un matiz: amortizado el agente populista, ahora agitan el espantajo de la Unión Europea, que aguarda impaciente al nuevo gobierno español para poner sobre el tapete un ajuste que causa pavor a la clase política… y al establishment. Y es que en Bruselas están muy cabreados con Rajoy por haber devuelto la paga extraordinaria a los funcionarios. Y, además, haberlo hecho en sucesivos plazos para disimular la tropelía. Con este gesto, Rajoy les ha demostrado que no es de fiar. Y ahí le esperan, a la vuelta de la esquina.
El pretexto es poder hacer frente a las exigencias de Bruselas en las mejores condiciones posibles, pero el objetivo real es evitar un escenario de pesadilla para el Partido Popular
Así pues, con el ajuste de cuentas de Bruselas en horizonte, la palabra clave es “estabilidad”. Porque si el ansiado gobierno no se constituye en base a alianzas permanentes y sólidas, no podrá lograr –se supone- que los plazos del ajuste se alarguen de tal modo que el coste se diluya. Dicho en otras palabras, el pretexto es poder hacer frente a las exigencias de Bruselas en las mejores condiciones posibles, pero el objetivo real es evitar un escenario de pesadilla para el Partido Popular. Y es que sin esa alianza sólida, un futurible gobierno Rajoy quedaría a merced de la aritmética parlamentaria. Y sus adversarios podrían maniobrar a voluntad, desgastándole y poniendo punto y final a la legislatura cuando más les conviniera. Además, en este segundo escenario, del que en el PP no quieren oír hablar, Podemos tendría una nueva oportunidad. Si no hay un gobierno con suficientes apoyos para encarar la situación, la economía podría deteriorarse, y Pablo Iglesias volvería por sus fueros con el discurso bronco de sus mejores tiempos. No hay que olvidar que la máxima de "cuanto peor, mejor" es inseparable del populismo. Y quienes dan por amortizado a Podemos deberían esperar.
En resumen, el PP necesita al PSOE. Pero en el PSOE no están por la labor. Apoyar a Rajoy sería entregar los votos de la izquierda en bandeja de plata a Podemos. Y por ahí Sánchez no piensa pasar. Si la situación fuera a la inversa, habría que ver qué al PP. Es una pregunta retórica, por supuesto. Para Rajoy, siempre son los otros los que se han de inmolar. 
La otra opción, o plan B, con el que especulan en la calle Génova es lograr el apoyo de Ciudadanos, Coalición Canaria y PNV. Sin embargo, resulta difícil imaginar que el partido de Rivera, antaño el campeón contra el nacionalismo, termine retratándose al lado del PNV. Es verdad que la política hace extraños compañeros de cama, pero que alguien en la calle Génova lo vean factible demuestra hasta qué punto la desesperación forma parte del estilo de vida de un PP minimalista.  
Ya no es sólo Rajoy quien debería estar dimitido; ahora también Sánchez, Iglesias y Rivera tendrían que renunciar
Las cosas no han cambiado después del 26J. Y de esto empiezan a tomar conciencia en el PP. De hecho, han empeorado. Por más que la parodia posterior al 20-D pudiera dar la engañosa sensación de que el tiempo se había detenido, las manecillas del reloj han seguido girando y, con ellas, la Deuda no ha dejado de aumentar. Y lo que es peor, lo ha hecho aun a pesar del crecimiento económico, lo que da idea de la magnitud del problema.
Si acaso, los resultados de las últimas elecciones generales han supuesto un extraño hito: que ya no sea sólo Rajoy quien debería estar dimitido; ahora también Sánchez, Iglesias y Rivera, en coherencia con sus resultados, tendrían que renunciar al liderazgo de sus respectivos partidos. Precisamente, que nadie dimita es una parte importante del problema. Estamos en manos de cuatro cadáveres políticos cuya resurrección depende de que el espectro del adversario desaparezca. Por lo demás, es de aurora boreal que el PP pretenda lograr una alianza sin siquiera esbozar su programa de reformas. Tal vez sea porque no lo tenga… tal vez porque nunca lo tuvo. He aquí la caricatura de esta derecha que, para desdramatizar, llamamos rajoyismo. Sin embargo, la culpa será del PSOE. Está escrito.

                                                                     JAVIER BENEGAS  Vía VOZ PÓPULI

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