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viernes, 22 de julio de 2016

PONGA UN SEPARATISTA EN SU MESA

Los diputados nos han proporcionado un cierto relajo en el soporífero ambiente previo a la investidura con el supuesto misterio de la decena adicional de votos huérfanos en la elección de la mesa del Congreso. Como en una peli de la mafia,todo se ha hecho para que parezca un accidente, pero, puesto que de mafias ya sabemos un rato, la jugarreta también podría recordarnos la delirante escena de Un día en las carreras, en la que el Dr. Hackenbush, genialmente interpretado por Groucho Marx, acerca el micrófono al malvado Morgan para que explique al público lo miserable que es, logrando excitar al caballo que sale despavorido en cuanto escucha la voz del malo, ganando así la carrera. Cabe temer, sin embargo, que los electores no se escandalicen tanto con las escabrosas maniobras de don Mariano, y estimen que su ligereza moral con los separatistas sea un precio pagadero con tal de lograr el bien supremo de la permanencia. Más sorprendente sería, sin duda, que esa jugarreta no le hiciese ver a Ciudadanos que en Moncloa los consideran pan comido, que los contabilizan en la columna de los que no tendrán otro remedio que tragar.
La determinación de Rajoy
Hay que reconocer que Rajoy está dispuesto a cualquier cosa con tal de seguir siendo presidente, ni siquiera habría que descartar el que, si el caso pudiere darse, se comprometiera a ser fiel al programa del PP, tan teórico como olvidado, pero no teman, que no se llegará a tanto. Baste con anotar cuál es el grado de compromiso de Rajoy con su permanencia, tal vez porque Rajoy tema no poder gozar pacíficamente del inmenso placer de haber sido presidente, de modo que se empeña en prolongar indefinidamente un estado que es, de suyo, pasajero, y no se recata en manifestarlo, tiene ganas de gobernar.
En las democracias normales, los políticos proponen metas, argumentos, pruebas, mientras que Rajoy nos habla de sus ganas
En las democracias normales, los políticos proponen metas, argumentos, pruebas, mientras que Rajoy nos habla de sus ganas, que es lo único que parece quedar en píe tras una legislatura desmemoriada, y otra en barbecho, en las que se han desmentido absolutamente todas las promesas y no para sacrificarlas, como se sugiere, en el altar del éxito económico, sino para nada, como acaba de recordarnos el informe de la AIREF, para seguir con un déficit mucho mayor del prometido, para continuar tratando de engañar a Bruselas, empeño absurdo, porque aunque Bruselas no esté en sus mejores momentos, tiene algo más de memoria que el fiel electorado rajoyano, y en cualquier momento puede hacer que Rajoy acabe quedando como Cagancho en Las Ventas, o en Almagro o en Priego, es decir rematadamente mal. Cagancho, no obstante, tenía a su favor una fama de artista que no es fácil adjudicarle a Rajoy, o sea que el pontevedrés puede quedar todavía peor que el diestro sevillano.  Pero ¿qué puede importar todo eso si le siguen votando?
Nada que no pueda apañarse
Rajoy no se priva de repetir que unas terceras elecciones serían el colmo, un ridículo, pero es posible que las acaricie más de la cuenta, partiendo de que en las segundas le ha ido mejor que en las primeras… y que muchos le repiten que así sería, sin duda, en sucesivas convocatorias. Todo consistiría en mostrar a los irritados ciudadanos que la ligereza de Ciudadanos, y el egoísmo del PSOE son los únicos responsables de la doble repetición, de forma que el castigo a los culpables se tradujese en una abundancia de escaños rajoyanos que ahora no acaba de bastar.
Rajoy juega, mientras tanto, a un cómodo win-win. Si hubiese que repetir se beneficiaría, y si no hubiere suficientes bemoles para arriesgarse a las iras ciudadanas, es Rajoy el que gana, puesto que el juego de manos con los nacionalistas y la incesante impericia parlamentaria de UP, Podemos y las Mareas, o como quiera que se llamen cuando se lean estas líneas, hacen imposible cualquier configuración alternativa para la investidura. Pío, pío que yo no he sido.
Por si fuera poco, Montoro, que es como el negro de la novela de Sender que dababoleta a los enemigos de Lope de Aguirre, amenaza a los barones socialistas con apretarles las clavijas de las cuentas públicas, si no cooperan al éxito de su señorito, lo que no deja de ser una amenaza poco más que literaria, porque si no se prestan al juego tampoco podría haber oportunidad para el castigo, pero es que donde Rajoy se manejan muy bien las retóricas de la inevitabilidad, algo han de saber a la postre.
La indudable y arriesgada habilidad de Rajoy ha consistido en acongojar a muchos con la expectativa de algo todavía peor
La levedad de una derecha ausente
Una derecha que no se planta frente a las amenazas a la unidad, que no se enfrenta decididamente al gasto público, especialmente cuando es un despilfarro regresivo y puramente clientelar, que no confía en la sociedad civil ni apuesta por la independencia de los poderes públicos, que no defiende las reformas necesarias en un mercado débil y cautivo, que no cree en la libertad económica y política, que no quiere ni oír hablar de principios, que no presta la menor atención a la simple verdad de las cosas y confía únicamente en que las portadas se dibujen a su conveniencia, no es solo una derecha inútil, es un verdadero peligro para todos los españoles, y eso, que siempre sería verdad, es especialmente cierto en un mundo tan inhóspito y desvencijado como el que estamos viviendo, desde Estambul a Washington. En ese panorama, la indudable y arriesgada habilidad de Rajoy ha consistido en acongojar a muchos con la expectativa de algo todavía peor, sin que se diesen cuenta de que esa amenaza vive, casi exclusivamente, del rédito de sus carencias, algo que inevitablemente irá a más si las causas no se corrigen. Esa derecha que Rajoy ha llevado a su peor caricatura parece confiar ahora en que nada se le puede torcer, en que lo tiene al alcance de la mano.
Es posible que se equivoque, que lea mal las debilidades de sus rivales, que no sepa ver que ni Ciudadanos está obligado a inmolarse dándole a Rajoy lo que los electores le han negado, ni el PSOE necesita demostrar que es un partido responsable votando a quien, además de robarle el programa, les afea lo que hacen como si fuera un crimen y lo presenta como una genialidad cuando a ellos les conviene, sea recibir a Junqueras, o meter mano a las pensiones. Y también pueden equivocarse en su pronóstico para una tercera vez, de manera que, si quedase algo en el PP que no sean las ganas de Rajoy, deberían apresurarse a pensar las cosas de otro modo, a buscar una salida diferente, porque los trucos habituales han perdido eficacia y empiezan a sonar a tomadura de pelo. No convendría olvidar lo que dijo Shakespeare por boca de Julio Cesar: los cobardes mueren muchas veces, los valientes solo una.

                                                         
                                                         J. L. GONZÁLEZ QUIRÓS  Vía VOZ PÓPULI

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