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miércoles, 20 de julio de 2016

LA DERECHA ES CULPABLE

Ciudadanos ha llegado a un acuerdo con el PP tapándose la nariz y culpando al PSOE para repartirse sillones en la Mesa del Congreso. Rivera ha cruzado varias líneas rojas que él solo se puso, y que no resultaron en las urnas, justificándose por el deseo loable de “desbloquear”. El PSOE es una negación dentro de un interrogante, siempre en busca de identidad y de un liderazgo mágico, obsesionado por recuperar el papel de alternativa de la izquierda puesto en peligro por Iglesias y compañía. Unidos Podemos ha iniciado la XII Legislatura prometiendo cambiar la Constitución, que dada su debilidad parlamentaria y la existencia del Senado, es demagogia muy barata. Es más, lamentan que el PSOE no haya estado a la alturapara desalojar al PP de la Presidencia, porque da igual el reglamento, la democracia, la costumbre y las mayorías. A pesar de este panorama desalentador, todos sin excepción culpan de la situación a Mariano Rajoy y, los más avezados en discursos añejos, a “la derecha”. Es una costumbre patria en momentos de incertidumbre.
La derecha, decía el iniciador de la “nueva política”, había sacado a votar a las ancianas, los enfermos, las monjas…
Al día siguiente de la constitución de las Cortes en 1933, Ortega publicó en El Sol un artículo titulado “En nombre de la nación, claridad”. El texto respondía al shock que produjo la victoria electoral de la derecha. El filósofo madrileño, ebrio de confusión esos años, empezaba diciendo que la República no fue “traída”, sino que “sobrevino espontáneamente”, al igual que se “producen los fenómenos biológicos”. Y a continuación soltaba aquello de que los republicanos –incluía a los socialistas para sorpresa de propios y extraños- se habían apropiado del régimen como “beatos de un ideal abstracto”. La derecha, decía el iniciador de la “nueva política”, había sacado a votar a las ancianas, los enfermos, las monjas… “Se ha raído hasta el fondo del arca. Ya no hay más”. Por eso, los republicanos tenían que defender el régimen ante la posibilidad de que la derecha, que no tenía la mayoría social, ni el voto de la juventud, del intelectual, de los artistas, de los regeneradores, echara marcha atrás en “su” República.
La advertencia y el miedo de Ortega eran ridículos, no solo porque el PSOE deLargo Caballero era el responsable de la disolución del gobierno republicano deAzaña y estaba en la senda guerracivilista, sino porque los anarquistas iniciaron ese mismo día, el de apertura de las Cortes, una insurrección terrible. Y no era la primera vez. El caso era culpar a la derecha de la inestabilidad, de gobernar de espaldas al pueblo, con líderes que compendiaban todos los vicios y maldades del ser humano –sobre todo la molicie y la corrupción-. No solo eso: las victorias de la derecha en las urnas eran errores del pueblo o el resultado de triquiñuelas. “Ah, si el pueblo hablara…”. En fin.
Ya ocurrió con el “Maura, no” en 1909, que aglutinó a la oposición liberal, republicana y socialista. Aquel político mallorquín no podía seguir gobernando, decían en mítines y manifestaciones callejeras con una cartelería desplegada que nos transportaba al mundo anglosajón; parecía otro país. Daba igual que el Partido Conservador de Maura ganara las elecciones en las circunscripciones libres, que tuviera detrás un partido más o menos cohesionado, que hubiera respetado la ley y el régimen, asuntos que los demás partidos ni siquiera podían mencionar. Era preciso cargarse a Maura; quizá precisamente por eso, porque era necesario denigrar al “enemigo” para ocultar los enormes defectos propios. O para movilizar a un electorado cuya seña de identidad era derribar lo existente, pasándose los modos democráticos y legales por el refajo de sus caprichos populistas.  
Parece que todo nos conduce a una política de bloques, con PP y C’s por un lado, y PSOE y UP por otro
Es cierto que ha muerto el bipartidismo imperfecto que tuvimos desde 1977. Tanto como que hemos entrado en una fase de transición hacia otro sistema de partidos de difícil definición aún. No es tetrapartidista porque uno de los cuatro quiere acabar con el orden constitucional y establecer el socialismo del siglo XXI, donde las políticas públicas, la justicia y el orden sean establecidos por asambleas de delegados vecinales. Parece, con riesgo cierto a equivocarme, quetodo nos conduce a una política de bloques, con PP y C’s por un lado, y PSOE y UP por otro; y entre medias, los independentistas. Todo esto sería viable, incluso gobernable, si no dominara a todos los partidos una idea fija y repetitiva: “la derecha es culpable”. Ya podrán pactar la Mesa del Congreso que quieran, pero mientras C’s no se quite los complejos de su origen –el PSC-, y la mala asesoría de campaña electoral, la vida política no será normal. Como no será normal mientras haya unas izquierdas con moldes trasnochados, y comportamiento semileal al régimen, cuando menos, que sostengan que lo democrático es apartar al PP de la circulación.
La aceptación del adversario en los regímenes representativos es una norma básica para la convivencia pacífica y la gobernabilidad dentro de los cauces democráticos. Un país tiene el gobierno que se merece porque a fin de cuentas los ciudadanos lo han elegido con sus votos, y, como escribía el politólogo italiano Gianfranco Pasquino, también tiene la oposición que se merece, reflejo de su sociedad y de su cultura. Nosotros nos lo hemos buscado. A pulso.


                                                                      JORGE VILCHES  Vía  VOZ PÓPULI


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